Toda organización en expansión acaba mostrando sus fisuras. En el caso de Vox, esas tensiones han quedado al descubierto a través de una serie de grabaciones filtradas que documentan el choque entre la dirección del partido y Revuelta, una de sus plataformas juveniles. Los audios no solo revelan un conflicto interno, sino que permiten observar con nitidez los mecanismos de control activados por la formación cuando se enfrenta a una crisis: presión, disciplina y una estrategia clara de cierre de filas.
Las conversaciones, publicadas en exclusiva por ElPlural.com desde principios de diciembre, recogen diálogos entre dirigentes de primer nivel de Vox y responsables de Revuelta, la organización juvenil surgida bajo su paraguas ideológico. En este sentido, cabe destacar que tras los audios destapados por este medio, otras cabeceras como 'El Mundo', 'La Razón' o 'The Objective' han seguido publicando conversaciones que prueban que la formación ultra intentó tapar este conflicto antes de que les estallara. En ellas participan altos cargos nacionales, eurodiputados y diputados en activo, que debaten cómo gestionar el desvío de fondos procedentes de una campaña solidaria para las víctimas de una DANA en Valencia. Lo que comenzó como un desencuentro con un grupo afín acabó convirtiéndose en una crisis con implicaciones políticas, judiciales y éticas, con una pregunta central aún sin respuesta: qué ocurrió con los más de 90.000 euros recaudados con fines humanitarios.
Desde las primeras denuncias hasta las dimisiones internas y el cruce de acusaciones entre antiguos colaboradores, los audios permiten reconstruir los movimientos internos del partido de Santiago Abascal. Las grabaciones muestran la implicación directa de la cúpula en la gestión del conflicto, el diseño de estrategias para contener el escándalo y el intento de mantenerlo en el ámbito privado. En este contexto, resulta clave identificar a los protagonistas de la trama y analizar qué revelan sus propias palabras —a menudo pronunciadas con crudeza— sobre el funcionamiento interno de Vox y su entorno ideológico.
Jaime Hernández: de promesa interna a foco del conflicto
Jaime Hernández fue uno de los rostros más visibles en el nacimiento de Revuelta. Ha trabajado durante años en la estructura de Vox, especialmente en el área de comunicación, acompañando de cerca a Santiago Abascal. Su perfil —joven, ultracatólico, patriota— encajaba con el imaginario que el partido proyectaba hacia sus bases más jóvenes. En paralelo, impulsó la plataforma juvenil que acabaría cristalizando en Revuelta, una organización que movilizó a miles de simpatizantes en protestas como las de Ferraz tras los pactos del PSOE con Junts y ERC.
En los audios revelados por ElPlural.com, Hernández aparece como la figura que se resiste a disolver Revuelta bajo las condiciones impuestas por Vox. Defiende la necesidad de realizar una auditoría externa sobre los fondos recaudados para la DANA y rechaza la opción de cerrar la organización sin rendición de cuentas. Su posición tensionó su relación con el partido, que lo señala indirectamente como responsable de una gestión opaca. Para sus aliados, en cambio, representa la voluntad de proteger un proyecto autónomo ante las injerencias de la dirección.

Pablo Gasca: el puente roto entre Vox y Revuelta
Pablo Gasca —secretario general de Revuelta y responsable de marketing digital en Vox— era considerado un nexo entre ambas estructuras. Su doble condición como dirigente juvenil y empleado del partido lo situaba en una posición delicada, pero también clave. En una de las grabaciones publicadas por ElPlural.com, protagoniza una tensa conversación con Montserrat Lluís en la sede de la Fundación Disenso, en la que esta le confirma que Abascal conocía el problema con los fondos desde hacía meses.
Gasca propone alternativas para aclarar las cuentas, incluida una auditoría por parte de Deloitte. Pero se niega a firmar un documento que reconocía presuntas irregularidades, lo que terminó de romper la vía del entendimiento con Vox. Su negativa fue interpretada por la dirección como una deslealtad, y poco después comenzó la ofensiva pública del partido contra él y Hernández. Gasca, sin embargo, ha defendido su postura: transparencia antes que sumisión.

Montserrat Lluís: la emisaria de la cúpula
Con un perfil discreto pero gran influencia interna, Montserrat Lluís ha sido una figura clave en el intento de Vox por controlar los daños del caso Revuelta. Como secretaria general adjunta del partido, se convirtió en una de las responsables de “encauzar” la situación, tal y como se desprende de los audios difundidos. En su conversación con Gasca, reconoce que Santiago Abascal había estado al tanto de los problemas contables y que ella y Buxadé recibieron el encargo de resolverlos.
Su papel revela hasta qué punto la dirección del partido estuvo involucrada desde el inicio. Las propuestas discutidas —desde donar el dinero sobrante a residencias de mayores hasta “hacerse un Alvise”— muestran una estrategia orientada más a proteger la imagen pública de Vox que a esclarecer lo ocurrido con los fondos. Lluís encarna, en este caso, la vía pragmática del partido para apagar el incendio sin hacer demasiado ruido.

Manuel Mariscal: disciplina y motosierra

Jorge Buxadé: el estratega en la sombra
Vicepresidente de Acción Política y eurodiputado, Jorge Buxadé es uno de los cerebros políticos de Vox. Su nombre aparece en varias conversaciones como parte del núcleo que estaba informado de la situación y que dio el visto bueno a la disolución de Revuelta. Arturo Villa, en particular, menciona que fue Buxadé quien prometió que, si los responsables juveniles accedían a cerrar la organización, no habría represalias ni denuncias: "Muerto el perro, se acabó la rabia".
Esa promesa —según los implicados— fue incumplida cuando Vox decidió emprender acciones legales. El rol de Buxadé muestra la doble cara de la operación: el intento de resolver la crisis internamente con pactos informales y, ante la negativa de los jóvenes, la activación de una estrategia de ruptura y señalamiento público. Como otros líderes del partido, su implicación desmiente la narrativa de que Revuelta era un ente totalmente independiente.

Arturo Villa: del colaborador al denunciante
Arturo Villa —asesor de Vox en Bruselas y vicepresidente de Revuelta— fue uno de los principales protagonistas de los audios. Su tono en las grabaciones es claro: admite que los fondos recaudados para la DANA no se destinaron a su fin previsto y plantea distintas fórmulas para cerrar la organización de manera “limpia”. Entre ellas, menciona contratar a un abogado con parte del dinero solidario o hacer una donación simbólica para justificar la desaparición.
Sin embargo, tras fracasar en su intento de convencer a Hernández y Gasca, dimitió y presentó una denuncia ante la Fiscalía. A ojos del partido, se convirtió en una pieza útil para dar por cerrado el conflicto con una línea oficial que apuntaba a los responsables juveniles como únicos culpables. Para otros, su paso al frente supuso una traición orquestada desde Bambú. Sea cual sea la interpretación, su figura es clave para entender cómo estalló el escándalo y por qué el partido terminó recurriendo a los tribunales.

Pau Ruiz (Españabola): el altavoz ultra en las redes
Pau Ruiz, más conocido como Españabola, es un joven asesor de Vox en el Parlamento de Cataluña, muy cercano al líder autonómico Ignacio Garriga. Bajo este alias gestiona una controvertida cuenta en redes sociales, famosa por sus mensajes de extrema derecha (llegó a incluir lemas filonazis que luego eliminó tras acciones legales en su contra). Su perfil combina el activismo digital ultra con tareas de comunicación para Vox, lo que le convirtió en una pieza útil entre la cúpula del partido y su base más joven. De hecho, Españabola participó en la cena clave de marzo (que data del 19, tal y como apunta 'La Razón') junto a Kiko Méndez-Monasterio y Rocío de Meer, donde se planteó apartar al líder de Revuelta y tomar las riendas de la organización juvenil.
Además, su vínculo personal con Revuelta es directo: Elsa Almeda, portavoz nacional de dicha plataforma (así mismo se presenta), es su prometida. Esta conexión privada y profesional explica que Pau Ruiz fuera uno de los encargados de tender puentes (o ejercer presión) entre Vox y los jóvenes de Revuelta en pleno conflicto.

Kiko Méndez-Monasterio: el hombre para todo de Abascal
Kiko Méndez-Monasterio es algo más que el asesor áulico de Santiago Abascal: es su hombre de confianza desde antes de la irrupción de Vox en 2018, operando entre bambalinas con un poder casi omnímodo. Periodista de origen (vinculado al desaparecido grupo Intereconomía), cofundador de La Gaceta e ideólogo clave en la fundación Disenso, ha construido junto al clan Ariza un entramado de empresas y think tanks al servicio del proyecto de Abascal. En el caso Revuelta, Méndez-Monasterio aparece como arquitecto de la purga interna: él organizó la polémica cena del 19 de marzo en la taberna Casamata, donde —en tono hostil— cuestionó la gestión de los fondos de Revuelta y planteó “moverle la silla” (es decir, destituir) a su presidente, Jaime Hernández.
Los audios filtrados corroboran que Kiko ejecutó la orden de Abascal de liquidar Revuelta, proponiendo integrarla en el sindicato del partido y silenciar el escándalo a toda costa. Pese a no figurar oficialmente en el organigrama de Vox, su influencia se hace notar: varias fuentes internas atribuyen al tándem Kiko-Ariza la capacidad de decidir ceses y estrategias —un “búnker” de poder paralelo dentro del partido. Además, su implicación personal queda de manifiesto incluso en la esfera familiar: su sobrina Rocío de Meer es diputada nacional de Vox, y su hermano y hermana también ocupan puestos en el partido.

Gabriel Ariza: el empresario del entorno de Vox
Hijo del veterano comunicador Julio Ariza (fundador de Intereconomía), Gabriel “Gabi” Ariza forma parte del círculo de empresarios que orbitan alrededor de Vox. Lejos de los focos parlamentarios, Ariza se ha erigido en socio estratégico de Méndez-Monasterio: juntos fundaron Tizona Comunicación, la empresa que organizó el primer gran mitin de Vox en Vistalegre (2018) y que gestiona el instituto de formación ISSEP, donde imparten clase varios dirigentes del partido. Además, Gabriel Ariza figura como patrono en la fundación Disenso y administra una decena de sociedades vinculadas al ecosistema voxista.
Su rol en el caso Revuelta ha sido entre bambalinas, pero fundamental. Aunque no aparece en las grabaciones, las fuentes señalan que fue parte del “búnker” que diseñó la estrategia de control de daños junto a Kiko. En otras palabras, Ariza habría respaldado la decisión de absorber Revuelta en el sindicato del partido (Solidaridad) y, al fracasar esa integración, optar por la vía dura de las denuncias y la expulsión de los díscolos. Su poder, sustentado en negocios y medios afines, ha contribuido a blindar el relato de Vox durante la crisis: no es casual que antiguos empleados purgados atribuyan sus salidas al tándem Kiko-Ariza, apodo que resume la fusión de estrategia política y empresarial detrás de Abascal.

Rocío de Meer: en la trinchera cultural de Vox
Rocío de Meer, diputada nacional por Vox, representa la facción joven y dinástica del partido. Sobrina carnal de Kiko Méndez-Monasterio, ha estado presente en muchas de las batallas culturales de Vox aportando una imagen fresca y combativa. En la crisis de Revuelta, De Meer actuó como testigo de excepción y aliada de la cúpula. Fue una de las dos parlamentarias (junto a Carlos H. Quero) que asistieron a la mencionada cena de marzo organizada por su tío, en la que Vox comunicó a los líderes juveniles la necesidad de “encauzar” su organización. Su presencia no fue casual: como joven dirigente, Rocío servía de puente generacional para ganarse la confianza de Revuelta, a la vez que dejaba claro que la operación contaba con el aval político más alto. Fuentes conocedoras señalan que De Meer respaldó la línea dura dictada por Abascal y Méndez-Monasterio, poniendo por delante la disciplina de partido.
Públicamente, mantuvo un discreto segundo plano mientras estallaba el escándalo, pero internamente su mensaje fue contundente: Vox debía recuperar el control de su cantera juvenil antes de que una mala gestión salpicara la imagen del partido. Así, Rocío de Meer encarnó en esta trama el papel de enlace leal entre la vieja guardia y la nueva hornada de militantes, demostrando que los lazos familiares y políticos en Vox van de la mano en la toma de decisiones delicadas.

Carlos H. Quero: el puente parlamentario con la cúpula
Carlos Hernández Quero (Madrid, 1990) es uno de los diputados emergentes de Vox que rompe el molde habitual del partido. Historiador doctorado, con estética desenfadada (luce pendientes) y discurso socio-comunitario, ha llegado a ser confundido con un parlamentario de izquierdas por su énfasis en temas como la vivienda y los barrios obreros. Sin embargo, lejos de desviarse de la línea dura, “Hache” –como se le conoce internamente– combina esas preocupaciones sociales con el nacionalismo identitario de Vox, postulándose como puente hacia el votante trabajador descontento.
En el contexto de Revuelta, Hernández Quero fue parte activa del operativo: asistió a la reunión secreta en la taberna Casamata (de la cual era socio) junto a Kiko y Rocío de Meer. Como anfitrión de aquel encuentro, su rol fue facilitar un acercamiento inicial con los jóvenes, intentando convencerlos de las bondades de integrarse bajo el paraguas de Solidaridad, el sindicato de Vox. Su participación dio a la maniobra un tinte más plural, mostrando que incluso la corriente “obrerista” del partido apoyaba la intervención sobre Revuelta. Tras la ruptura, Hernández Quero se alineó sin fisuras con la versión oficial: la de un Vox sorprendido por supuestas irregularidades juveniles.

Jordi de la Fuente: de las filas neonazis a supervisor de Revuelta
Exdirigente del partido neonazi Movimiento Social Republicano (MSR) y antiguo cuadro de Plataforma per Catalunya, Jordi de la Fuente supone la controvertida conexión de Vox con la ultraderecha más radical. pesar de ese historial, en 2025 el partido lo promocionó a secretario general del sindicato Solidaridad, otorgándole la misión de tutelar políticamente a Revuelta tras el acuerdo de mínimos alcanzado en marzo.
De la Fuente asumió el control de la coordinación con la organización juvenil: fue el supervisor designado por Bambú (la sede nacional de Vox) para vigilar sus actos y finanzas. Las conversaciones filtradas muestran cómo mantenía un contacto constante con los líderes de Revuelta mediante mensajes y notas de voz, insistiendo en la línea oficial. En uno de esos audios, grabado en agosto, Jordi deja clara la directriz: “La idea es integración… hay que trabajarlo”, repite, urgiendo a los jóvenes a informar de cualquier iniciativa y someterla al visto bueno del partido. Su objetivo era diluir Revuelta en Solidaridad sin estridencias, pero hacia septiembre quedó patente que la “OPA” no prosperaba.

Elsa Almeda, la grieta interna que Vox no pudo cerrar
Dentro de Revuelta, Elsa Almeda se erigió pronto en la voz crítica frente a Vox. Joven militante y (aún sin cargo orgánico formal) portavoz autoproclamada de la plataforma, fue la primera en alzar la voz para exigir una auditoría externa sobre los más de 90.000 euros recaudados para la DANA. Mientras la dirección de Vox presionaba para disolver Revuelta “por las buenas”, Almeda se negó en redondo a echar el cierre sin rendición de cuentas. Su postura —inquebrantable pese a venir de alguien cercana al ideario del partido— tensionó las relaciones al máximo. No hay que olvidar que Elsa, además, está comprometida con Pau Ruiz “Españabola”, figura del entorno de Vox, lo que la situaba en una posición personal delicada entre la lealtad y la honestidad.
el SÍ de mi vida ❤️ pic.twitter.com/YEDy7xAHEK
— Elsa (@elsa_almeda) August 19, 2024
En las grabaciones se escucha cómo sus demandas de transparencia incomodaban a los emisarios de Abascal; fue Elsa quien pidió explicaciones desde el primer momento, encarnando la resistencia interna a cumplir órdenes ciegamente. Su insistencia en depurar responsabilidades actuó de catalizador: animó a Jaime Hernández y Pablo Gasca a mantenerse firmes en la defensa de Revuelta como proyecto limpio, precipitando así el choque frontal con Vox. Tras destaparse el escándalo, Almeda dejó de ser solo una portavoz para convertirse, a ojos de muchos, en un símbolo de rebelión ética dentro de las filas voxistas.