Uno sabe de urgencias hospitalarias, de noches largas como cipreses, de almohadas blancas entre paredes de sombra, de manos de latex auscultando pulmones grises de tabaco. Uno sabe de la contradicción vital de anhelar que alguien te ayude a dar el paso definitivo al mismo tiempo que le imploras más vida a la vida. Lágrimas y sudor por la fachada del alma.

El Dr. Montes va por la vida como le da la gana ir por la vida. Bata blanca de urgencias, barba blanca de siempre, sin corbata de siempre, un tanto encorvado de dorlosis, ahora más porque la vida pesa, porque las acusaciones pesan, porque las calumnias pesan. Manos en los bolsillos porque alguien desde Lamela a Miguel Angel Rodríguez le han cortado los soportes vitales, porque El Mundo de Pedro J. le ha llamado Dr. Muerte. Por ahí va este hombre bueno, misericordioso con el dolor, comprensivo con lo humano, dolorido con la muerte inevitable. La muerte es una derrota, un fracaso humano, científico, existencial.

Cuesta pensar en la contradicción que encierra cierta prensa y ciertos tertulianos televisivos exigiendo a los demás un respeto a las sentencias judiciales como esencia de un estado de derecho y el desprecio que demuestran cuando esas sentencias ponen de manifiesto la intención turbia de quien ha sostenido una postura contraria. Nadie de los que acusaron al Dr. Montes de asesino, de nazi, de poner en vigencia el sistema de exterminio de Hitler ha tenido la valentía de pedir perdón por masacrar la persona que ha ejercido su tarea médica con responsabilidad, con misericordia, con empatía. Ni El Mundo ni ciertos presentadores por todos conocidos han tenido esa gallardía. Que nadie se extrañe. Hay quienes sólo saben escupir.

Caso aparte es Miguel Angel Rodríguez. El fallo de los tribunales le obliga a indemnizar con una multa irrisoria. M.A.R. fue secretario de estado de comunicación del Gobierno de Aznar y portavoz de su gobierno. Criado políticamente por D. José María y Dña. Ana Botella, dieron a luz a este aborto de la palabra. Ahora va por ahí, mendigando un plasma, sea Antena 3, Intereconomía u otros donde dejar sus vómitos indigestos para cualquier televidente con un mínimo de honestidad. Nazi, nazi, nazi repetía con el odio de quien es incapaz de algún pensamiento noble.

Ahora, cuando la Justicia le obliga a digerir su propia bilis, expele un argumento en su defensa: Me han condenado por in educadamente vestido con traje y corbata, y no hecho un harapiento como el querellante. En adelante ya sé cómo tengo que acudir a un tribunal: con los pantalones cagados.

M.A.R. tiene corbata. Lo que le falta es conciencia humana.

Rafael Fernando Navarro es filósofo
http://marpalabra.blogspot.com