El poder de la palabra ha sepultado decádas de dictadura ante la sombra del faraón. El texto articulado en cientos de blogs consiguió romper el maleficio de la sumisión y tejer las cadenas de la libertad.
Stéphane Hessel plantó la semilla de la indignación. ¡Indígnaos! ha servido para unificar la voluntad social y limar las distancias de miles de ciudadanos al acecho simbólico de la desesesperación. Una vez más, la palabra ha sido el ladrillo de la acción.
El químico de la Moncloa ha sabido conjugar oratoria e ilusión. El discurso ha cohesionado el jarrón agrietado e insuflado el adhesivo necesario a una izquierda huérfana de partido. “Escuchar, hacer y explicar”, la fórmula del diálogo democrático.
¿Dónde estaba el Estado del bienestar, la bronca a los bancos, el “tirón de orejas” a los ricos y la esperanza de los pobres?, ¿Cuándo la derecha ha cuestionado a sus clientes de partido: bancos, iglesia y patronal?, ¿Cuándo Rajoy y los suyos han hecho una concreción en siete años de oposición?
Las palabras de Rubalcaba han sentado la premisas teóricas de la ilusión. A través de sus palabras, la izquierda ha vuelto a oír los términos probables de su discurso. Se ha hablado de bienestar, se ha dado el “tirón de orejas” a los bancos. Los pobres, aquellos que tienen clarísimo que nunca votarán a la derecha , han sentido en sus oídos las palabras que necesitaban para recuperar su identidad política.
La R de Rubalcaba ha sustituido la Z de Zapatero. Ya no vale el discurso demagógico y maquiavélico de “la culpa fue de..”, ni “abandone el gobierno señor Rubalcaba”. Ante la ausencia de recursos dialécticos, la marca Rajoy pondrá “toda la carne en el asador” para que se convoquen elecciones anticipadas. Elecciones anticipadas para evitar que el tren de la “crisis” pase y pierdan la oportunidad de gobernar.
Abel Ros es profesor y autor del blog El rincón de la crítica