Desde el año 2013 se comenzó a contabilizar en nuestro país las niñas y niños víctimas de violencia de género, que hasta el día de hoy son 47 menores asesinados.

Uno de estos brutales casos, ha sido el acontecido en Sueca, cuando un maltratador, acuchilló a un menor de 11 años hasta asesinarlo, pese a tener una orden de alejamiento en vigor dictada por el Juzgado de violencia sobre la Mujer de ese municipio. Porque no se le puede llamar padre, ni pensar que pudiese actuar como tal. Un maltratador nunca puede ser un buen padre.

Este es un caso de violencia vicaria, que acontece cuando la mujer ha conseguido salir del circulo de las relaciones violentas y los menores quedan a merced de su maltratador. El término de violencia vicaria se incluyó en el Pacto de Estado contra la violencia de género en nuestro país y la Ley orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, ampara a los menores, en su interés superior, por una vida libre de violencias, anulando el régimen de visitas en caso de violencia machista, entre muchas de sus medidas.

En definitiva, la violencia vicaria es ejercida sobre el menor o la menor para causar un daño mayor y permanente a la mujer. Y el objetivo somos nosotras, para destruir nuestras vidas, contando con la complicidad de una parte de la sociedad que cuestiona permanentemente a las mujeres y a la credibilidad de sus palabras, además de su autoridad.

La violencia vicaria no tiene nada que ver con el parricidio. El parricidio está previsto en nuestro Código Penal como un delito con condena, al causar la muerte a una persona con la que existe vínculos de consanguinidad o adopción, cometido en el ámbito de las relaciones matrimoniales o de pareja.

Para luchar contra la violencia de género y específicamente la vicaria, sobran las negaciones, como las declaraciones de Feijóo, negándola públicamente y hablando de esta como violencia intrafamiliar, secundando el ideario de la extrema derecha y tras postularse para liderar el PP, aunque luego rectificase. O como ocurre en Andalucía, cuando un Sr. Consejero le compra el mensaje a la ultraderecha por estar apoyándolos, en la lucha contra la violencia de género, no valen dobles raseros, ni dualidades, sino todo lo contrario, firmeza y contundencia para erradicarla.

La sociedad debe tomar conciencia de la cruda realidad y de lo que es una verdadera masacre: la violencia de género, no admitir la negación, la educación es esencial para la formación de las nuevas generaciones. En definitiva, defender nuestros valores democráticos pasa inexorablemente por la tolerancia cero hacia cualquier tipo de violencia.

Término por donde empecé, un maltratador nunca puede ser un buen padre, las amenazas a las mujeres con sus hijas o hijos deben hacer saltar todas las alarmas, porque son signos contundentes de la violencia vicaria.