Escribo estas notas desde el cuartel de la Guardia Civil de Silla, uno de los epicentros de la tragedia, que me ha pillado de camino a un encuentro sobre Arquitectura circular y los retos de la Nueva Bauhaus Europea en la Universidad Jaume I (Jaime I de Aragón). Mientras escuchaba las terribles noticias en la emisora de la Guardia Civil, he recordado cuando estábamos jugando al fútbol en Boltaña y vimos venir una nube que era nueva para nosotros, que nunca habíamos visto antes. Nos fuimos corriendo a casa y allí nos protegimos. Poco después escuchamos sirenas. Esa nube que nos amenazó ya había pasado por Biescas, era 1996.
He observado durante toda la noche cómo la Guardia Civil trabaja en condiciones sumamente precarias, pero entregando lo mejor de sí en todos los aspectos. La dedicación y compromiso de todos nuestros activos en seguridad y protección en medio de la adversidad es loable. Esa España anónima, esa Fonda Moreno que me ha alojado a las 8 de la mañana, ese potaje de garbanzos de Paymer, merecen nuestro más profundo reconocimiento.
Antes de buscar responsabilidades específicas, que deberán ser legales y tras mucha investigación de expertos, es momento de centrar nuestra atención en las víctimas, de acompañar y, también, de reflexionar sobre nuestra forma de vida, ser corresponsables y empáticos. Los acontecimientos no son incidentes aislados, sino manifestaciones de un fallo eco-sistémico que nos afecta a todos. Exactamente igual que cuando sucede un incendio de sexta generación o una pandemia por liberar un virus en un ecosistema cerrado, la responsabilidad no es exclusiva de la chispa o del murciélago, es la profecía autocumplida del cambio climático, es la distopía moderna.
Los datos científicos son contundentes. Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la frecuencia e intensidad de los fenómenos climáticos extremos vividos se han incrementado en un 83% en comparación con las dos últimas décadas (UNDRR, 2020).
Este incremento no es fortuito. Es consecuencia directa de nuestra actividad y su impacto en el equilibrio de los ecosistemas. La alteración del ciclo del agua, la deforestación y la urbanización han debilitado la capacidad de la naturaleza para regular y mitigar estos eventos. Los coches atrapados en el diseño de nuestras calles, convertidas en ríos trampa, es la imagen fatídica de nuestra forma de vida. El coche como símbolo de nuestro modelo individual y el consumo de recursos, muestra su fragilidad. Esas acumulaciones de coches y cadáveres en nuestras calles y plazas no solo evidencian los daños humanos y materiales, sino que también reflejan la necesidad urgente de replantear nuestra relación con el entorno y de diseñar infraestructuras más resilientes al cambio climático. Superar nuestra visión antropocéntrica y entender las relaciones ecosistémicas es urgente y nos está resultando problemático ya que hemos proyectado toda responsabilidad, entre otras cosas, sobre la tecnología o los políticos.
En este contexto, la arquitectura y el urbanismo juegan un papel fundamental en todas las escalas, pero sobre todas ellas, la adaptación y mitigación al cambio climático. La Nueva Bauhaus Europea es una iniciativa que busca construir prototipos para luchar contra el cambio climático a través del Nuevo Pacto Verde, fusionar la sostenibilidad, la estética y la inclusión para reinventar nuestros espacios de vida, desde el entorno construido a los objetos.
Tenemos una disciplina que trabaja sobre ello, para la gestión del territorio el urbanismo, y para los objetos y servicios, la arquitectura. Hoy, gracias a datos avanzados, programas especializados y expertos de diferentes disciplinas, podemos ayudar a equilibrar ecosistemas. Contamos con la técnica, la tecnología y el conocimiento, debemos aplicarlos decididamente en la lucha contra el cambio climático.
Europa no duda, la política nacional no debe dudar, es esencial implementar soluciones basadas en la naturaleza: Restaurar ríos y humedales, potenciar corredores ecológicos y espacios verdes urbanos que actúen como esponjas naturales, absorbiendo el exceso de agua y reduciendo el riesgo de inundaciones.
Regenerar y ampliar infraestructuras verdes: Integrar sistemas de drenaje sostenible, cubiertas y fachadas verdes, y sistemas de recolección de aguas pluviales en el diseño urbano y arquitectónico.
Promover la resiliencia hídrica: Diseñar ámbitos urbanos que respeten y se adapten al ciclo natural del agua, minimizando la impermeabilización del suelo y favoreciendo la infiltración y recarga de acuíferos.
Construir con materiales basados en la naturaleza como madera certificada o tierra, dado que no solo reduce las emisiones de carbono hasta en un 50% (Consejo Mundial de Construcción Sostenible), sino que también mejora la gestión del ciclo del agua. Estos materiales permiten una mayor permeabilidad del suelo, facilitando la infiltración del agua de lluvia y reduciendo la escorrentía superficial en un 30% (Instituto de Recursos Mundiales). Esto disminuye el riesgo de inundaciones y protege los acuíferos.
El urbanismo y su relación con la bio-región que nos contiene debe ser replanteado
Integrar los criterios de la agenda urbana / 2030 en el desarrollo urbano, priorizando todo lo comentado anteriormente y trabajando en diferentes escalas de la bioeconomía, desde la gestión forestal sostenible y el incremento de calderas públicas de biomasa a un transporte público eficiente que reduzca la dependencia de combustibles fósiles.
Aplicar principios de ecodiseño que reduzcan la demanda energética de los edificios y mejoren el confort térmico, pero que también analicen el ciclo de vida y la huella de todas sus partes, desde los materiales y la estructura a los productos que usamos cada día, como la "silla", aprovechando nuestros recursos naturales privilegiados, así como diseños pasivos en la iluminación y ventilación, por poner algunos ejemplos.
Integrar y no dejar a nadie atrás, ni personas ni territorios: Involucrar a las comunidades en el proceso de diseño y toma de decisiones, asegurando que las soluciones adoptadas respondan a las necesidades de la bio-region y fomenten un sentido de pertenencia y responsabilidad compartida. Que todas las administraciones sean colaborativas y responsables, de forma pública y privada, como indica Europa, y más allá de intereses personales o ideológicos. Nos va la vida en ello.
No podemos permanecer indiferentes ante un fallo ecosistémico que pone en riesgo nuestro bienestar y el de las generaciones futuras. Es momento de reflexionar profundamente sobre nuestra forma de vida y la huella que genera, asumir responsabilidades compartidas y trabajar conjuntamente en la construcción de un futuro más sostenible y equilibrado que nos integre a todos, seres vivos y bioregiones.
La magnitud de los desafíos requiere respuestas basadas en el conocimiento científico, la innovación en arquitectura y urbanismo, la participación ciudadana y la colaboración multidisciplinar con ambientólogos, ecólogos, ingenieros, economistas, economía social, etc...
La Nueva Bauhaus Europea nos ofrece una oportunidad para demostrar estas ideas del Nuevo Pacto Verde y construir pilotos que re-imaginen y reconstruyan nuestros entornos de manera que sean más armoniosos con la naturaleza y resilientes frente al cambio climático. Solo así podremos volver a aterrizar en la tierra, como indicaba Bruno Latour, reencontrarnos con la naturaleza y asegurar un legado digno para quienes vendrán después de nosotros.