En estos días en los que todo parece tan aciago (especialmente para los que vivimos Madrid), me voy a permitir hablarles de una buena historia. Uno de esos episodios del pasado que nos reconcilian con el género humano. Una aventura que,  si se llevara al cine, emocionaría hasta al más duro espectador.
Trasladémonos a la Castilla del  año 1550. El imperio de Carlos V se extendía más allá de lo imaginable, y a la par crecían en la sociedad, derechos y libertades nunca vistas. Para todos menos para un reducido grupo de seres humanos.
Independientemente de su sexo, edad o condición social, un sector de la humanidad seguía reducido a la nada: Los sordos. 
La mala interpretación de  Aristóteles y la posterior discriminación de San Agustín, calificaban tanto a los sordos como a los mudos, con la flagrante categoría de ineptos.

Juan Fernández conocido como el mudo, fue sin duda uno de los mejores pintores del siglo XVI en España
Juan Fernández conocido como el mudo, fue sin duda uno de los mejores pintores del siglo XVI en España.

Al no poder hablar, se interpretaba que los niños mudos nunca lograrían comunicarse, del mismo modo aquellos que nacían sordos eran discriminados sin molestarse si quiera en enseñarles a hablar. Reducidos al más bajo escalafón social, sordos, mudos y sordomudos perdían derechos tan básicos como heredar.
Pero el 8 de octubre de aquel año de 1550 algo estaba a punto de cambiar. Un licenciado en derecho, apellidado Lasso y del que se desconoce casi todo, se personó en el monasterio de San Salvador en la localidad burgalesa de Oña. La misión del jurista, según el mismo explicó, era:
“poder testificar de vista una novedad tan grande que (…) fue por dificultoso e imposible de natura poder acabar de creerlo”
Algo estaba trastocando las leyes, la sociedad, y el mundo entero gracias a un religioso de aquel monasterio: El benedictino fray Pedro Ponce de León.
 
Monasterio de San Salvador de Oña
Monasterio de San Salvador de Oña.

Contaba con 40 años y no había destacado nunca en ningún puesto religioso, es más, al monasterio de Oña había llegado a causa de un destierro. Sin embargo aquel fraile estaba a punto de cambiar la historia para siempre, se había atrevido a enseñar a hablar a los sordos.
El jurista Lasso, por lo tanto, tenía un objetivo claro, averiguar si tal hazaña era cierta, porque de ser así, infinidad de herencias estaban a punto de cambiar de manos. El futuro de miles de personas dependía en ese momento de un jurista y fraile en un pueblo de Burgos.
Lasso, como hombre de leyes redactó sus impresiones en un manuscrito “Tratado legal sobre los mudos” conservado en la Biblioteca Nacional de España  gracias al cual conocemos como surge toda esta historia.
Gracias al cuidado de la Biblioteca Nacional de España hoy día se  conserva el manuscrito del licenciado Lasso
Gracias al cuidado de la Biblioteca Nacional de España hoy día se  conserva el manuscrito del licenciado Lasso.

A menudo, los monasterios eran el destino de todo tipo huérfanos y desheredados y eso es exactamente eso es lo que ocurrió en aquel monasterio burgalés con Gaspar de Burgos, un hombre con derechos nobiliarios que fue apartado de la aristocracia por el simple hecho de ser mudo. Para mayor desgracia dentro del monasterio las normas reducían a los mudos a la categoría de hermanos legos encargándoles de las tareas más ingratas y sin tener si quiera la opción de ser ordenados religiosos.
Esta brutal discriminación debió remover las entrañas de fray Pedro Ponce de León que compadeciéndose de Gaspar le enseño a leer y finalmente hablar, haciendo que pudiese confesarse y escribir. Ese primer caso se hizo popular en Burgos y pronto llegó a oídos del marqués de Berlanga, Juan Sánchez de Tovar, quien no dudó en encomendar la educación de sus hijos “mudos” Pedro y Francisco a fray Pedro Ponce hacia el año 1546.
Cuatro años más tarde la fama había llegado a la corte, intelectuales de la talla de Ambrosio de Morales, Francisco de Vallés o Antonio de Yepes elogiaron el buen hacer de aquel humilde religioso que cambió la historia.
Su sistema se extendió rápidamente gracias a sus muchos de los seguidores pero lo más fascinante aún de la historia, es que según el padre Castañiza y otros documentos, como los inventarios del monasterio de San Salvador de Oña, fray Pedro Ponce de León escribió un libro donde explicaba su sistema. Al parecer se titulaba “Doctrina para los mudos sordos” compuesto por el maestro fray Pedro Ponce, inventor de este arte milagroso.
¿Imaginan lo que sería encontrar ese libro? Las páginas mismas en las que el amor a los demás sirvió para cambiar el mundo.
 
Monumento dedicado a fray Pedro Ponce de León en el madrileño parque del retiro
Monumento dedicado a fray Pedro Ponce de León en el madrileño parque del retiro.