Con una tarde cargada de actos promocionales, Daniel Guzmán nos atiende en un céntrico bar de Madrid. Llega en moto, visiblemente cansado, pero con una sonrisa en la cara por poder hablarnos de su opera prima y de todo lo que está ocurriendo en su vida. “Un poco agobiado, pero a ver si se canaliza todo y si todo va bien. Cuando hay tantos momentos de estrés y de angustias lo único que piensas es que va bien la película”.

A cambio de nada ha sido la gran triunfadora en el Festival de Málaga donde consiguió cuatro premios, el de mejor película, mejor director, mejor actor de reparto y el premio de la crítica. ¿Esperabas este éxito?
Uno siempre tiene esperanza en que te reconozcan tu trabajo, sobre todo cuando llevas tantos años dedicados a él. En Málaga se dieron tanta cantidad de premios y se valoró tanto la película que fue una satisfacción absoluta pero también, en algún momento, me descolocó que la crítica y el jurado coincidiesen y que hubiese tal reconocimiento del público en la sala.

También puede ser que como llevo tanto tiempo trabajando en esta historia (10 años nos cuenta) y dejé mi carrera de actor por ella, todo se vive más intensamente porque te juegas mucho.

Ante este éxito en Málaga ¿Te veremos levantando Goya?
La verdad es que el camino ha sido muy bonito, estamos en la recta final, aunque queda la distribución internacional, así que un reconocimiento de tus compañeros sería un honor y una satisfacción personal más que la profesional porque, en el fondo, somos una gran familia. Pero tampoco quiero pensar demasiado en ello, si les gusta la película a los académicos muy bien y si no, la película en sí ya ha tenido un recorrido muy bueno, aunque sería un final de trabajo muy grande.

La película trata sobre la historia de Darío cuyos padres se separan, cada uno quiere que testifique contra el otro y al final decide irse de casa, pero sin separarse de su amigo de toda la vida, Luismi. Sin entrar más en la historia, ésta recuerda al corto Sueños, con el que ganaste el Goya en 2004 y que también trata sobre dos amigos, aunque más pequeños. ¿Podría considerarse A cambio de nada una continuación de Sueños?
El corto habla de la adolescencia, de un periodo de iniciación muy concreto que es muy importante para mí por las experiencias vividas y donde radica una parte muy importante de la personalidad. Pero en la película quise ir más allá, hay una base que habla de la adolescencia, pero también de la vejez, es una historia de amistad intergeneracional donde el personaje protagonista que tiene quince años es el nexo entre uno de 52 y otro de noventa años.

En el fondo es una historia de amistad que abarca mucho más, es más ambiciosa porque no se centra solo en la adolescencia y ésta actúa de eje vertebral de toda la historia; aunque se habla de muchas más cosas como la vejez, la soledad, personajes que necesitan afecto y se buscan unos a otros.



En la Memoria de Intenciones de la película, escribes que “compartir nuestras propias experiencias nos ayuda a conocernos y entender un poco mejor el mundo que nos rodea”. ¿Qué hay de Daniel Guzmán en el personaje de Darío?
Muchísimo, está toda una adolescencia y la película en sí tiene mucha exposición personal, en el fondo te desnudas ante los demás porque precisamente es lo que creo le da sentido al cine, compartir nuestras propias experiencias y así vas a tener un punto de vista más cercano que pueda conectar con el espectador. En el fondo hacer cine es que yo te cuente mi historia, que tú me cuentes la tuya.

El personaje de Antonia, una anciana que recoge muebles abandonados y que conoce Darío al escaparse de casa, está interpretado por tu propia abuela, Antonia Guzmán, de noventa años. ¿Por qué la elegiste a ella y no optaste por alguien con experiencia?
Como he dicho, en la película no quería hablar solo de la adolescencia, quería ir más allá. El personaje que habla de la vejez siempre tuve claro que fuese mi abuela porque creo que tiene esa verdad, esa humanidad, esa luz y siento especial admiración por ella, por su valentía. Todos estos rasgos le venían muy bien al personaje que quería definir. Está hecho por y para ella.

Entonces, esta película es autobiográfica, pero no para hacer un homenaje a una parte de mi vida. Utilizo a mi abuela en beneficio de la historia y ella interviene como una de las piezas fundamentales para contarla y que emocione, divierta y, en algún aspecto, te haga reflexionar.

También es cierto que personajes como mi abuela, de 93 años poniéndose delante de la cámara, salvo que lo conozcas mucho no los vas a encontrar con la verdad y con la autenticidad que sabía que tenía muy ella y que utilicé para que conectase con el público.

La película está dedicada a tus padres. ¿Por qué a ellos?
En la película, los padres de Darío son el detonante que arranca la historia. Y la película también habla de la familia, de la desestructuración y como si se produce de una forma o de otra puede afectar a un niño. Los padres son otro de los elementos fundamentales de la película y, otra vez, yo me baso en mis propias experiencias por lo que puede que gracias a mis padres haya contado esta historia, gracias a ellos soy quien soy y por eso se la he dedicado.

Mis padres también se separaron por eso es una película autobiográfica en casi todos los sentidos.

Seguramente estás harto de que te lo recuerden, pero no puedo dejar de preguntarte por tu aparición en la serie Aquí no hay quién viva. ¿Ha influido de alguna forma tu paso por el rellano más famoso de España en tu faceta como director?
Pues la verdad no lo sé, al final a uno inconscientemente le influye todo. Los cineastas somos como niños, esponjas que adquirimos todo tipo de conocimientos que vamos canalizando a través de nuestra personalidad en unas historias o en otras.

Supongo que de Aquí no hay quien viva, como de otros muchos personajes, me habrá influido la comedia, por ejemplo, para darle ese punto de humor que tiene la película. De cada serie y de cada personaje hay algo que, inconscientemente, incorporo a mis propias experiencias como guionista o como director.

Todo en el fondo influye, sobre todo a la hora de dirigir a los actores, que es lo que más me apasiona.



 

Sobre la dirección de actores, ¿fue complicado trabajar con los dos jóvenes protagonistas, uno de 19 y otro de 18 años en la vida real y sin experiencia previa?
Hitchcock decía que no debía uno tener ni niños, ni animales ni ancianos en un rodaje y yo soy con los que más cómodo me siento trabajando porque juegan, imaginan, y entran en la situación desde el principio, lo que puede conectar con el público de una manera absoluta.

El dilema es cómo casas esto con actores profesionales como Luis Tosar, Fernando Albizu, Felipe Véler, Miguel Rellán. Entonces es un proyecto ambicioso, es un reto a nivel de dirección actoral, pero era el resultado que yo buscaba, la credibilidad y que entre unos y otros al unirles diera como resultado la película.

Además de director, eres el productor de la película. ¿Cómo ves la situación en España para dedicarse a crear cine?
En mi caso ha sido muy difícil porque en España necesitas a una televisión para financiar un proyecto o un 30% del Ministerio de Cultura. Cuando uno no tiene nada de eso tienes que buscarte la vida en la financiación privada, pero ésta no tiene unas exenciones fiscales en este país, salvo en el País Vasco y Canarias, que sea atractivo para un inversor. Si a todo esto le unes la época de crisis absoluta y devastadora que ha tenido este país cuando yo puse el proyecto en marcha hace que tarde tanto en levantarlo, tres años.

Al final lo hice de forma hasta extraña e inexplicable. Fue gracias a la ayuda de gente como La Competencia, que es la productora, dos amigos que pusieron su propio patrimonio con un riesgo absoluto o gracias a una escuela de preparación del MIR. Gente que creyó en el proyecto, de una forma incondicional lo apoyaron porque vieron que era vital para mí y creyeron en la historia que leyeron. Pero esto no suele pasar, si no tienes los pilares de una financiación tú vas con un riesgo absoluto que es muy difícil recuperar.

Cuando entra Warner la película ya está hecha, pero gracias a ellos, una buena distribuidora que cuida la película, ésta puede llegar a los cines. Si no la hubiese tenido habría estrenado en dos salas. Es muy duro hacer cine, es un país muy complicado, pero tenemos la necesidad de contar historias y hacemos lo que sea por ello.

¿Qué les pedirías a los políticos para el cine español ante las elecciones generales del 20 de diciembre?
Que lo separen del poder político. El cine es un arma arrojadiza para algunos partidos políticos y a veces se ve como un enemigo y yo les pido que, ya que viajan tanto por Europa, que se fijaran en el modelo francés, en el noruego, alemán, donde el cine es independiente, donde ellos sienten orgullo por su cine y lo llevan a otros países con su marca.

La industria cultural debe ser independiente del poder en general, pero igual que en el caso del poder judicial, tú no puedes llegar cuando ganas las elecciones y colocar a tus magistrados como vocales del Consejo General del Poder Judicial.

¿Crees que la clase política tiene miedo a que, desde el cine, se muestren las cosas que hacen mal?
Claro porque el cine, el teatro y la televisión, en algunos casos, son un espejo de la realidad. Entonces ellos creen que, como es un elemento crítico lo ven como un enemigo y quieren que tenga menos altavoz. Pero nosotros no somos enemigos de nadie, lo único que generamos es cultura, entretenimiento e historias.

Creo que el Gobierno debe sentirse orgulloso de la industria cultural que tienen, es momento de ir de la mano y de no utilizar políticamente a la cultura.