El ya ex presidente Francisco Camps, por la gracia de Dios, ha huido hacia delante hasta el último segundo. Se va con el énfasis y la fanfarronería que le han caracterizado. Ese sello inconfundible del Partido Popular, de la tropa de la derecha extrema.

Las “barbaridades” que durante estos últimos años se han dicho de él le empujan a llamar miserables a quienes no han sabido distinguir su proyecto de futuro ni han llegado a entender que los populares son los mejores. Naturalmente, fiel a su partitura habitual, está convencido de que “no podrán demostrar nada, porque no hay nada”. Ahora se ha ido con la música y sus privilegios a otra parte.

Y es que este buen hombre seguirá siendo “Molt Honorable Senyor”, un tratamiento vitalicio según el Estatuto de los ex Presidentes de la Generalitat, aprobado en 2002. Puede tener, entre otras prebendas, coche oficial, chofer, escolta, dos trabajadores con funciones de asesoramiento y un local adecuado para la instalación de una oficina de apoyo con la correspondiente dotación presupuestaria.

Desde el momento en que se produce el cese, además, puede obtener la condición de miembro permanente del Consell Juridic Consultiu de la Comunidad Valenciana, si bien se deja de ostentarla al acceder a algún puesto de responsabilidad ejecutiva en la administración pública o cuando concurran los supuestos legales de incompatibilidad. La percepción de las retribuciones por ser miembro del CJC, eso sí, es incompatible con cualquier retribución por el desempeño de cargo público.

La cuestión es que los políticos están blindados y tienen los riñones bien cubiertos aunque cesen o planten la dimisión. En fin. Camps sale por la puerta de atrás “con el mayor orgullo”, con su memez en la mochila y sus delirios de grandeza en la frente.

Sea como fuere, la escapada tardía del caballero no borra la trama Gürtel. Está más viva que nunca. Es decir, la supuesta red de negocios con objeto de nutrirse de fondos de entidades públicas. Los presuntos casos de corrupción vinculados al grupo del candidato a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones, Mariano Rajoy.

Ahí anda González Pons deleitándonos con sus sandeces con tal de echar un capote a su dimitido colega. El vicesecretario de Comunicación del PP no debería ignorar que no hay peor defensa que un mal ataque. Pedir a Rubalcaba que “pruebe la medicina amarga de Camps” es una ridícula manera de desviar la atención y otra de las mezquindades de la derecha extrema que pretende gobernarnos a toda costa.

Fue Francisco Camps, o Juan sin miedo, el que manifestó: “El proceso es de risa, no se sostiene, no se lo cree nadie”. Y aquello, entre otras frases antológicas, de “Mariano, tú eres mi escudo”. El escudo se diluye y Camps disimula el sonrojo. Rajoy echa balones al tendido, nos muestra las nalgas al aire y vaticina a su compañero un futuro “donde él quiera”. El futuro de los ciudadanos es otra historia.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos