Tensión es el sustantivo más preciso para describir estos primeros compases de legislatura. Los socios del Gobierno, especialmente Junts per Catalunya, están probando los límites de la paciencia del PSOE. En la primera votación, la de los decretos anticrisis, ómnibus y subsidio del desempleo, llevaron hasta la extenuación su ‘no’ a dos textos cruciales para la percepción de una nueva partida de fondos europeos. Tras ello, los independentistas han sembrado de nuevo el desconcierto en Moncloa y en el resto de aliados parlamentarios de la coalición cuando, el pasado martes, presentaron enmiendas a la propuesta de la Ley de Amnistía al margen del resto de los grupos y sin mediar explicación alguna. Todos daban por hecho que la tramitación de los retoques a la proposición se haría de forma uniforme. Sin embargo, los de Puigdemont no sólo tomaron la vía alternativa, sino que arrastraron a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en un pulso marcado por la posibilidad de adelantar las elecciones en la región.

Moncloa, y en particular el PSOE, era consciente del constante equilibrismo al que le llevarían las dos formaciones independentistas durante esta legislatura. Ya en las negociaciones para la investidura de Sánchez, los socialistas hicieron encaje de bolillos en una suerte de partida de ajedrez a tres. En eso se iba a convertir también la legislatura y precisamente eso está ocurriendo. Junts ha adoptado una vía unilateral con las enmiendas, atrayendo a los republicanos a su redil para desquitarse de la imagen de socio dócil del Ejecutivo que le atribuyen sus adversarios. Los neoconvergentes se autorretratan como ese contrapeso que provoca el desequilibrio en la balanza siempre a su favor. Una fotografía que, a efectos electorales, lastra a una Esquerra Republicana que tiene pleno acceso al botón rojo para adelantar los comicios en Cataluña. Opción que, por otro lado, no es en absoluto descartable.

En estas arenas movedizas se mueve el PSOE a tientas. Aceptan el tira y afloja del independentismo, pero la paciencia siempre tiene un límite y Junts cada vez se aproxima más a esa frontera. El enroque del super pleno del pasado jueves es la punta de un iceberg. Un punto de partida que, a la postre, se tradujo en una victoria sin paliativos de los socialistas, con el tono de epopeya que tanto gusta en Moncloa y que, en definitiva, le es tan caro al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Desconcierto y malestar

Lo cierto es que, a pesar de que a nivel relato encaje en la narrativa del Gobierno, la actitud de los neoconvergentes empieza a cansar y no sólo en el ala socialista del Consejo de Ministros o en Ferraz. Entre los aliados de la coalición se está gestando un sentimiento de desazón hacia Junts después de salirse de la fila de las enmiendas a la Ley de Amnistía. Los Grupos Parlamentarios daban por sentado que esta acción se llevaría a cabo de manera armónica. Sin embargo, los de Carles Puigdemont tenían otros planes, donde también arrastraron a ERC por esa competencia intestina por capitalizar el voto independentista en Cataluña.

Los socios del Ejecutivo, según revela El País, sienten que la batalla entre el independentismo será el obstáculo perenne en la tramitación de iniciativas legislativas de cualquier índole. La imprevisibilidad de Junts contagia a ERC, que quiere poner distancia con la narrativa neoconvergente que le sitúa como un aliado sumiso de Moncloa. Entre tanto, el expresident catalán opta por un perfil más duro y eficaz que Esquerra en los cuatro años anteriores. Esta vorágine de rivalidad permanente alimenta el temor entre el resto de componentes del bloque de la investidura; máxime cuando el calendario se aproxime cada vez más a la meta de la legislatura en Cataluña, prevista para inicios de 2025, pero con la amenaza constante de un adelanto electoral.  

La maniobra de Junts con las enmiendas a la propuesta de Ley de Amnistía pilló con el pie cambiado al PSOE y al resto del bloque, que confiaban en el respeto a ese acuerdo tácito para no presentar ningún retoque a título particular. Sin embargo, un cuarto de hora antes del cierre del plazo, los neoconvergentes tiraron por el carril del medio y optaron por registrar una docena de modificaciones al texto original. Sin mediar palabra o aviso a ningún grupo. Acción unilateral que siguió ERC, quien desde hace semanas sostenían que no presentarían acción individual y que seguirían la directriz. Sin embargo, tramitó otras cuatro por su cuenta y riesgo.

Entre los miembros del bloque de la investidura creen que la reacción de ERC responde a la estrategia del partido en clave catalana, pero no dejó de sorprender entre los parlamentarios socialistas y de Sumar. También pilló por sorpresa a los nacionalistas gallegos y vascos, que no esperaban una huida hacia delante de Junts, aunque sí temían la réplica de ERC en cuanto los neoconvergentes registraron sus enmiendas. Lo que ha quedado patente, al menos entre los diferentes grupos, es que los conservadores catalanes pondrán muy difíciles los avances en la legislatura. Todo ello con la figura de los Presupuestos Generales del Estado cada vez más cerca.

Enmiendas independentistas

Los retoques que proponen tanto ERC como Junts orbitan en torno a las causas judiciales aplicables a la medida de gracia. Republicanos y neoconvergentes reclaman que el alcance de la proposición se extienda a las condenas firmes por terrorismo, entre otras cuestiones. Sin embargo, no coinciden en cómo debe orientarse ese escenario en la futura ley para que sorteé los escollos jurídicos posteriores a su aprobación.

Entre los independentistas apuntan a que sus demandas están cargadas de razón personificándolo en la figura del juez Manuel García-Castellón, a quien le acusan de perseguir a líderes y otras palancas procesistas. De hecho, el magistrado atribuye tanto a Carles Puigdemont como a la secretaria general de ERC, Marta Rovira, ambos fugados al extranjero, la muerte de un turista francés por un infarto el pasado 14 de octubre de 2019. El ciudadano galo se encontraba en el aeropuerto de Barcelona, el cual estaba rodeado por activistas nacionalistas que protestaban contra las condenas a las cabezas visibles del independentismo catalán.