Pedro Sánchez ha dado el pistoletazo de salida al curso parlamentario de 2023 con su comparecencia ante el Congreso para dar cuenta de los dos últimos consejos europeos, celebrados el pasado octubre y diciembre. Lo ha hecho exhibiendo músculo por liderar la transformación energética en Europa y sabiéndose el presidente que contuvo la inflación hasta situar a España a la cola, con la cifra más baja de toda la eurozona. Y por si fuera poco, apenas unos minutos antes de su intervención, la Cámara Baja había convalidado su último real decreto de medidas anticrisis. Sánchez se ha gustado, tanto que tras un primer round ceremonioso, se ha aventurado a bromear en el segundo, con "el plan oculto del Gobierno socialcomunista" como eje de una oda al tremendismo para hacer las delicias del respetable.

En su primer turno, ha reiterado su compromiso con Ucrania y en favor de la paz; ha insistido en que su Gobierno protege a las familias y que, además de ser lo justo, es eficaz y útil; y se ha erguido como el líder del nuevo horizonte energético, cuya estela siguen y anhelan las principales potencias. Todos estos ingredientes han envalentonado a un Sánchez que ha salpimentado su discurso estadista con algún que otro afilado dardo contra el Partido Popular. Porque sí, es año de campañas electorales y no solo vale con explicar qué se ha hecho y qué se hará, sino que hay que refrescar la memoria del respetable recordando cómo surfeó la crisis económica de 2008 el Ejecutivo del PP y cuál fue el resultado de su respuesta neoliberal.

El jefe del Ejecutivo, como es habitual, ha admitido que siguen existiendo poderosos riesgos que suponen un impacto real para la ciudadanía. Primero fue la pandemia, ha recordado, y ahora la guerra en Ucrania. “No elegimos las crisis, pero sí cómo las afrontamos”, ha afirmado. Acto seguido, ha referido que el decreto convalidado por el Congreso unos minutos antes es el sexto paquete de medidas y que el montante movilizado por Moncloa para paliar las consecuencias del conflicto asciende ya a 45.000 millones de euros. Un despliegue sin precedentes que se ha centrado en atajar “los problemas reales de la gente”. “Gobernamos prioritariamente para la mayoría social”, ha remachado, precisando que no lo hacen solo por convicción, sino por que es eficaz.

“Los datos así lo certifican”, ha continuado Sánchez, alardeando de que la inflación media de 2022 es del 8,4% y, a día de hoy, España tiene la cifra más baja de toda la Unión Europea, con un 5,6%. La receta de la coalición ha funcionado. Una fórmula cuyo pilar fundamental ha sido el escudo social para los más vulnerables porque “las consecuencias económicas de la inflación no son iguales para todos”. “Para una familia con 100.000 euros de ingresos anuales supone un reajuste, pero para familias por debajo de 30.000, los efectos son dramáticos”, ha apuntalado.

Sánchez activa el modo electoral y compara los éxitos de su Gobierno con las "cenizas" neoliberales del PP

Sánchez se ha encargado de recordar que, pese a los malos augurios de las derechas, hasta en Davos le han felicitado: “Me preguntaban por la receta del éxito económico español y si creía que podía servir de ejemplo para otros países. Hubo un tiempo en que España no frecuentaba este tipo de encuentros para evitar el mal trago de representar a un país con una economía que se percibía como un problema permanente. Hoy, España es una economía de confianza”. Gancho directo de Sánchez a un PP que, hasta ese instante, guardó un solemne silencio que volvieron a quebrar cuando el dirigente socialista subrayaba que en Europa ya solo una minoría defiende “el legado de cenizas” que dejó “la respuesta neoliberal” a la anterior crisis.

El rol de España en la transición energética europea era la principal baza de Sánchez y vaya si la ha explotado. Ha destacado la constancia y el trabajo junto con Portugal para articular medidas “que antes de la guerra serían impensables”. El mecanismo ibérico, calificado como “timo ibérico por el PP”, es ahora una solución que valoran incluso sus detractores. Asimismo, ha recordado la victoria nacional que supone la compra centralizada de gas. Y como no podía ser otra manera,  Sánchez ha presumido de su último logro: el corredor de hidrógeno verde H2MEd, de interconexión Barcelona-Marsella. Hasta Alemania se ha querido sumar.

Gamarra, consciente de su debilidad argumental, se ha refugiado en asuntos que poco o nada tenían que ver con el objeto de la comparecencia

Con estas armas, ¿quién osaría enfrentarse a Sánchez? A Cuca Gamarra no le quedaba otra que confrontar, pero consciente de su debilidad argumental, se ha refugiado en asuntos que poco o nada tenían que ver con el objeto de la comparecencia. La portavoz parlamentaria del Partido Popular dedicó buena parte de su tiempo a exigir al presidente que se pronunciara sobre “los nefastos efectos de la ley del solo sí es sí”. “¿Cuándo va a rectificar?”, le ha preguntado para, después, referirse a la derogación del delito de sedición y la rebaja de penas por malversación. Gamarra se ha desviado tanto que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha tenido que intervenir: “Le recuerdo que las comparecencias tienen por objeto hablar del Consejo Europeo y de las medidas económicas y sociales aprobadas frente a la guerra de Ucrania”. “Debiera habérselo recordado al presidente, que se ha referido a los reales decretos que se han convalidado hoy”, ha atinado a responder Gamarra. O más bien desatinado, porque Sánchez sí, ha mentado el real decreto porque, precisamente, era el sexto paquete de medidas anticrisis.

La dirigente popular no ha corregido el rumbo de su discurso. Ha seguido transitando por unos derroteros alejados de Europa e incluso de lo que otrora era el puntal de Alberto Núñez Feijóo, la economía. Ahora, aquel argumentario ha quedado relegado al final de una sosa intervención: “Su triunfalismo económico es ofensivo para los españoles que están pasando dificultades. Estar a la cola en Europa no es motivo para estar orgullosos”.

Oda al tremendismo: "El plan oculto de Sánchez"

Ya en el segundo round, en su turno de réplica, Sánchez rescató un tono mucho más socarrón con el objetivo de reducir al absurdo el argumentario del PP. Gesto celebrado por los allí presentes, pues ante la ausencia de anuncios, la linea económica y energética seguida por Sánchez no satisfizo la sed de sangre de los que saborean los cuerpo a cuerpo políticos.

El presidente se dirigió a Gamarra directamente para reprocharle que si durante el debate sobre el estado de la nación dijo que “yo era el culpable” de la galopante inflación porque otros países no la sufrían en términos semejantes, de igual forma, será también mérito suyo haber logrado contenerla y reducirla hasta situarla en la cifra más baja de Europa: “Desde luego el mérito no va a ser suyo porque no han apoyado ninguna de las medidas que ha puesto en marcha España”.

Tras tamaño crochet, ha enumerado varios hitos en materia laboral para sacudir el calificativo de “delirante” con el que adjetivó la reforma laboral Gamarra. Y he aquí el deseo de Sánchez: “Para 2023 deseo que ustedes vuelvan a equivocarse por catastrofismo y yo vuelva a equivocarme porque me quedo corto. También es verdad que pronosticó que Casado sería presidente y estamos donde estamos”.

Chistes aparte, o no tanto, Sánchez se ha aventurado en el denominado “plan oculto”. “Yo sé, señora Gamarra, que lo que le digo le entra un oído y le sale por el otro porque de lo que estamos hablando es de un plan oculto del malvado Sánchez”, ha ironizado mientras la portavoz popular clavaba su impostada sonrisa para la galería. “¿Usted se cree de verdad que en España está en marcha, y leo, un plan de mutación constitucional que se mantiene oculto a los ojos de la ciudadanía tal y como se proclamó en la concentración de Cibeles del sábado pasado? ¿De verdad piensa que España va camino de una dictadura?” Un plan oculto… Se lo digo con todo el respeto que le tengo. Eso no se lo cree ni usted”. Esperara o no una respuesta, Sánchez la obtuvo de inmediato. Gamarra se reclinaba hacia atrás y señalaba a la bancada ultraderechista. Como si siguiera sus indicaciones, Sánchez prosiguió con ellos, los “autores intelectuales del plan oculto”.

Según Vox, “estaba en marcha un alto golpe”, motivo por el cual a principios de diciembre anunciaron una moción de censura. Pues bien, “llevamos 45 días y siguen sin presentar la moción”, ha bromeado Sánchez que ha querido hacer leña del árbol caído: “Al principio lo atribuí [el retraso] a que había que buscar un candidato o candidata. Luego que se debía a las navidades, como le pasó en verano. Las comidas, las cenas… Hace medio mes que se apagaron las luces de Navidad hasta en Vigo. Ya no queda turrón. Por favor, si me permite un consejo, espabile, que se le echa el tiempo encima. Pronto llega la Semana Santa”.

En efecto, el tiempo apremia y poco resta de legislatura. Ya se han encargado sus socios parlamentarios, ERC y Bildu, de recordárselo cuando le han advertido de que quedan varios compromisos de investidura impepinables, entre los que se encuentran Mordaza y Vivienda. Pero hoy poco le ha importado al presidente que Gabriel Rufián le llamase “el Che Guevara con corbata” por su papel en Davos, que le advirtiera de que tiene papeletas para no reeditar Gobierno; o que Mertxe Aizpurua, portavoz de la izquierda abertzale, alertada de su ‘no’ a la reforma de Mordaza por ser insuficiente. Hoy Sánchez ha vuelto a ganar un duelo al PP, el primero del curso y con el que ha calentado para el verdadero duelo con Feijóo el 31 de enero en el Senado.