El colapso de las ciudades no es nada nuevo en la historia, desde Grecia a Roma e incluso en el mundo maya vemos como las grandes urbes se han venido abajo por diversos motivos. Pestes, cambios climáticos, falta de sostenibilidad, pero desde luego mala gestión por parte de sus gobernantes hicieron que la vida en las ciudades fuese caótica.
Las ciudades terminaron siendo tan perjudiciales para el ser humano que fueron criticadas desde tiempos clásicos, dando origen a proverbios como el famoso “Beatus ille” con el que el poeta Horacio, en el siglo I antes de Cristo, aconsejaba alejarse de los grandes núcleos de población y tener una vida más sana en el campo.

La ciudad de Segóbriga podría ser un buen ejemplo de cómo una ciudad insostenible termina por colapsar

La ciudad de Segóbriga podría ser un buen ejemplo de cómo una ciudad insostenible termina por colapsar.

Al emperador Diocleciano se le atribuye una frase en esa misma línea, cuando unos embajadores le intentaron convencer de que dejase su vida campestre para volver a tomar las riendas de Roma, a lo que él respondió: “Ya he probado a qué sabe el mandar y también he probado a qué sabe el arar y cavar. Dejadme, yo os ruego, en mi casa, que más quiero ganar de comer con mis manos en esta aldea que no traer a cuestas el imperio de Roma”.
En el Renacimiento, autores como fray Luis de León o Lope de Vega de nuevo ensalzaron en sus versos la vida de los aldeanos. En el caso de Lope en su poema “A mis soledades voy” dice:

Sin ser pobres ni ser ricos,

tienen chimenea y huerto;

no los despiertan cuidados,

ni pretensiones, ni pleitos;

De todos modos, la defensa de la vida rural no es solo cosa de los poetas, hay muchas más menciones incluso tratados completos de porqué la vida en la ciudad es perjudicial para el hombre. Buenos ejemplos son Menosprecio de corte y alabanza de aldea escrito en 1539 por Antonio de Guevara o Diálogos de la diferencia que ay de la vida rústica a la noble publicado en 1560 por el navarro Pedro de Albret.

La diferencia entre la vida cortesana y la vida rural se aprecia en los detalles de estos dos cuadros de Bartholomäus Strobel el joven y David Teniers
La diferencia entre la vida cortesana y la vida rural se aprecia en los detalles de estos dos cuadros de Bartholomäus Strobel el joven y David Teniers.


Pero el que quizá no sea tan conocido sea Dialogus de differentia vitae rusticae et urbanae escrito por Luisa Sigea de Velasco, una de las escritoras más fascinantes del Renacimiento español.
En 1552 cuando contaba con treinta años Luisa terminó de escribir este libro en el que a modo de diálogo la joven Blesilla trata de convencer a su amiga Flaminia para que abandone la ciudad.
Además lo hace desde un punto de vista más amplio que sus equivalentes masculinos, porque si de la misma manera las mujeres han de sufrir la hipocresía, las envidias y las conspiraciones de la vida de palacio, también han de padecer los rigores de las apariencias y el estar permanentemente hermosas.

 
Portada del libro de Luisa Sigea
Portada del libro de Luisa Sigea (apodada la Toledana, por haber nacido en Tarancón que en aquel entonces pertenecía a Toledo) (Fuente: Ministerio de Cultura)

Otro punto a favor de Luisa es, que su crítica a la vida palaciega no se enfoca desde el rencor de haber sido apartada de la corte, al contrario, lo escribe en la plenitud de su estatus. No en vano, Luisa Sigea había estado al servicio de María de Portugal y posteriormente al de María de Habsburgo, lo cual le convertía en un toda una intelectual del momento. Pues su dominio en lenguas clásicas llegó incluso a sorprender al papa a quien escribió en 1546 una carta en latín, griego, árabe y siriaco.
La explicación de tan alta educación recae en su padre, el humanista Diego Sigeo (o Sigée dado su origen francés) que tras entrar al servicio del marqués de Mondéjar se encargó de la educación de la hija de este noble, María Pacheco, la cual una vez exiliada en Portugal siguió contando con los servicios de este humanista.

Es así como Diego Sigeo se empeñó en dar una enorme cultura a sus hijas, Luisa y Ángela, para que pudieran mejorar en la sociedad como así pasó. A pesar de que Luisa se queja en numerosas cartas de su desamparo económico las cuentas dicen todo lo contrario, es más, se podría decir que esas rogativas son en realidad un recurso frecuente de los intelectuales de ese entonces. Pues si por algo llama la atención el caso de Luisa Sigea es porque no solo tuvo un alto nivel intelectual sino que también supo ganarse la vida con ello, alcanzar el prestigio y el reconocimiento del resto de la sociedad.

Retrato de Luisa Sigea
Retrato de Luisa Sigea, de ella dice la Real Academia de la Historia “No existió en todo el siglo XVI español ninguna otra mujer que presente un perfil similar”