¿Que por qué recuerdo este sucedido? Porque el pequeño que pretendía traspasar el agua del mar al agujero de la orilla es lo más parecido a las dos empresas consultoras internacionales contratadas por el Ministerio de Economía para que en el transcurso de tan sólo dos meses realicen “una evaluación independiente de los balances de las entidades financieras de nuestro país y de sus activos” -piénsese que la cartera crediticia de la banca española se estima en tres veces nuestro PIB y supera con holgura los 3 billones de euros-. Es material y metafísicamente imposible. Esta contundente afirmación está avalada por toda una vida profesional dedicada al mundo de la auditoría en sus distintas modalidades tanto en la empresa privada como en la Administración Pública; aunque cualquier profesional del sector financiero estaría de acuerdo con esta aseveración.

En su afán de regalarle los oídos a las autoridades europeas nuestro ministro de Economía ha llegado al desiderátum de manifestar que con estas auditorías express se conseguirá en un par de meses tener “una imagen absolutamente clara, absolutamente fiel, absolutamente transparente, de la situación de solvencia de las entidades financieras españolas”.

A San Agustín de Guindos mas le valiera -por ser un reto más asequible- intentar averiguar cómo es posible que tres personas distintas puedan ser un sólo y único dios, porque ni esas mismas tres personas que bajasen a echarle una manita a las dos consultoras contratadas serían capaces, en tan corto espacio de tiempo, de pronunciarse sobre la imagen clara, fiel, transparente y solvente del sistema financiero español. Ahora bien, emulando al cómico José Mota se podría decir que “si hay que hacerlo se hace, pero hacerlo pa na es tontería” salvo que de lo que se trate sea, justamente, de vestir al santo para sacarlo en procesión pero con una larga túnica que todo lo cubra y comprada en las rebajas de un rastrillo.

Otro tema nada baladí es el de la progresiva pérdida del control y de la supervisión financiera que debería corresponder a las instituciones públicas. Encomendar el examen de la cartera crediticia del sistema financiero a consultoras privadas internacionales implica, como mínimo, la desautorización sin ambages del Banco de España. Queda meridianamente claro que por estos derroteros los supervisores públicos serán las próximas víctimas del atroz neoliberalismo imperante.

Esperemos que San Agustín de Guindos, que antes de ministro dirigía la filial en España del gigante empresarial que arrastró a la economía mundial con su quiebra -Lehman Brothers-, sepa lo que se hace. Y si no, siempre podrá dedicar su tiempo libre a desentrañar el misterio de la Santísima Trinidad.  Al fin y al cabo la triple personalidad de dios no parece diferir en exceso de las que el parece poseer: un desaprensivo tiburón financiero que se transmuta en ministro de la “cosa” y que termina por demoler las instituciones supervisoras obligadas a respetar y potenciar. Tres personalidades y un único individuo: el ángel exterminador de las finanzas.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas