Durante años, Manuel Mariscal Zabala ha sido el rostro invisible de la maquinaria comunicativa de Vox. Periodista de formación, estratega de redes sociales y diputado en el Congreso, su habilidad para imponer el relato del partido lo consolidó como una figura clave del núcleo duro de Abascal. Hoy, sin embargo, su nombre aparece vinculado a una serie de grabaciones que lo colocan en el centro de una posible trama de encubrimiento sobre el destino de fondos solidarios recaudados por la organización juvenil Revuelta.
Los audios, publicados por ElPlural.com, revelan cómo desde la dirección del partido se maniobraba para “liquidar” Revuelta, una estructura satélite de Vox que habría recaudado más de 100.000 euros con la excusa de ayudar a las víctimas de la DANA en Valencia. Pero en lugar de dedicar ese dinero a los damnificados, las conversaciones filtradas muestran un deliberado intento de desactivar la organización y encubrir el uso de los fondos. En ese contexto, Mariscal no solo estaba al tanto: participó directamente en las reuniones clave y en la toma de decisiones que marcarían el camino del silencio.
“Hay que acabar con esto por la tranquilidad de todos”, afirma Mariscal en una de las grabaciones. En otras, expresa su preocupación por las consecuencias del caso: “Esta situación nos está arrastrando a todos nosotros a algo malo”. Lejos de plantearse la devolución del dinero o su correcta asignación, los interlocutores —entre ellos Mariscal y Arturo Villa, asesor del eurodiputado Jorge Buxadé— discutían estrategias para justificar gastos, evitar impuestos y cortar por lo sano con Revuelta antes de que el escándalo estallara públicamente.
La figura de Mariscal emerge como un engranaje crucial entre la dirección del partido y los niveles intermedios encargados de gestionar plataformas como Revuelta o Asoma —la vía empleada para canalizar las donaciones. Según las grabaciones, el propio Santiago Abascal habría ordenado su disolución. “Yo lo sé desde hace dos meses. Me lo dijo el propio Santiago”, afirma Mariscal, que añade que el presidente de Vox “no quiere que exista Revuelta ni nada autónomo al partido”. La consigna era clara: enterrar la estructura para que no salpicara a nadie.
En los audios, Arturo Villa describe con crudeza cómo la organización incurrió presuntamente en múltiples ilegalidades: “Pedimos dinero para la DANA pero lo gastamos en cosas para etarras. Hemos pagado cero euros de impuestos”. Mariscal no corrige la acusación, sino que la complementa: “O Revuelta estafó a Hacienda diciendo que tal…”. El objetivo no era corregir o denunciar, sino contener la crisis. “Vox me ha dicho que muerto el perro se acabó la rabia”, sentencia Villa.
Estas grabaciones son especialmente comprometedoras para Mariscal, no solo por su papel político, sino por su cargo dentro del partido. Como vicesecretario de Comunicación, es uno de los responsables de moldear la imagen de Vox, fijar su relato ante la opinión pública y construir las campañas digitales que han marcado la presencia mediática de la ultraderecha española en la última década. Su labor ha sido tan relevante que ha llegado a ser considerado el “cerebro del veto a periodistas”, por ser uno de los impulsores de la exclusión sistemática de medios críticos en actos del partido, incluidos los de ElPlural.com.
El lanzallamas de Vox: propaganda, censura y control del relato
Nacido en 1992 en Talavera de la Reina (Toledo), Manuel Mariscal Zabala es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Comunicación Política. Dio sus primeros pasos en política como asesor de redes sociales en el entorno del PP madrileño, concretamente con Esperanza Aguirre, antes de dar el salto a Vox, donde fue uno de los fichajes más jóvenes del partido. En 2016 asumió la Vicesecretaría de Comunicación, desde donde diseñó la estrategia digital del partido, consolidando su perfil como experto en redes sociales y propaganda electoral. En 2019 entró en el Congreso como diputado por Toledo, reforzando su presencia en la cúpula del partido y convirtiéndose en la voz oficial de la línea dura contra los medios, la izquierda y las instituciones del Estado.
Mariscal no es un diputado de perfil bajo ni un actor secundario en la estructura del partido. Desde su llegada al Congreso se ha convertido en una de las voces más agresivas y reconocibles del aparato comunicativo de Vox, hasta el punto de actuar durante años como una suerte de portavoz en primera persona, con autonomía y peso propio, incluso por encima de responsables formales del área como Luis del Pino primero o el consultor alemán Hermann Tertsch Pfüger después. En la práctica, Mariscal ha funcionado como un comunicador todopoderoso, con acceso directo a la dirección y capacidad para marcar discurso, tono y enemigos.
Ese perfil se evidenció con especial crudeza en sus amenazas públicas contra RTVE, cuando llegó a afirmar que Vox no sabía “si entraremos con motosierra o con lanzallamas” en la corporación pública. Una frase que no fue un desliz aislado, sino una declaración de intenciones: confrontación directa con los medios, desprecio institucional y normalización de un lenguaje de violencia simbólica como herramienta política. Lejos de ser corregido, ese tono encajó durante años con la estrategia de choque de Vox y reforzó su posición interna como uno de los perfiles más duros del partido.
Mariscal y las bases jóvenes
Mariscal, además, ha sido históricamente una figura fuerte en las juventudes y en el ecosistema digital ultra, donde se le identifica como parte de lo que en redes se conoce, sin complejos, como el “Team Facha”. Desde ahí ha construido influencia, apoyos y una red militante que lo sitúa como referencia para el ala más radical del partido, la misma que ve en Revuelta no una anomalía, sino una herramienta política útil. Ese vínculo con las bases jóvenes y con la militancia más ideologizada explica también su cercanía a los debates internos sobre el futuro de la organización juvenil.
Ese lenguaje beligerante ha sido una de sus marcas personales, tanto como el férreo control del discurso interno. Por eso, el hecho de que su nombre aparezca en el centro de una operación de encubrimiento no resulta anecdótico: lo que muestran los audios es la ejecución de una estrategia de contención de daños, diseñada desde el mismo lugar donde se fabrican los mensajes de crisis del partido. En otras palabras, el Mariscal que orquestaba campañas para denunciar la falta de ayudas del Gobierno en Paiporta es el mismo que, según los audios, sabía que Vox tenía más de 100.000 euros sin declarar en una cuenta y que no habían sido usados para nada parecido a la reconstrucción.