Bruselas quiere extender la prohibición de fumar en espacios abiertos a los cigarrillos electrónicos y dispositivos de tabaco calentado. La Comisión Europea ha recomendado a los países miembros que tomen medidas para proteger a los fumadores pasivos del humo del cigarrillo y los aerosoles que emiten las alternativas libres de humo como los vapers. “No es lo mismo vapear que fumar”, nos explica con contundencia Miguel de la Guardia, catedrático de Química Analítica de la Universidad de Valencia, que reclama una regulación más matizada y basada en evidencias científicas.
"Quemar materia orgánica no es lo mismo que calentarla o producir un vapor a partir de una disolución", nos explica. Y esa diferencia es crucial para entender por qué los riesgos para el fumador pasivo también son distintos.
Evidencias científicas: menos emisiones nocivas
De la Guardia ha publicado más de 900 trabajos en revistas del Science Citation Index y es editor jefe de ‘Microchemical Journal’, de Elsevier, además de ser miembro del consejo editorial de varias revistas especializadas. En la Universidad de Valencia ha llevado a cabo estudios exhaustivos en los que han medido la calidad del aire antes, durante y después del consumo de diferentes productos en fumadores activos y pasivos, en espacios cerrados. Las conclusiones son contundentes y apuntan diferencias enormes entre las llamadas alternativas libres de humo y los cigarrillos convencionales.
Miguel de la Guardia, catedrático de Química Analítica de la Universidad de Valencia
Cuando se comparan los datos del tabaco convencional con los de los vapers (o cigarrillos electrónicos) y el tabaco calentado, las emisiones nocivas se reducen significativamente en estos últimos. Por ejemplo, en el caso de los compuestos orgánicos volátiles, la cantidad exhalada por un fumador activo que utiliza tabaco calentado es diez veces menor que la emitida por un cigarrillo de combustión. En el caso de los vapeadores se reduce a la mitad. Sin embargo, si estamos hablando de fumadores pasivos, es tres veces menor en el caso del tabaco calentado.
Partículas y monóxido de carbono: cifras reveladoras
No es el único parámetro que ha estudiado. También han valorado las partículas en suspensión, que supone 18 miligramos por metro cúbico en el caso del cigarrillo tradicional, 5 miligramos al vapear y 0.03 con los dispositivos de tabaco calentado, 600 veces por debajo de la primera y más perjudicial opción.
Al medir el aliento del fumador pasivo de tabaco calentado, las partículas en suspensión están 3.200 veces por debajo que las de un fumador pasivo convencional.
Otra de las variables que han medido es el monóxido de carbono, que se genera con la combustión. En el caso de los vapers está 14 veces por debajo y en el fumador de tabaco calentado hasta 228 veces menos. Mientras tanto, los fumadores pasivos se sitúan por debajo del índice de detección cuando, en su presencia, alguien vapea o consume tabaco calentado.
“Todos estos datos nos llevan a dar peso a la afirmación: ‘No es lo mismo’". En su opinión, las regulaciones deberían reflejar esta realidad. "Los estudios muestran que estos productos de riesgo reducido exponen a los no fumadores a niveles mucho menores de tóxicos, y en algunos casos, a niveles indetectables", añade.
El desafío de la difusión de información científica
A pesar de la contundencia de estos estudios, De la Guardia admite que los resultados no siempre llegan al público general ni a los legisladores. "Creo que hay un exceso de cuidado por parte de los organismos públicos, e incluso de los médicos", señala. La preocupación, argumenta, radica en que estos dispositivos puedan servir como puerta de entrada al tabaquismo, especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, De la Guardia defiende que es importante distinguir entre el uso experimental y el uso habitual de estos productos, y que los datos no justifican la equiparación con el tabaco de combustión.
El catedrático también lamenta que se haya demonizado a los fumadores, tratándolos como "apestados" en lugar de ofrecerles alternativas menos dañinas. "No podemos prohibir el tabaco de manera absoluta, pero sí debemos educar y ofrecer puertas de salida", argumenta, refiriéndose a los cigarrillos electrónicos y el tabaco calentado como herramientas potencialmente útiles para ayudar a los fumadores a reducir su exposición a los compuestos tóxicos del tabaco de combustión.
Una regulación matizada y basada en ciencia
En lugar de generalizar las prohibiciones, el catedrático reclama una regulación matizada que tenga en cuenta las diferencias científicas entre estos productos y permita a los fumadores acceder a alternativas menos dañinas. "El ideal es respirar aire puro, pero también debemos ofrecer soluciones a quienes tienen una dependencia", sentencia De la Guardia.