A las dos de la tarde de este martes, en la calle Génova, número 13, saltaban todas las alarmas que aún no se habían fundido en estos años de sustos continuos. La Guardia Civil firmaba un durísimo informe, incluido en el sumario de la trama Púnica, en el que pedían investigar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, por prevaricación y cohecho.

La Unidad Central Operativa vincula a la presidenta madrileña con la financiación irregular del Partido Popular en la comunidad, a raíz de la adjudicación al Grupo Cantoblanco, de Arturo Fernández, exvicepresidente de la patronal madrileña, de la cafetería de la Asamblea de Madrid cuando Cifuentes era vicepresidenta de la Cámara.

En concreto, la UCO le atribuye los presuntos delitos de prevaricación continuada y cohecho por esta adjudicación, que luego el empresario habría compensado con una donación al PP de Madrid.

La noticia es un bombazo a la línea de flotación del Partido Popular en la Comunidad de Madrid, embarcado desde el estallido de la Operación Lezo en una campaña de imagen que ha puesto a Cifuentes por las nubes, de ahí lo sonoro de la caída. En Génova se ha vivido esta mañana un terremoto porque todos los mimbres montados en torno a Cifuentes se han venido abajo y no hay un plan B después de que se hayan desecho de los últimos restos del aguirrismo.

Cuando estalló la Operación Lezo, gracias a las denuncias de la oposición, el PP de Madrid no tardó nada en apuntarse el tanto al estilo de “yo destapé la trama Gürtel” de Esperanza Aguirre. Cifuentes se presentó como la denunciante del caso, cuando en realidad su labor se había limitado a entregar la documentación que la Justicia requería.

La cumbre de esta operación llegó con el día de la Comunidad de Madrid, el pasado 2 de mayo, cuando Cifuentes llegó a proclamar, en el acto institucional, que "el tiempo de los corruptos ha llegado a su fin".  Un lema que toda la prensa de la derecha compró al unísono para sus portadas, como parte de esta campaña de imagen. Hasta el punto de que La Razón, cuyos directivos habían sido acusados de extorsionar a Cifuentes, llegaron a destacar a la presidenta como símbolo de “honestidad, compromiso, talento y esfuerzo”.

En Génova, ahora, están viviendo momentos de pánico, según revelan fuentes del PP a este periódico. Todavía estaban celebrando el derrocamiento de Esperanza Aguirre, a la que primero hicieron dimitir como presidenta del PP para sustituirla por alguien con mejor imagen y proyección electoral, como Cifuentes. Y, tras el estallido de Lezo, lograron que la veterana lideresa se marchara de su último cargo, el de concejal y portavoz del partido en la capital del Reino.

Se daba así la imagen de ruptura con un pasado marcado por las irregularidades y se pretendía mirar a un tiempo nuevo, sin “corruptos”, en el que las exigencias de transparencia y limpieza fueran la marca de la casa. Sin embargo, ese listón implica que los imputados del PP en Madrid tienen que dimitir. Y el rasero no se baja por la presidenta del partido, al borde ahora de ser imputada por prevaricación y cohecho.