Desde que en 1957 se lanzó el Sputnik 1, primer satélite artificial, hasta el día de hoy, la mejora en las tecnologías, una mayor concienciación social y el incremento del estudio espacial han contribuido a que actualmente orbiten alrededor de la Tierra miles de satélites encargados de proporcionar valiosa información para el desarrollo de la vida humana

La Agencia Europea Espacial (ESA) comunicó la pasada semana la reentrada a la atmósfera terrestre del satélite Heritage ERS-2. Después de finalizar su vida útil en 2011, la ESA realizó las maniobras oportunas para conseguir bajar la órbita del ERS-2 y facilitar así su reentrada. Con 66 maniobras, su altura se redujo de los 800 kilómetros hasta los 570, y acabó su desintegración sobre el océano Pacífico, entre Alaska y Hawái

A pesar de esta aproximación del objeto a las capas habitables de la Tierra, el riesgo de pérdida de vida humana se sitúa en un 2% anual, esto es, se podría registrar una pérdida humana cada 50 años. En este sentido, Alberto Águeda, director de Vigilancia Espacial en GMV, insiste en que “el riesgo real está arriba”. “Ojalá no tuvieran que reentrar los satélites en la atmósfera para eliminar basura espacial, pero que reentren es un riesgo mínimo. El problema es que permanezcan en la órbita”. 

En este sentido, advierte que actualmente hay objetos en órbita que suponen un gran riesgo para las futuras operaciones espaciales. “Hay 40 mil objetos de más de 10 centímetros, entre 1 y 10 centímetros son en torno a un millón, y entre 1 milímetro y 1 centímetro son más de 130 millones de objetos”. A pesar del pequeño tamaño de esto, Águeda destaca la gran velocidad a la que orbitan lo que “puede destruir un satélite”. 

¿Por qué es necesaria la pervivencia de los satélites?

Tal y como señala Águeda, cada persona interacciona con más de 100 satélites de manera diaria. Forman parte de nuestro día a día y nos proporcionan información cotidiana, sin la cual “daríamos muchos pasos atrás”. Así pues, aplicaciones como Google Maps, la posibilidad de realizar transferencias bancarias, saber lo que está pasando en la otra parte del mundo a través de la televisión, no sería posible sin la existencia de estos satélites. “Nos dan tantos servicios que casi ni nos damos cuenta”. 

Que el espacio mejore las vidas en la Tierra

Por esto mismo, desde GMV trabajan en diferentes tareas, todas ellas con el objetivo de facilitar el trafico y la supervivencia de los satélites en el espacio. Por una parte, realizan actividades de mitigación consistentes en evitar nuevas colisiones para detectar dónde hay basura espacial y dónde se podrían producir colisiones y realizar así las maniobras necesarias para evitarlo. Y, por otra parte, actividades de coordinación de operaciones para gestionar cada vez más tráfico. “Que se establezcan normas para ser capaces de manejar más tráfico y tener más satélites en el espacio y que nos den más servicios”.

Satélites autónomos entre los futuros proyectos

Águeda señala que entre los próximos proyectos en los que están trabajando desde GMV, se encuentra dotar a los satélites de cierta autonomía que les permita reconducir su trayectoria por sí mismos. “Igual que en la Tierra se está atendiendo a que haya coches autónomos capaces de conducir ellos solos, en el espacio queremos lo mismo. Se está trabajando para que haya satélites autónomos”.

Mientras se trabaja en ello, las modificaciones de trayectoria, como la realizada por la ESA con el Heritage ERS-2, son las encargadas de desviar el satélite de una posible colisión con basura espacial y facilitar, si es posible, su reentrada en la atmósfera. En este sentido, Águeda señala que hay dos tipos de reentradas. Por una parte, destacan las controladas, con las que el operador controla el satélite y decide dónde quiere que caiga, lo que normalmente se produce en zonas deshabitadas como Siberia o el desierto central de Estados Unidos. Y, por otra parte, las reentradas no controladas, que responden a la mayoría de estas. 

Referente a la última actuación de la ESA con el ERS-2, Águeda señala que lo que hicieron fue reducir la distancia en la que se encontraba la órbita para que acabara por reentrar él solo. No obstante, insiste que incluso así, el riesgo real está fuera de la atmósfera. “Dos veces al año reentra un satélite del tamaño de un autobús -más de 5 mil kilos- y cada semana reentra otro del tamaño de un coche -más de mil kilos-. No ha habido reportes de pérdidas de vidas humanas”.

Mayor dependencia de nuestra vida con los satélites

Desde el lanzamiento del Sputnik, cuando “la gente se pensaba que esto iba de que el hombre llegara a la Luna”, las cosas han cambiado en la sociedad. No solo una mayor y mejor tecnología, sino también mayor concienciación en diferentes ámbitos. Por una parte, la soberanía tecnológica de los países juega un papel fundamental. En este sentido, Águeda señala que “lo primero que se hace en una guerra es anular las comunicaciones al enemigo”. Entre otras cosas, existe también mayor conciencia del nivel de dependencia que ahora mismo existe con el espacio. “Con esto, se dan servicios a la vida cotidiana, la navegación, las telecomunicaciones”. 

Es un nuevo ecosistema a proteger

Por último, Águeda define el espacio como “un entorno a proteger”. “De la misma manera que existe el ecosistema marino o los bosques, también debemos proteger este espacio, si queremos seguir utilizándolo en el futuro”.