Concluye esta 80 edición de la Feria del Libro de Madrid. Quien no la conozca se pierde uno de los eventos, alrededor del libro, los escritores y los lectores, más insólitos del mundo. Considerada la segunda más grande a nivel internacional, en su categoría e importancia, sólo detrás de la de Guadalajara en México, supone todo un acontecimiento anual de intercambio entre editores, autores, librerías y, sobre todo, lectores. Digo esto porque, a pesar de los complejos nacionales, resulta que, dos de los fenómenos literarios más importantes a escala mundial suceden en español. Lejos de otras ferias, como la de Frankfurt, o la de Miami, más enfocadas a los agentes literarios y las editoriales, la de Madrid se ha convertido en una tradición para que los madrileños y los foráneos que ya la conocen o la descubren, acudan a encontrarse con sus escritores favoritos, o a conocer nuevos.

Esta edición no ha escapado de las anomalías impuestas por la maldita pandemia, ni esta nueva anormalidad”, concepto que acuñé en uno de mis artículos en este periódico hace muchos meses y luego he visto utilizado, por no decir “apropiado” como título de un libro, precisamente en la Feria, sin citar fuentes. Cosas de la contemporaneidad literaria más canalla…Pero por volver al tema de las anomalías de esta edición, para empezar porque debió celebrarse el año pasado, que se anuló, y en este 2021 ha debido trasladarse fuera de su fecha habitual, que es el último fin de semana de mayo y las dos primeras semanas de junio, a este septiembre preotoñal. Las medidas de confinamientos perimetrales aún estaban vigentes, no se sabía muy bien el camino que iba a seguir la situación, y se prefirió trasladarlo. Con todo, ha resultado un éxito, como en años anteriores, pues había ganas de recuperar esta fiesta de las letras, a pesar de que la organización ha sido un poco rocambolesca. Digo esto porque, como medida de control y seguridad, había un acceso de entrada con contador de público, que organizó colas y apelotonamientos de personas de más de tres horas. Cosa un tanto absurda, en un espacio al aire libre como es el Parque del Retiro donde se celebra la feria, en el que, aunque con mascarillas, se ha generado más problemas y contactos con las aglomeraciones de personas en las colas que lo que hubiera supuesto el libre circular entre las casetas. No es que me parezca mal que se tomen medidas. No sólo no he sido negacionista, sino que he apoyado y difundido las medidas de seguridad pero, empiezo a estar un poco harto de que se nos perjudique, siempre, a las personas de la cultura, mientras que los metros, los autobuses, los trenes y los aviones, van llenos, se venden todos los pasajes, siendo espacios cerrados, y no pase nada. Debe ser que en Madrid, con sus actuales regidores en el ayuntamiento y en la Comunidad, la “libertad” es para hacer botellones o para tomar cañas en el interior de los locales, pero no para encontrarse, al aire libre, con los escritores. De hecho mucha gente no pudo acceder, en especial los fines de semana, y otros, debieron soportar, estoicamente, colas de hasta tres horas. Lo comprendo; los escritores somos gente peligrosa, críticos, hacemos pensar, y eso no les conviene a los apóstoles y beneficiaros de la posverdad, también llamada mentira emotiva. Debemos estar controlados, porque pensar críticamente es más contagioso que un virus…Otro virus de estulticia ha pululado por muchas casetas entre televisivos, no me refiero a los que escriben sus propios libros sino a los que ponen la cara a los que les escriben otros, youtubers, instagrammers, y fauna varia de la mentecatería contemporánea, que está degradando el ecosistema literario con una enorme ayuda de editoriales que hasta hace poco eran serias. Entre los consagrados y autores de bestsellers varios, de mayor o menor valía, yo me quedo con las voces más nuevas o pujantes de las últimas hornadas como Jorge Pozo Soriano, poeta y autor de literatura infantil y juvenil, Eduardo Herrera-Baullosa, probablemente el mejor poeta cubano de su generación en este momento, Raquel Lanseros, premio nacional de la crítica de Poesía, o Elízabeth Echemendía, una de las voces más jóvenes y prometedoras de la última hornada de la poesía cubana.

Ha habido otras polémicas alrededor de la Feria, como la suscitada por el intento de las autoridades colombianas de controlar el discurso de los autores invitados. Colombia y su literatura eran los invitados de honor de esta edición, y a la sombra del prestigio de la narrativa colombiana, con la figura omnipotente de Gabriel García Márquez como santo patrono. Se pretendió que fuera este género el protagonista, ante el enfado de los poetas, maravillosos poetas colombianos, que alzaron su voz al respecto. La política, una vez más, suele intentar servirse de la cultura, cuando sólo debería servirla, pero los intelectuales, salvo algunos que son muy versátiles en el cambio de chaqueta, no solemos ser dúctiles a la manipulación. Voces como las de Adriana Hoyos, María Gómez Lara, Frank Báez-en su doble vertiente de poeta y narrador-, o la poeta Andrea Cote, disertaron sobre los itinerarios de la actual poesía y literatura colombiana, y leyeron sus textos. Coincidiendo con la Feria nos llevamos también el sobresalto de la última ocurrencia criminal del dictador nicaragüense Daniel Ortega, que ordenó la detención del escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes de las Letras. Ramírez estaba en Madrid, afortunadamente, lejos de las garras de nefasto Ortega, con motivo de las jornadas en Casa de América “Centroamérica Cuenta”, y la presentación de su último libro que narra la represión estudiantil de Nicaragua por parte del antiguo revolucionario convertido en sangriento tirano de manual. Esta ha sido la excusa, ya sabemos que a los tiranos no les gustan los intelectuales, a menos que los tengan domesticados, pero no aquellos comprometidos con la justicia y su tiempo. España, como ha hecho el gobierno de Costa Rica, debería ofrecerle a Ramírez y su familia la nacionalidad, como medida de protección y amparo, como se hizo con el escritor Mario Vargas Llosa en su momento por circunstancias similares. Llosa fue de los primeros en sumarse al apoyo solidario con Ramírez, así como toda una pléyade de escritores, algunos de los cuales, por cierto, habían mirado hacia otro lado hasta anteayer en el tema nicaragüense por presuntos motivos ideológicos. Es curioso que ahora se sumen, y no hayan contado con los que llevábamos años levantando la voz por el pueblo y los creadores centroamericanos; debe ser que ahora, ante el escándalo, y que algunos no se pierden una foto, no querían faltar. Bienvenidos, en cualquier caso a la suma de una causa justa. Deseemos, en estas últimas horas de la Feria, que más se enganchen a la lectura, que ensancha mente y corazón, que falta nos hace en tiempos tan anómalos y volcánicos…