También tendría que pedir disculpas a sus votantes, inflados además por la caída libre del PSOE. Rajoy ganó las elecciones por mayoría más que absoluta. Lo hizo, sin embargo, ocultando a la opinión pública el contenido de sus reformas, de sus iniciativas y de sus medidas. El nuevo presidente del Ejecutivo es, en términos políticos, un miedica. Como oportunista llega a ser a veces un maestro. Como máximo responsable del Gobierno, un ambiguo pillastre. En breve, empezarán sus bombardeos mediante recortes y tijeretazos propios del capitalismo salvaje o el neoliberalismo a tope.

Ahora se va encontrar en primera línea. Y, en general, pintan bastos. Quien achacó a su antecesor en el cargo presidencial haber sido un desastre -el gran culpable de cómo están los españoles,- sabrá a partir de su investidura lo que vale un peine. También sabrá por fin que la crisis no se la inventaron los socialistas. Pronto recordará que la crisis se ha llevado por delante a Papandreu y al predecesor de Papandreu y que a Grecia la gobierna un tecnócrata. Se ha llevado asimismo al inamovible Berlusconi, al que le ha sucedido otro tecnócrata. En Portugal, Sócrates se tuvo que ir precipitadamente y le reemplazó un Gobierno conservador. Sin olvidar a su admirado Gobierno liberal de Irlanda. El primero que se fue al averno.

Zapatero, en la práctica, tiró la toalla. Lo sustituyó en buena parte Rubalcaba, que está por ver si se mantiene o no en el timón del PSOE. Pero usted, don Mariano, es el siguiente en la lista de condenados a cuenta de la crisis. Reconoció, al menos, que no tenía ninguna varita mágica. Lo tiene, pues, crudo, muy crudo. Prepárese para lo peor. Al PP le salió bien la cacería y cazó a Zapatero y a Rubalcaba. Hágase a la idea, si no se resuelve la crisis. Usted puede pasar a la historia como el cazador cazado.