Prenden a la gente con medidas extremas y lanzan cubos de agua helada al personal con más paquetes de reformas y recortes. Amenazan a la población con una olímpica antorcha para tenerla encogida. Nos torean con tantos desajustes económicos... Que se sepa quién manda aquí y quién es el mayor pelele fracasado de la penosa Unión.

Esta guerra ultraconservadora está quemando lo que les interesa. Rastrojos y hojarascas de los improductivos derechos sociales y laborales con la feliz idea de dar un gran salto en crecimiento y prosperidad. Crecer, ni que decir tiene, en beneficio de los quemadores  del mundo, con vocación de bomberos toreros, y de su ardorosa fauna.

Encender a la ciudadanía, que eche humo y quede chamuscada sin levantar la cresta. Éste es el requisito imprescindible, al parecer, si queremos solucionar la crisis y salir del túnel incendiado. Largo y llameante agujero oscuro que no abandonarán los groguis pobladores. De eso se trata.

Nos echan la fiera con cuernos ardientes, se aprovechan de la situación, imponen sus chulescas normativas y nos ofrecen su buena voluntad con un capote de La Roja, una manguera que lanza combustible con confeti, soplando o exhibiendo un sifón vacío. O lleno de champán para que puedan empinar el codo, celebrar el triunfo y la desgracia de los pobres ciudadanos.

Los mineros, eso sí, son los únicos que tienen esa negra bravura que el ruin de Rajoy quiere noquear con el estoque de la derecha extrema, extrema. No sea que propaguen un efecto contagioso con ese germen carbonero de la insubordinación y que se extienda en perjuicio grave de los más poderosos y deshonestos intereses. ¡Bravo, Mariano!

La conclusión no resulta difícil. Los derechos son una antigualla en vías de extinción y conviene diluirlos totalmente. En esa tarea están inmersos quienes conducen las riendas de esta crisis. La igualdad, la fraternidad y la libertad representan uno de los tríos cantarines más ñoños que conocemos. El respeto al individuo es una soberana memez. Otra cosa es la obediencia debida hacia nuestros dirigentes.

Las normas y los principios como garantía frente a los poderes públicos constituyen un plantel de caducas e inadmisibles ideas. Una sociedad donde los ciudadanos puedan tener protegidos sus derechos no se tiene de pie ni debe tenerse jamás. ¿Régimen de Derecho? Boberías trasnochadas. La opresión, bajo el disfraz de la democracia, vuelve a estar más de moda que nunca. Cualquier peligrosa tentativa de rebelión contra ella debe erradicarse.

La dignidad y el valor de la concurrencia, el progreso social o la elevación del nivel de vida conforman una retahíla obsoleta, casposa y rancia. Las libertades fundamentales del hombre, y no digamos de la mujer, componen un cuento de hadas insostenible. Aprovechando el invento de la crisis, se impone la servidumbre con fuerza, con estilo de modernización y próspero futuro. Todas las pretensiones progresistas que buscan lo contrario son una rémora para el auténtico progreso. El de las grandes fortunas.

Ahora bien, cada individuo puede pensar lo que guste, aunque ya se encarga la derecha extrema de Rajoy de que se piense lo que le da la gana a través de los vehículos de información, manipulación cavernícola y pseudoculturales. La libertad de conciencia y de religión es muy perniciosa. La puerta del diablo de la tolerancia. Por supuesto, el vulgo no tiene derecho a un nivel digno que le asegure la salud, el bienestar, la alimentación, la vivienda o una adecuada asistencia médica. Gollerías impertinentes y despilfarros que no corresponden…

La educación es patrimonio de los listos, no de de una clase trabajadora que sólo debe ver, oír, callar. Y gracias. El orden social e internacional tiene que ser a imagen y semejanza de las personas decentes y de altura. La comunidad política universal ha de regirse por estas directrices. Los movimientos sociales y la ciudadanía participativa se fundamentan en la inmovilidad, la inacción y el acatamiento a nuestras benditas leyes y a las que vayan sacando de su dictatorial chistera.

La globalización no puede ser sinónimo de solidaridad, sino de bobalización pura y dura. ¡Basta ya de reivindicaciones decrépitas! Por lo visto, esto es lo serio y lo moderno. Y es que las clases dominantes desprecian a los ciudadanos. Pero, por muy exprimidos que estén, sólo se indignan entre colegas, en la barra de un bar o en movilizaciones que no conducen casi a ningún sitio. Desahogarse un rato y volver al redil enseguida.

La respiración del país es precaria y con excesivas palpitaciones. España tiene la lengua sucia con tanto caradura que hay por ahí, y exhibe ojeras por hartazgo y no pegar el ojo lo suficiente. La nación está al borde de un ataque de nervios. O en pleno ataque nervioso por culpa de las medidas que nos bombardean.

El país circula por la cuerda floja gracias a la eficaz gestión de unos y otros gobiernos. Los feligreses, mientras, caen por el abismo de los abusos sistemáticos con la bendición de Su Santidad. España tose mucho, sufre jaquecas y una visión muy turbia. Padece molestias en las articulaciones, fiebre y tiene los pies planos y gota. Necesita un fontanero además, ya que se ven serias goteras y las cañerías estropeadas.

Debe consumirse, pero los consumidores están consumidos y no se crece ni un ápice porque falta un buen complejo de vitaminas y minerales. A Mariano, el del bombo, le encanta meter balones en la portería de los débiles a base de recortes, subida de precios e impuestos. Los suyos le ovacionan, le besan y le sacan a hombros. Aplíquesele aceite de ricino para purgarle.

Los pachuchos leones de la Carrera de San Jerónimo necesitan urgentemente una lavativa contra el estreñimiento democrático, así como unas grageas de anís para eliminar los gases tóxicos de la especulación y de la corrupción intrínseca de las instituciones. Tampoco sobraría algún tónico que mejore la circulación y ponga freno a la involución social. Intervenidos, ruina en aumento de los españoles de a pie y recesión crónica. La culpa no es del chachachá. Es de Zapatero. ¡Bravo, Mariano!

Es verdad. Por esta senda estamos en el camino de la victoria. El triunfo de unos cuantos y el fracaso de la mayoría. Lo que no puede hacer Pérez Rubalcaba es confundir la responsabilidad y su voluntad negociadora con la tibieza como estandarte en momentos de gravedad enorme. Pocos puntos van a conseguir los socialistas de esta forma. Y la gente seguirá desamparada, sin ninguna perspectiva real.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos