Aparentemente, todo comenzó en el invierno de 2007. El artista John Maloof, un joven además apasionado de la historia, estaba envuelto en una investigación sobre Chicago y adquirió, en una subasta, un alijo de negativos con imágenes de los barrios y la gente de esa ciudad, correspondientes a las primeras décadas del siglo XX. Pagó 380 dólares por el lote, escaneó parte de las instantáneas y comenzó a publicarlas en un blog. Las fotos no tardaron en llamar la atención, incluso se hizo eco de ellas The New York Times. Eran unas espléndidas fotos, frescas y, sensibles, que retrataban niños, espacios públicos y personas que vivían en la calle. Maloof emprendió la búsqueda de su autora, y consiguió una pista localizada en una casa de Highland Park. Desde el otro lado del teléfono, una mujer le informó de que la fotógrafa en cuestión, Vivian Maier, había sido niñera suya cuarenta años antes. Y para sorpresa de todos, resultó que Vivian Maier, algo huraña y excéntrica, no era una fotógrafa profesional. La fotografía era una afición que practicaba, con una vieja Rolleiflex de formato medio, de manera autodidacta y con verdadero ahínco, pero muy en secreto. Inmortalizaba a los niños que cuidaba, a limpiabotas, a mujeres de vida acomodada y a sí misma, se conservan gran cantidad de autorretratos suyos. Desde que Maalof, su aliado post mortem, mostró al mundo la obra de Maier, y hasta filmó un documental narrando su fascinante historia que le granjeó un Oscar, los trabajos de la fotógrafa recorren el mundo, y se ubican a la altura de grandes de la cámara del siglo XX, como Diane Arbus y Robert Frank. Ahora, en la Fundación Canal de Madrid, en el marco de Photoespaña, se expone, hasta el 16 de agosto, la primera gran exposición de Vivian Maier en nuestro país. Un total de ciento veintiséis fotografías y nueve películas en super-8 que captan el ambiente urbano de Nueva York y Chicago de la segunda mitad del siglo xx. https://www.youtube.com/watch?v=2o2nBhQ67Zc