Tiempo de elecciones, de precampañas, campañas, promesas y, sobre todo, de sondeos electorales. No hay prácticamente día en que un medio no publique alguna encuesta para conocer la intención de voto con respecto a las elecciones generales del próximo 28 de abril, o las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo. Los barómetros se han convertido en un elemento fundamental de la política, así como han sido, y son, objeto de muchas críticas. 

Los detractores de los sondeos apuntan que carecen de cualquier tipo de credibilidad, y el hecho de que haya tantos y de que muy pocos coincidan entre sí, no ayuda a que su mala fama mejore. Por todo esto, ElPlural.com ha querido ahondar en estos instrumentos políticos para despejar algunas interrogantes, así como destacar algunas de las claves para entender su funcionamiento.

Antes que nada, hay que apuntar que aunque en España hablamos indistintamente de encuestas o sondeos, en los países de ámbito anglosajón -las primeras investigaciones surgen en Inglaterra- hay diferencias entre ambos términos. Se entiende por encuesta como la técnica de investigación, mientras que por sondeo se hace referencia a medición de opiniones. 

Hecha esta aclaración, vamos con la gran pregunta sobre los sondeos de opinión: ¿cómo se les otorga validez? Pues bien, la metodología de las encuestas tiene tres fases que responden a tres interrogantes y que se sustentan con distintos fundamentos teóricos. 

1. ¿Cuántas personas debemos entrevistar para que la muestra (n) elegida sea representativa del universo (N) con su margen de error (E)?

La respuesta a esta pregunta está en el principio estadístico de la Ley de los grandes números, que afirma que, si elegimos una muestra adecuada, es decir, representativa, los datos obtenidos se pueden extrapolar al universo del que se ha cogido la muestra. Sin embargo, para que se cumpla esta ley debe haber unas condiciones numéricas en la masa examinada; que se trate de un fenómeno de masas (está el perfecto, compuesto por más de 100.000 personas, y el imperfecto, menos o igual que 100.0000 personas), que sea un fenómenos normal (que todos los miembros del universo tengan las mismas posibilidades de encontrarse clasificados) y que la selección de los componentes sea aleatoria (que todos los miembros del universo tengan la misma probabilidad para componer la muestra). Esto nos sirve para establecer una linea divisoria. Cuando estamos ante un fenómeno de masas perfecto, no es necesario conocer el volumen exacto del universo, mientras que en uno imperfecto sí que es necesario. 

Por otra parte, no hay que confundir el error natural de la muestra con los errores que se pueden introducir a lo largo de la investigación y que no se pueden calcular. Dicho de otro modo, que una encuesta no puede controlar que alguien mienta o que el encuestador manipule los resultados. 

2. ¿Cómo deben ser elegidas esas personas? 

Lo primero que se tiene que hacer es acotar el estudio, pero hay que tener cuidado con esta reducción. Por ejemplo, si escojo una muestra de una comunidad autónoma, esos resultados no se pueden extrapolar a todo el país. Por otra parte, la muestra debe ser representativa del universo. Es decir, si una población está compuesta por un 70% de mujeres y un 30% de hombres, la muestra debe respetar esto. 

3. ¿Qué y cómo debemos preguntar al entrevistado?

La norma fundamental es que el cuestionario debe estar hecho para que todo el mundo entienda lo mismo. No confundir con que todos respondan de igual manera. Por ello, hay que estudiar el universo de la muestra. 

En cuanto a qué tipo de preguntas deben hacerse (abiertas o cerradas), no hay un criterio común. Todo depende del dinero que tengamos para llevar a cabo la investigación. Tampoco hay unanimidad en el número de preguntas que debe componer un cuestionario, ya que está en función de a qué grupo vaya dirigido. 

Por último, está el lenguaje a utilizar en las preguntas. Este léxico no debe ser ni demasiado culto ni demasiado vulgar, y es recomendable que las interrogantes sean sencillas y breves, para que el entrevistado recuerde perfectamente lo que se le ha preguntado. Asimismo, el uso de tecnicismos y jergas propias de ciertos colectivos no es muy buena idea, excepto que sea para un grupo determinado.