La infanta Cristina visitó el pasado domingo 24 de junio por primera vez a su marido, Iñaki Urdangarín, en la prisión de Brieva (Ávila) donde lleva desde el día 18 del mismo mes después de que el Tribunal Supremo confirmase su pena por el caso Nóos.

La llegada de la infanta a la pequeña cárcel de mujeres y al más pequeño aún módulo de hombres, donde se encuentra sólo Urdangarin, pasó totalmente desapercibida y estuvo rodeada de privilegios y secretismo, tanto desde su equipo de seguridad como desde la dirección de la propia prisión y, en última instancia, el Ministerio del Interior.

La hermana de Felipe VI comunicó apenas unos minutos antes que iba a acudir a Brieva, cuando el turno ordinario de visitas ya había concluido, además entró al recinto en una furgoneta con los cristales tintados, sin identificarse en la puerta, y no a pie como otros familiares de los internos.

Desde el Ministerio del Interior confirmaron este procedimiento según recoge El Correo y los justificaron en que es el “trato adecuado a circunstancias de seguridad y orden del establecimiento penitenciario”.

La infanta Cristina superó todos los controles de seguridad en apenas cinco minutos para encontrarse con su marido, trámite que suele durar media hora, y estuvo con él durante 40 minutos.

A parte de su mujer, Iñaki Urdangarin también ha recibido ya en prisión la visita de su madre Claire Liebaert, de 83 años, también realizada con la máxima discreción.

Desde que se encuentra en la cárcel de Brieva, se sabe que el cuñado del Rey se derrumbó al ver el lugar donde iba a cumplir condena, cuentan testigos que presenciaron el momento. El marido de la infanta Cristina es el único habitante del módulo de hombres, así que no coincide con ningún condenado. Es esto mismo lo que más les preocupa a los responsables de la prisión. Ocupa una celda de dimensiones muy reducidas. Cuenta con un patio extremadamente pequeño y tiene la opción de ver la televisión en una sala de estar común.

De manera regular, Urdangarin recibe en su celda la visita de una psicóloga que habla con él todas las semanas. En caso de ser necesario cambiar algún aspecto de su estancia, ella será quien tome la decisión en función de su estado anímico. En caso de que el aislamiento supusiera algo grave se plantearía el traslado.