El combate contra el tabaquismo ha sido una prioridad constante en salud pública a lo largo de las últimas décadas, y los avances en políticas para reducir su prevalencia son indiscutibles. Sin embargo, un reciente estudio que he tenido el honor de dirigir desde la Universidad de Linköping desafía varias nociones convencionales sobre la nicotina, abriendo la puerta a la posibilidad de replantear las políticas sanitarias en Europa.
Con más de 30 años dedicados a la investigación en áreas como la obesidad, la diabetes y, más recientemente, los efectos de la nicotina, he podido explorar la diferencia fundamental entre el humo del tabaco y la propia nicotina. Esta distinción, que ha sido pasada por alto en estudios previos, es esencial para comprender mejor cómo las políticas deben adaptarse para abordar el consumo de nicotina sin la carga del humo tóxico.
En mi investigación, junto con un equipo de estudiantes y colegas, nos centramos en los efectos de la nicotina a través del uso de snus, un producto de tabaco sin combustión legal en Suecia, pero prohibido en gran parte de Europa. A través de estudios controlados con estudiantes de medicina, aislamos el impacto de la nicotina comparándola con otros factores como el alcohol. Los resultados fueron sorprendentes: el consumo de snus causó un aumento leve de 6 mmHg en la presión arterial, algo comparable al efecto de una taza de café. Este hallazgo refuerza la idea de que la nicotina por sí sola no conlleva el mismo riesgo cardiovascular que el humo del tabaco.
Lo más revelador fue observar que los usuarios regulares de snus tendían a tener una presión arterial más baja que los no usuarios. Este dato desafía la visión tradicional que asocia la nicotina con un riesgo cardiovascular significativo, una idea ampliamente aceptada por décadas.
Lo más destacado de estos resultados es que, a pesar de las preocupaciones históricas sobre los efectos de la nicotina, los datos sugieren que su impacto es menos perjudicial de lo que se había creído, especialmente cuando se compara con los efectos devastadores del tabaco fumado. En Suecia, donde el tabaquismo ha disminuido considerablemente gracias al uso de alternativas como el snus, las tasas de enfermedades relacionadas con el tabaco son notablemente más bajas que en el resto de Europa. Este fenómeno subraya el potencial de las alternativas sin combustión para reducir el daño a la salud pública.
El cambio en los hábitos de consumo en Suecia ha sido extraordinario. En 1995, las tasas de tabaquismo eran similares a las de otros países europeos, alrededor del 25%. Hoy, el tabaquismo diario ha caído al 5%, una de las más bajas de Europa y del mundo. Este cambio se ha logrado gracias al uso de snus, producto utilizado regularmente por alrededor del 20% de los hombres suecos, en contraste con solo un 1% de las mujeres. Como resultado, las tasas de enfermedades relacionadas con el tabaquismo, como el cáncer de pulmón y las enfermedades cardiovasculares, son mucho más bajas en Suecia que en el resto de Europa. La tasa de mortalidad por cáncer de pulmón, por ejemplo, es menos de la mitad de la media europea.
Este modelo de "reducción de daños" adoptado por Suecia, que fomenta el uso de snus y otras alternativas sin combustión, ha sido clave en la disminución del tabaquismo en el país. En comparación con el 23% de la población de la Unión Europea que fuma regularmente, solo el 5% de los suecos lo hace. A pesar de las críticas, el snus ha demostrado ser una herramienta efectiva para reducir los riesgos asociados con el tabaco convencional.
Es importante reconocer, sin embargo, que la nicotina sigue siendo una sustancia adictiva y, aunque sus efectos en la salud puedan ser menos perjudiciales que los del tabaco fumado, no está exenta de riesgos. El consumo de productos con nicotina no debe incentivarse indiscriminadamente, especialmente entre los jóvenes. En este sentido, hago un llamado a la prudencia: aunque los hallazgos sugieren que los riesgos para la salud asociados con la nicotina son menores que los del tabaco, las políticas deben ser diseñadas cuidadosamente para proteger a los más jóvenes y evitar que el consumo de nicotina se normalice.
Uno de los principales obstáculos para implementar políticas de reducción de daños es la resistencia institucional y la falta de investigación objetiva sobre los efectos de alternativas como el snus. La falta de estudios comparativos en contextos culturales y socioeconómicos diferentes al de Suecia ha creado un vacío en la evidencia científica que podría ayudar a desarrollar políticas mejor fundamentadas. Este estancamiento científico es especialmente problemático para los profesionales de la salud, quienes carecen de directrices claras para asesorar a los pacientes que desean dejar de fumar o reducir su consumo de tabaco.
Además, las políticas actuales de la Unión Europea siguen siendo reacias a adoptar enfoques similares al sueco, debido a preocupaciones sobre los posibles riesgos del snus, como el cáncer oral o la dependencia de la nicotina. Sin embargo, los datos epidemiológicos de Suecia continúan siendo un modelo crucial que debería inspirar una revisión más profunda de las políticas de control del tabaco. Es imperativo que la comunidad científica y los responsables políticos superen la polarización y consideren la evidencia con una mente abierta, a fin de avanzar en soluciones que realmente protejan la salud pública.
En este contexto, el modelo sueco también ha demostrado beneficios económicos. En 2022, el sistema de salud sueco destinó solo el 0,8% de su PIB al tratamiento de enfermedades relacionadas con el tabaquismo, una cifra considerablemente más baja que el 2,5% promedio en la Unión Europea. Este ahorro económico es una prueba adicional de cómo la reducción de daños puede tener un impacto positivo no solo en la salud pública, sino también en la economía.
La ciencia debe estar dispuesta a cuestionar paradigmas y a analizar críticamente nuevas evidencias. Los avances científicos, como los que hemos logrado en la investigación sobre la nicotina, nos brindan la oportunidad de replantear las políticas de salud pública de manera más eficaz. El futuro de la lucha contra el tabaquismo podría depender de adoptar enfoques más flexibles y adaptados a la realidad actual. Países como Suecia, el Reino Unido y Nueva Zelanda muestran que, cuando se toman decisiones basadas en evidencia, es posible reducir significativamente los riesgos asociados al tabaquismo.
Es fundamental que continuemos investigando, debatiendo y adaptando nuestras políticas para proteger la salud de la población y reducir los daños derivados del tabaco. Sin duda, la experiencia sueca debe ser considerada como una referencia para aquellos que buscan soluciones más eficaces frente a uno de los mayores problemas de salud pública en el mundo.