Siempre está mal insultar a la gente, pero si nos vemos en la necesidad de hacerlo es mejor saber qué les estamos llamando. Por eso, en esta ocasión vamos a hablar de la historia que esconden los insultos, cuya raíz se pierde en la bruma de los siglos.
Empecemos con un ejemplo cercano. Estos días en los que las manifestaciones se han convertido en saqueos decimos que lo han realizado vándalos que además de referirse a gente salvaje y destructiva es una reminiscencia del pueblo bárbaro de origen germánico que en la Edad Media radicó en Hispania.

Los vándalos eran un pueblo guerrero pero desde luego nunca ocultarían sus saqueos diciendo que se están manifestando

 Los vándalos eran un pueblo guerrero pero desde luego nunca ocultarían sus saqueos diciendo que se están manifestando (Fuente: www.antrophistoria.com)

La transformación de algunos pueblos o etnias en insultos lo vemos en multitud de ejemplos, como ser un sátrapa que, al mismo tiempo, es alguien despótico y que arbitrariamente hace ostentación de su poder y a la vez un tipo de gobernante persa.
Igualmente hay otro caso, con especial predicamento en Madrid, como es ser un mameluco, como se denominan a los hombres necios y bobos que recuerdan a un tipo de tropa auxiliar egipcia que en el ejército de Napoleón brilló con especial crueldad.
Otro insulto vinculado con la historia es gorrón, que, como se deduce fácilmente, tiene que ver con un gorro, pues con tal objeto pedían dinero los estudiantes de las universidades del Siglo de Oro para costear la fiesta de su graduación. Un fastuoso banquete al que estaban invitados de oficio los miembros del tribunal examinador y del que en gran medida dependía el aprobado.
Otras veces los insultos tienen que ver con las andanzas de los españoles por el mundo, de este modo la palabra bisoño, cuando se desprecia a alguien por su inexperiencia, se hace en recuerdo de la soldadesca hispana en Italia, donde los soldados más jóvenes continuamente estaban pidiendo cosas a la voz de “bisogno di pane, bisogno di vino, bisogno di vestiti…” (necesito pan, necesito vino, necesito ropa…).

Las penurias de los estudiantes y soldados dieron origen a varios insultos en castellano

Las penurias de los estudiantes y soldados dieron origen a varios insultos en castellano

Y así podríamos seguir con otros desprecios más en desuso como petimetre, que literalmente significa señorito al derivar del francés “petit maître” haciendo referencia a los asistentes personales que muchas damas de la corte dieciochesca tenían su servicio. Estos eran generalmente de origen francés para seguir la tendencia de París y se caracterizaban por su exagerada preocupación por mantener la compostura y estar a la última moda en cuestión de vestimenta. Ese gusto por la superficialidad y la vanidad hace que la palabra petimetre siga de plena actualidad aunque ya no se use.

Los petimetres eran los personal shopper e influencer del siglo XVIII. Criticados desde entonces por ser vanidosos, superficiales y demasiado apegados a las modas

Los petimetres eran los personal shopper e influencer del siglo XVIII. Criticados desde entonces por ser vanidosos, superficiales y demasiado apegados a las modas.


Por raro que suene, hay insultos que nos definen como cultura y con la palabra gilipollas pasa exactamente eso, ya que surge de la fusión de dos culturas: la caló de los gitanos y el latín de los payos.
La primera parte del insulto (aunque se ha atribuido sin fundamento a la leyenda de Gil Imón de la Mota) parece que deriva del caló “gilí”, es decir, el idioma de los gitanos de España que significar simplón, ingenuo, tonto en definitiva.
Mientras que la parte de pollas, deriva del latín “pullus” como clara referencia sexual. En este sentido la multitud de insultos vinculados con el pene obedece a una lógica tan absurda como el propio machismo pues insultos como soplapollas solo se entiende como aquella persona tan tonta que colma la paciencia de cualquiera. Solo así se explica el significado de soplar en todo esto, pues bajo esa lógica delirante, un soplapollas lo es porque con sus actos te hincha las pelotas.
También de la cultura islámica hay huella en nuestros insultos, así alguien mezquino lo es por ser miserablemente y tacaño a la par que rememora la palaba del hispano árabe “miskin” que literalmente significa mendigo.

Que la palabra esquirol (ardilla en catalán) sea hoy día sinónimo de desertor no se entiende sin las huelgas en las fábricas textiles de Cataluña en el siglo XIX

 Que la palabra esquirol (ardilla en catalán) sea hoy día sinónimo de desertor no se entiende sin las huelgas en las fábricas textiles de Cataluña en el siglo XIX.

Otras veces los insultos nos hablan de nacionalismos e inmigración con términos como maqueto (inmigrante que procede de otra región española y no conoce ni habla vasco) que procede de “makutuak” (envoltorio o petate) por hacer referencia al equipaje con el que los inmigrantes llegaban a las cuencas mineras vascas.
Del mismo modo en Cataluña nos encontramos con el insulto charnego (con idéntica acepción que maketo pero en su versión catalana) y que tiene su origen en el término castellano “lucharniego”, referido a los perros que cazan de noche.
Es por ello que conocer el origen de los insultos nos descubre el origen de los odios que, otra vez más, proceden del fanatismo, el miedo al diferente y las ínfulas de superioridad.