El periodista y escritor salmantino Fran Rebollero presenta a ElPlural.com su último libro, Nunca tendrás mis alas, una radiografía de la España actual con sus luces y sus sombras a partir de temas como la corrupción, la prostitución o la toxicidad del amor, y luchas tan presentes como necesarias, como la del colectivo LGTBI o la feminista. “Cuando han ido de la mano, esta sociedad ha avanzado”, tiene claro nuestro protagonista.

Política, conciencia de clase, música y otros tantos términos se entremezclan en esta novela negra y la presente conversación, de las que se puede extraer que este país, afortunadamente, avanza, pero que todavía tiene cuentas pendientes. Y es que, como bien dice el autor, los derechos cuesta mucho conquistarlos y mantenerlos, pero muy poco perderlos.

PREGUNTA (P): Como periodista. Da la sensación de que hay una mayor desconfianza que antaño con los medios de comunicación. ¿Qué podemos hacer para demostrar que somos no solo útiles, sino necesarios? ¿Qué papel desempeña la literatura en este maremágnum?

RESPUESTA (R): Creo que esta crisis de los medios se dilata a partir de la falsa democracia de las redes. Cuando nacen Twitter y otras plataformas cualquier persona podía parecer periodista. A mí me enseñaron en la carrera que había que trabajar con fuentes directas, verificarlas…Cuidar la información, siempre desde la objetividad en pos de la verdad y garantizando la libertad de expresión (artículo 20 de la Constitución) para que los y las ciudadanas estén debidamente informados.

La explosión de las redes sociales o los pseudomedios de comunicación en los que cualquiera puede publicar información sin contrastar machaca la confianza que pueden tener los ciudadanos. Se le hace un flaco favor a la democracia si no trabajamos adecuadamente la información (libre, pero veraz) y si empezamos a valorar cualquier página web como medio. Los medios no solo nos debemos a los anunciantes -que favorecen que podamos desempeñar nuestro trabajo- sino, y sobre todo, al cliente, que nos compra por nuestra reputación. Si esta última se rige por el mero espectáculo como vemos, por ejemplo, en los blogs de extrema derecha, al final nuestro trabajo se puede ver mermado.

Lo bueno que tiene la literatura es que no se basa en el principio de información ni verificación. Por lo tanto, uno se siente mucho más libre.

P: En el libro hablas de las cloacas de la España actual. Irremediablemente se me viene a la cabeza las cloacas de Estado y aquellos años en los que esto ocupaba portadas. Parece que ha habido una evolución pero, ¿qué resquicios quedan?

R: Cloacas sigue habiendo en tanto en cuanto en la última legislatura tuvimos varias comisiones de investigación en el Congreso. Nos damos cuenta, como decía Pedro Zerolo, de que la izquierda podrá gobernar, pero la derecha siempre tendrá el poder. Toda esa corrupción de las cloacas del Estado (caso Villarejo, la Gürtel, relaciones con esas cloacas de la secretaria general de un partido democrático…) han venido vertebrando esa idea de algunas personas de que teníamos una democracia demasiado joven. Al final, una democracia de 40 años está en pañales, aunque tengamos una Constitución que reconoce derechos fundamentales, tampoco todos ni todos los que nos gustaría a los progresistas.

La democracia no se puede hacer por imposición, sino por el camino. Lo hemos visto con las diferentes presidencias del Gobierno, como la del presidente Zapatero, que abogó por políticas sociales y de libertades tanto públicas como individuales, hasta la del propio presidente Sánchez, cuyo gobierno de coalición con Unidas Podemos ha conseguido avances en derechos LGTB -que es también de lo que trata el libro-, sobre la emancipación de la mujer o de la clase trabajadora.

La democracia no se puede hacer por imposición, sino por el camino

P: Tu novela da mucha fuerza a la música, con letras de canciones en varias partes de la misma. Creo que es una idea que, al margen de bonita u original, acerca al lector. Quiero decir, todos asociamos momentos especiales con canciones. No sé si tú lo has hecho con esa idea de que el lector se sienta un poco personaje de la historia.

R: Tenía una profesora en Historia de la Comuncación que siempre me decía que los textos tenían que ser musicales para que la gente fuera enganchando ideas y no se aburriese. Sin hacer spoiler del libro, éste está dividido en varias partes y cada una trata a un personaje de una novela coral, porque no hay un solo personaje. Y hay otra idea que pasa por definir cómo cada actor se enfrenta de una manera ética o poco ética a la vida. Los que forman parte del primer grupo tienen ese sentido más musical, pero también hay gente en la vida mala, y esa para mí no tiene música.

P: Antes de pasar a aspectos más técnicos. Viendo que el libro aborda temas como el poder, ¿el título refleja también un poco la idea de que “¿Puedes tener mucho poder, dinero, pero nunca serás feliz o, al menos, de la manera en la que yo concibo ese sentimiento”?

R: La literatura está llena de símiles en las que poder volar implica tener libertad. Efectivamente, la libertad viene dada de poder vivir con un sentido ético ante la sociedad y la vida que no te lo dan el dinero ni el poder, sino el estar tranquilo contigo mismo y poder dormir todas las noches pensando en que has hecho lo correcto.

P: También habla de corrupción, prostitución o derechos LGTB pero, ¿qué asunto/s crees que trata mejor y a partir de qué personaje/s?

R: El tema principal es la denuncia social contra las vulneraciones de derechos que sufrimos las personas LGTB. Es un tema nuclear y, sin ser autobiográfico, he vivido esa discriminación desde primero de primaria hasta Tercero de carrera. Ya tengo la fuerza de definirme como “maricón” porque es una palabra que han usado para ridiculizarme y ahora me empodera.

La principal intención era la de poner sobre la mesa ciertos temas que nos afectan a las personas LGTBI. Ahora es algo distinto, pero cuando yo tenía 15 o 16 años, no tenía grandes referentes literarios, musicales, etc en este sentido.

Hay otra parte que me parece muy interesante e intento tratar siempre tanto en mis libros como en los medios en los que trabajo o he trabajado: el espacio feminista. Cuando el colectivo LGTB y el feminismo ha ido de la mano, esta sociedad ha avanzado. De hecho, en los últimos años ambas luchas se han separado un poco y la democracia ha cojeado un poco más, pero hay ciertas reivindicaciones del feminismo que el colectivo LGTB tenemos que abrazar.

Una de ellas es que tenemos que ser abolicionistas de la prostitución, porque todas las personas que defienden la regulación de la prostitución o los vientres de alquiler no pertenecen a la lucha trabajadora. Que se creen, en un porcentaje muy alto, que por tener la cartera llena de billetes pueden comprar cualquier voluntad. Ningún deseo se puede confundir con ningún derecho, y esa fue otra de las razones que me motivó a escribir este libro. Creo que el colectivo LGTBI es feminista y abolicionista o vamos a perder el sentido, porque además tenemos que luchar contra el sometimiento de las reglas del capitalismo. Lo único que le queda por conseguir al capitalismo es doblegar absolutamente la voluntad de la mujer. Se pone rostro a todo esto en un personaje de la novela que consume prostitución y compra cualquier tipo de voluntad.

Lo único que le queda por conseguir al capitalismo es doblegar absolutamente la voluntad de la mujer

P: Me has hablado de referentes, pero más allá de los famosos, siempre digo que en nuestra generación los referentes hemos sido nosotros, no tanto a título personal, sino con nuestro círculo de amigos y demás. Hemos sido referentes que, por ejemplo, nuestros padres no tenían sobre temas del colectivo LGTBI, el feminismo o la salud mental. También hay personajes en tu novela en los que, al menos yo, percibo un poco esto.

R: Totalmente… Además, la salud mental en el colectivo LGTB es un derecho social de tercera generación. Hemos vivido situaciones límite, en las que eras el único maricón de clase, la única persona trans que no podía expresar su identidad de género porque te insultaban, apaleaban o incluso violaban… y al final te creabas una coraza mental para poder sobrevivir que identifico en todas las personas homosexuales cuando crecen, a raíz de los episodios de cuando eran niños.

Yo soy homosexual, nunca me he escondido ni tengo que hacerlo, pero cuando a una persona homosexual la agredían e iba a casa y poco menos que le decían de poner la otra mejilla, provocaba un sentimiento de resiliencia que no es gratuito. En definitiva, es importantísimo apostar por la salud mental. Este Gobierno acaba de crear un comisionado para ello. Es un paso para algo que cuando éramos pequeño estaba muy apartado y que ahora empieza a preocupar a la gente.

Todo lo que vives en la infancia te marca, por mucho que vayas después a un especialista o te mediques. Y tus formas de responder a determinados escenarios contesta a momentos de la infancia. Es algo extrapolable a cualquier persona, más allá del colectivo, y todavía tenemos mucho que avanzar como sociedad. Se me viene al recuerdo el caso de Itziar Castro y los insultos absolutamente deleznables que sufrió cuando falleció sencillamente por su condición física. Nadie debería cargar con mochilas que no le corresponden.

Cuando a una persona homosexual la agredían e iba a casa y poco menos que le decían de poner la otra mejilla, provocaba un sentimiento de resiliencia que no es gratuito

P: ¿Qué se va a encontrar la gente que compre tu libro? Me gustaría que centraras la respuesta también en el nepotismo político, al tratarse del punto de la novela del que menos hemos hablado.

R: Sobre todo con un libro de política universitaria. A veces pensamos que la política se hace en el Congreso o el Senado, pero la que afecta de manera más directa a la gente es la que más abajo está. Es una novela negra que expone una historia de superación de uno de los personajes principales, que aborda una investigación policial con los elementos típicos de este tipo de género (una muerte en circunstancias extrañas, un detective, el desarrollo de la historia  y un final inesperado). Acompaño al lector con la música que me ha acompañado a mí en la redacción, como hemos dicho, con ciertos toques líricos. Y, por encima de todo, es un libro en el que confluyen los diferentes estados de la maldad humana: nadie es del todo malo ni bueno, pero la maldad está graduada en la sique humana y aparece en las miserias que se relatan.

P: Un mensaje optimista partiendo de la política de calle. En un mundo en el que parece que la gente ha perdido el interés por lo que sucede a su alrededor, de repente te mueves en determinados círculos y ves que esto tampoco es la realidad. Que hay personas que luchan por sus derechos, que cada 8M hay más mujeres que salen a la calle, que el colectivo LGTB persiste por mantener sus derechos y ganar más, que los universitarios no se conforman, que la gente clama contra la corrupción etc. Y todo ello a pesar de que seguimos viendo recortes o intención de recortes, no solo por parte de la extrema derecha, sino también de la derecha. Un ejemplo reciente: la nueva ‘ley trans’ de Ayuso. Que no estamos tan mal… O eso quiero pensar.

R: El 23 de julio tuvimos la oportunidad de expresar lo que quería este país, después de que el 28 de mayo las urnas se llenaran de derecha y extrema derecha y los gobiernos autonómicos y locales cambiaran en muchas circunstancias de color. La sociedad española entendía que lo que nos unía era más importante que lo que nos separaba y que los derechos conquistados no se podían dejar de lado.

Además, en el momento en que vivimos hemos vuelto a tener conciencia de clase. Durante los últimos 20 años la gente se creía que era clase media porque se podía comprar un coche a 45 plazos y una casa hipotecada a 60 años. Sin embargo, las crisis de 2007 y de la pandemia nos han demostrado que no hay tanta clase media como pensamos, que somos mucha más clase trabajadora de la que creíamos. Y ha creado una generación de jóvenes, entre los que me incluyo, mucho más activo y combativo contra las injusticias. Hemos vuelto a entender quién oprime y quién es el oprimido (…) Que ninguno somos herederos de la empresa. Ojalá el trabajo fuera definitivo, pero nunca lo es. Cuando pueden nos echan y cuando queremos, nos da miedo irnos.

La extrema derecha acostumbra a decir que durante la Transición hubo más libertad que en la actualidad porque Arévalo podía hacer chistes sobre gangosos, maricones o mujeres maltratadas. No había más libertad, en la Transición murió mucha gente, y ahora hay más conciencia, porque entendemos que lo que a una persona la ridiculiza, no le hace gracia, sino daño. La evolución se nota desde el lenguaje inclusivo hasta las calles. La respuesta de las calles al 8M, aunque Jiménez Losantos insistiera en llamarlo infectódromo, es brutal. Ya nadie se cuestiona que la revolución feminista debe avanzar, que el Gobierno tiene la obligación de aprobar una ley de paridad, ni que los derechos laborales de las personas LGTB tienen que avanzar. Y desde la lucha sindical también trabajamos para que el colectivo, las mujeres, los migrantes tengan su espacio. No queremos más derechos. Queremos los mismos.

Hemos vuelto a tener conciencia de clase

En la Constitución, por la que tanto alzan la voz, el artículo 14 dice que todos los españoles somos iguales materialmente ante la ley (menos Felipe VI), y el 9.2 obliga a los poderes públicos a desarrollar políticas para que todas las personas accedan en las mismas condiciones y en plenas garantías a la sociedad. El Gobierno de coalición ha agarrado este artículo con ganas, más allá de las discrepancias entre ellos y la sociedad civil -cada vez nosotros exigimos más- y a pesar de un CGPJ caducado. Ese trabajo nos garantiza que la democracia existe y avanza.

P: ¿Cómo percibes tu evolución como escritor? ¿Qué evolución has notado?

R: Creo que antes era más pretencioso y ahora tengo los pies mucho más pegados al suelo. Noto también que denuncio con más vehemencia mis ideas, mostrándome más intolerante con la intolerancia. Los periodistas tenemos que luchar contra las injusticias, de lo contrario seríamos mecanógrafos. También noto que he mejorado con el lenguaje y entendido mejor lo que quiere decir cada palabra.

La extrema derecha acostumbra a decir que durante la Trnsición hubo más libertad que en la actualidad porque Arévalo podía hacer chistes sobre gangosos, maricones y mujeres maltratadas

P: Una frase para resumir esta conversación

R: Nos queda mucho por avanzar todavía, aunque el terreno está sembrado para ello. Vemos en los países de nuestro entorno que la democracia es muy difícil ganarla, pero muy fácil perderla. Y tenemos que luchar como sociedad, e individualmente, en mi caso como periodista o escritor para que eso no pase.