El Partido Popular se frotaba las manos cuando Pedro Sánchez vio su órdago a la grande y aceptó comparecer en el Congreso para despojar de toda duda la actividad profesional de su mujer, Begoña Gómez. Los conservadores pretendían monopolizar el debate con la corrupción que le atribuyen al Gobierno y al entorno del presidente, pero el jefe del Ejecutivo dio un giro más a una tuerca que parecía no ceder más. Encapsuló el debate en los márgenes de la política exterior, desdibujando a Alberto Núñez Feijóo e incrustándole en el fango de una guerra de guerrillas con Santiago Abascal por canalizar el “voto útil” en el flanco diestro ante la cercanía de las elecciones europeas.

Arrancó con un llamamiento a la calma ante el incendio que planteaban desde la oposición; bien con seguidismo a Milei, bien con insinuaciones sobre su entorno o bien con la ambición que le exigen desde el bloque de la investidura. Un todos contra Sánchez del que salió con un mensaje teledirigido a un Partido Popular que ya “no se distingue” de sus socios de Vox. “Debatamos, discrepemos, critiquemos los argumentos del otro, pero hagámoslo desde la cortesía parlamentaria, no desde la mentira y el insulto”, atajó. Cortita y al pie, que suelen decir en el argot futbolístico, al que recurrió para pedir “juego limpio” para entrar al balón y no a la “pierna del jugador”.

El presidente reorientó el marco discursivo hacia la geopolítica, con un tempranero anuncio que monopolizó el debate pese a la insistencia del Partido Popular por continuar la linde de la corrupción. Era un secreto a voces que informaría en el Congreso de los Diputados sobre la fecha en la que España reconocería el Estado Palestino, junto a otra batería de países europeos. Así ha sido.

El jefe del Ejecutivo ha fijado el próximo 28 de mayo como día en el que se plantará la primera semilla para que la paz en la Franja de Gaza. Endureció la narrativa sobre Benjamin Netanyahu, auspiciado por la orden de detención del fiscal de la Corte Penal Internacional; mientras expiaba de sus pecados a un pueblo hebreo que no debe pagar los platos ratos de la deriva autocrática de su clase gobernante. Misma fórmula utilizó para Hamás y el futuro Estado palestina, confiando en la pronta desactivación de la organización terrorista y el surgimiento de una nueva autoridad.

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Sánchez no permitirá que el premier israelí “destruya por la fuerza” la solución de los dos Estados. No es suficiente, máxime si enfrente está un líder que persiste en hacer “oídos sordos” y en “bombardear hospitales, escuelas, viviendas y castigando con hambre, frío y terror a más de un millón de niños inocentes”. Toda acción tiene su reacción, como refleja la Tercera Ley de Newton y la intervención de Sánchez ya ha hallado la réplica del estado israelí, que llama a consultas a la embajadora de España. Moncloa esperaba el movimiento de Netanyahu y comentan en privado que harán lo propio con la diplomática israelí.  

Un PP desdibujado…

Tras enumerar los acuerdos emanados de la última reunión del Consejo de Europa, además de la vía de los dos Estados, Sánchez aprovechaba esta situación para remarcar que España “abre camino de nuevo en Europa”. “Es un ejemplo de auténtica grandeza”, subrayaba el jefe del Ejecutivo, dejando en evidencia el “boicot” que la derecha extrapola a las instituciones comunitarias por sistema junto a sus socios de Vox. El jefe del Ejecutivo resucitaba aquello de la “nada y el lodo” que acuñó en su comparecencia del pasado mes de abril. Momento en el que ataba en corto el futuro del Partido Popular y el de la ultraderecha.

Sobre este argumentario pivotaba el presidente, esbozando a los conservadores como colaboradores necesarios de la pervivencia de la extrema derecha en la política española. Incluso resucitaba la figura del defenestrado Pablo Casado. Lo hizo en dos ocasiones, enfatizando en que el ex líder de la oposición sí se atrevió a dar el paso hacia el cordón sanitario a Vox. Feijóo, por el contrario, abrió las puertas de los gobiernos autonómicos y municipales a los de Abascal. “Ha claudicado ante la ultraderecha del discurso del odio”, esgrimía al tiempo que hacía hincapié en que el PP ha permitido por sistema el avance “reaccionario”. En suma, dibujaba a los conservadores como cooperadores necesarios de una formación que promueve un discurso de odio que adquiere la forma de “violencia política” en la calle.

… y en pie de guerra con Vox

Feijóo centraba el tiro en Koldo y Begoña Gómez, desoyendo todo lo demás. Ni tan siquiera aclaró la postura de su partido sobre el reconocimiento del Estado palestino. De nuevo, “la nada y el lodo”. Sánchez se lo reprochaba, pero el líder de la oposición optó por el silencio (¿?) y mantener la manivela de la “máquina del fango” en movimiento. Elevó el tono contra el Ejecutivo en la crisis diplomática con Argentina, insistiendo en que las tiranteces con Javier Milei las empezó él “solito”. Señalamiento que hace extensible a Óscar Puente, a quien identifica como el principal responsable tras llamar “drogadicto” al presidente que habla con su perro muerto.

Pero al margen de la crisis diplomática, Feijóo se obcecaba en la figura de Begoña Gómez. El líder de la oposición ignoró el informe de la Unidad Central Operativa, la postura de la Fiscalía General del Estado -a quien ha identificado como el “Ministerio número 23 del Gobierno”-, o la resolución de la Oficina del Conflicto de Intereses. En suma, la falta de pruebas incriminatorias. Así se lo hacía saber Sánchez, que profundizaba en igualar al jefe conservador con la ultraderecha. “Al que no venía insultar, no le interesa la verdad”, lamentaba con cierta sorna.

Con todo, Feijóo y Abascal, en plena carrera hacia el 9J, competían por el titular con más testosterona del día. El conservador acusaba al presidente de “ocultar la corrupción” bajo el reconocimiento del Estado palestino, donde Vox metía un gol al PP con su rechazo rotundo al planteamiento de Moncloa. Guerra abierta que llevaba al jefe de la oposición incluso aprovechaba sus minutos en el atril para reivindicarse como “voto útil” frente al Gobierno de la “corrupción”. Mientras tanto, en paralelo, Abascal se daba golpes en el pecho clamando contra la incoherencia de un Partido Popular que vota de la mano del PSOE en Bruselas.

Los aliados piden más

Alejados del fango, los aliados habituales del Gobierno acogían el reconocimiento del Estado palestino con albricias, pero todos coincidían en que es necesario algo más. El propio Sánchez lo admitía en sus intervenciones. No es la solución definitiva, pero sí un primer paso. Sumar lo aceptaba, pero insta al socio mayoritario de la coalición a “pasar a la ofensiva”. También en el despliegue de la carpeta social, recriminándole que el “punto y aparte” de la reflexión no se ha acompasado con “ninguna medida”. El portavoz de los magentas, Íñigo Errejón, cree que el inmovilismo es “un error” y recordaba un rosario de políticos de izquierdas -como sus excompañeros Pablo Iglesias o Irene Montero- que sufrieron el mismo acoso en sus carnes.

En la misma línea se movía el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Rufián, que construyó un blindaje a Sánchez frente a PP y Vox, expuso que el recetario contra el discurso del odio no es otro que legislar por la “justicia social”. Haciendo de la autocrítica su bandera, llamó a las izquierdas a “militar en la utilidad” y ser más ambiciosas para evitar que la gente que “está en una sala de un ambulatorio” no vote a la derecha y a la ultraderecha. De igual modo que afeaba al PSOE haber tardado “diez años” en reconocer a Palestina, donde convergen con una Ione Belarra que les recriminaba que su Gobierno “busca el titular”. A la portavoz morada, más dura en su crítica al Ejecutivo, se le queda escaso el anuncio y urgen a Moncloa a frenar la compra de armas que no hace sino “financiar el genocidio” de Israel.

Bildu profundizó en las dos velocidades del Ejecutivo con Israel, Argentina y Marruecos. Mertxe Aizpurua ve un difícil encaje en el relato, aunque, al contrario que ERC, sí celebra la vía de los dos estados. En paralelo, exige mayor celeridad y claridad en la lucha contra el lawfare y la máquina del fango, porque el apoyo de los abertzales es para implantar “medidas valientes”. Aitor Esteban (PNV), también echó en falta “propuestas” tras los cinco días de reflexión, mientras detectaba cierta actitud electoralista en las intervenciones del presidente.

Los neoconvergentes, en cambio, nadaron a contracorriente. Poca mención a los temas a tratar y mucha Cataluña. La portavoz de Junts planteaba su intervención con las miras puestas en la Generalitat, reclamando “más inteligencia, astucia y responsabilidad” al PSOE porque a los socialistas catalanes no les salen las cuentas para gobernar en solitario. “Necesita los números de los demás, con los suyos no tiene suficiente”, recordaba Míriam Nogueras, mientras le recriminaba su participación en el lawfare contra el independentismo desde 2017.

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