El barquinazo del Partido Popular el pasado 28A ha obligado a Pablo Casado a corregir el rumbo, máxime ante las presiones internas. Lo habitual tras un batacazo electoral de proporciones bíblicas, como ocurrió en el caso de los populares, es evaluar los daños y urdir un nuevo argumentario para reflotar la embarcación con la vista puesta en las elecciones autonómicas, municipales y europeas del próximo 26 de mayo. El jueves noche (concretamente el viernes a las 00:00 horas) arranca la campaña electoral y Casado ya ha diseñado una nueva estrategia para centrar a un PP que se había escorado en exceso hacia Vox. Y así lo ha plasmado con el nuevo lema, Centrados en tu futuro, muy semejante al usado por Mariano Rajoy en 2011: Centrados en ti. Este viraje, de facto, conlleva una nueva concepción de Vox, y ya son tres las veces que Casado ha cambiado de criterio -estado-.

El presidente del PP ha pasado por los tres estados con respecto a Vox. En primer lugar, Casado pretendía encarar la campaña electoral para las generales sin hablar de los de Santiago Abascal. Pero las encuestas y el fuelle de la ultraderecha empujó a Casado a abrazar muchas de sus tesis durante la campaña electoral. Y tras el 28A, nueva receta: Vox, ahora sí, es la “extrema derecha”.

Estado gaseoso

El bloque de la moción de censura se resquebrajó. Los independentistas tumbaron los Presupuestos Generales del Estado de Pedro Sánchez, abocando la legislatura a su final. La posibilidad del adelanto electoral ya planeaba por el hemiciclo, pero Moncloa emplazó la decisión a tres días vista. Ante el inminente anuncio, todos los partidos se pusieron el mono de trabajo y comenzaron a esbozar las primeras líneas maestras de sus respectivas campañas. En este sentido, Pablo Casado, tras la rueda de prensa posterior a la sesión plenaria, expuso en un corrillo con periodistas cuál sería su enfoque.

Admitió que “todo será el 155 y Cataluña”, evitando “morder el anzuelo” en cuestiones como el aborto o la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. Y más allá de que ni él ni sus afines siguieron la consigna, a la metedura de pata de Suárez Illana y a la propuesta de Ley de Apoyo a la Maternidad me remito; tampoco se limitó a seguir su propia estrategia con respecto a Vox.

Estado líquido

Casado expuso ante los periodistas que no hablaría de ellos porque poseen el “votante descarriado” del PP al que quería volver a enamorar. Pero se saltó la premisa y no solo asumió su existencia, sino que además, abrazó sus discursos y sus tesis, convirtiéndose en el Hacendado/Alipende descafeinado de Abascal.

Así las cosas, el líder del PP cambió de estado: de ser liviano y obviar la existencia de Vox, pasando de puntillas por sus exabruptos y evitando etiquetarles (estado gaseoso), a moldear su discurso en función de las ocurrencias de Vox (estado líquido).

Estado sólido

Desde su irrupción, Casado y sus afines han evitado sistemáticamente calificar a Vox de extrema derecha y han protagonizado sobresalientes quiebros de cintura para sortear cualquier adjetivo calificativo que pudiera perjudicar las relaciones entre ambos partidos.

Sin embargo, pesos pesados como Alberto Núñez-Feijóo y otros barones no titubearon a la hora de situar a Abascal en la ultraderecha. Tras el trastazo electoral del 28A, incluso se rumoreaba que el líder del PP gallego amenazó a Casado con una gestora en caso de que no centrara de nuevo a la formación y evitara las puyas a Mariano Rajoy. Y así, Casado se enfrío y del estado líquido, con serios riesgos de ser absorbido por Vox, pasó al estado sólido: plantarse ante la extrema derecha delimitando claramente los límites en el tablero político.

"Queda claro que es falso que en España haya tres derechas, era un opción falsaria, hay otro partido de extrema derecha, que es Vox, y un partido que, como mucho, está en el centro izquierda (Ciudadanos), facilitando el gobierno de Pedro Sánchez", afirmó sorprendentemente Casado el pasado martes, consumando así el paso por los tres estados de la materia. El problema es que los múltiples cambios de estado pueden provocar que Casado caiga en la más absoluta de las contradicciones políticas, lo cual suelen penalizar los electores.