El mundo de la espeleología vive momentos de debate interno desde que la deportista Beatriz Flamini salió de la cueva de Gualchos (Granada) en la que pasó 500 días. La proeza consistía en probar la capacidad de aislamiento en una cavidad sin noticias ni contacto con el exterior. Flamini ha vuelto a nacer tras más de un año recluida, pero su aparición provoca que la espeleología desmerezca su récord como una “mentira”.

El revuelo mediático causado por Flamini dista mucho de la atención que acaparan otras gestas de la espeleología, una disciplina a medio camino entre el deporte de aventura y la investigación científica. “Pero lo que ha hecho ella no tiene nada que ver”, dice Sergio García–Dils, el récordman global de exploración subterránea y que ha llegado a pasar 30 días dentro de la Tierra.               

El hombre que más lejos ha llegado en el interior del planeta lleva décadas predicando en el desierto. Nos explica que la espeleología es una pieza esencial para investigaciones científicas que van desde la biodiversidad a la hidrografía y para testar, además, la capacidad de superación del ser humano. De hecho, actualmente, agencias espaciales como la NASA y la ESA entrenan a los futuros astronautas con espeleología.

El récord de 500 días de Flamini es un hito. A pesar de que salió de la cueva durante ocho días por problemas técnicos y su equipo asegura que estuvo recluida en una tienda de campaña, su aislamiento es histórico. Flamini ha descubierto, de repente, que hay una guerra en Ucrania, que las mujeres iraníes viven su particular revolución o que el Real Madrid ganó otra vez la Champions League.

Ahora, el Departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada (UGR), analiza los efectos de los cambios en la percepción del tiempo. Pero los 500 días de Flamini son solo una medición de tiempo. “No hay más, no hay investigación, no hay exploración en el interior”, lamenta García–Dils.

Beatriz Flamini cuenta que ha leído 60 libros y ha tejido gorros de lana. “Si ponemos el foco en la cantidad de días, pero no en qué has hecho durante esos días, estamos distorsionando los objetivos de nuestro trabajo. La espeleología no es sentarse a leer y esperar”, denuncia García–Dils, que en 2016 fue reconocido como ‘Viajero del Año’ por la Sociedad Geográfica Española.

Exploración geográfica pura

El trabajo de García–Dils como espeleólogo –también ejerce como arqueólogo en Écija– reivindica la actividad exploradora como se lleva haciendo toda la vida, al estilo de los aventureros del siglo XIX.

Ha batido el récord de profundidad hasta en ocho ocasiones y ha cambiado la disciplina con su manera de trabajar, heredera del sistema de exploración soviético, en detrimento del estilo europeo. De hecho, sus estudios revelan que las simas más importantes alcanzan los 2.200 metros de profundidad vertical, como en la sima Krúbera-Voronya, en Abjasia, desplazando el eje de gravedad de la espeleología de los Alpes al Cáucaso. Además, es responsable del descubrimiento del Plutomurus ortobalaganensis, la especie terrestre que vive a más profundidad.

Su equipo es un combinado de científicos rusos con el que Dils pasa una media de un mes en el interior de las cuevas que exploran. En ellas escalan como alpinistas, excavan o bucean. Admite que hay días frustrantes en los que tras mucho profundizar topa con una pared de barro sin más.

El trabajo no está exento de peligros. Una caída, una herida, perderse en el interior de la sima o padecer lluvias torrenciales que convierten las cuevas en tuberías de desagüe gigantescas, como le sucedió en una exploración filmada por el aventurero Jesús Calleja en la que quedaron atrapados. “Pensé que no salía de esa”, reconoce. Aunque, también, comparte la recompensa  única de “ser el primer ser humano en poner un pie en lugares fascinantes”.

Volviendo a la comparación con la gesta filmada de Beatriz Flamini, el aventurero sevillano explica que “no se puede comparar" el aspecto psicológico de su trabajo explorando el interior de una sima. “Me llama la atención que se hable de presión mental en los medios”, señala. Flamini estaba a unos metros de la superficie, con un botón de pánico; “presión es cuando estás a miles de metros de profundidad y no sabes si podrán rescatarte si algo sale mal”.

El efecto Flamini y el revuelo mediático puede servir “al menos” para llamar la atención sobre una disciplina que, por ser “demasiado científica” para el mundo deportivo, y “demasiado arriesgada” para las instituciones científicas, no cuenta con inversiones económicas. “Somos pobres como ratas, a pesar de la relevancia de nuestro trabajo”, bromea Dils. En un mundo donde los satélites lo observan todo, la capacidad de ir más allá de la superficie depende de exploradores que amplían los márgenes del conocimiento humano. Después de todo, el interior del planeta es uno de los grandes misterios que nos quedad por descubrir.