Multitudes de protestantes han invadido las calles de Ankara y Estambul todas las noches desde hace seis días para manifestarse contra la detención del líder de la oposición turco, Ekrem Imamoglu. Según ha informado el Partido Republicano del Pueblo (CHP), cerca de 15 millones de personas votaron para que el alcalde de Estambul fuese candidato a la presidencia. A pesar de este grato resultado, el CHP no pudo celebrar la victoria del favorito ya que, en ese momento, ya estaba detenido.
El pasado 19 de marzo, una corte penal formalizó el arresto contra Imamoglu, que permanecerá un tiempo en prisión. Esta decisión supone que el alcalde podría estar meses e incluso años encerrado a la espera de un juicio. El Ayuntamiento de Estambul, donde el CHP tiene la mayoría, ha anunciado que elegirán a un sustituto para el cargo el próximo miércoles. La semana pasada, el CHP abrió las primarias presidenciales del partido para cualquier turco que desease votar. A la convocatoria acudió un enorme número de votantes, aunque en la papeleta solo aparecía un nombre, el de Imamoglu.
Turquía se está acercando a un punto de no retorno. La semana pasada, el gobierno turco se encontraba en un punto que los analistas políticos y, recientemente en su famoso índice de democracia, The Economist definían como “régimen híbrido” -no era un régimen autoritario, pero tampoco se consideraba una democracia plena-, aunque el presidente, Recep Tayyip Erdogan, maneja un amplio abanico de poderes que le permiten un poder de facto sobre los tribunales y la mayoría de medios. Las elecciones turcas han permanecido, al menos hasta ahora, relativamente libres, pero con la detención de Imamoglu, Erdogan está amenazando uno de los pocos resquicios que mantienen a su país en la frontera con el autoritarismo.
Incluso si Imamoglu es puesto en libertad antes de las próximas elecciones, previstas para 2028, se enfrentará a un obstáculo posiblemente insuperable. Un día antes de su detención, las autoridades revocaron su título universitario, por lo que no podría presentarse a las elecciones presenciales según la legislatura turca, ya que el cargo solo está abierto a graduados universitarios. Tanto los opositores como observadores independientes aseguran que este movimiento ha sido puramente un ataque político. Opinan lo mismo de los cargos criminales de los que se le acusan, entre los que se incluyen los delitos de complicidad con una organización terrorista y corrupción.
Protestas históricas
El arresto ha provocado las mayores protestas que se han visto en el país euroasiático en la última década. Miles de estudiantes se han enfrentado a policías armados con cañones de agua y gas lacrimógeno. Más de 1.100 protestantes incluyendo 10 periodistas han sido detenidos por las autoridades turcas. Las manifestantes desafían al gobierno que ha prohibido las reuniones públicas durante una semana. el gobernador de Estambul ha decretado que las personas que se crean cabecillas de las protestas no podrán entrar ni abandonar la ciudad.
Imamoglu ha mantenido una lucha judicial durante años. Tras vencer al candidato de Erdogan en las elecciones de 2019, se vio obligado a presentarse unos meses más tarde después de que las autoridades anularan los resultados. En 2022 fue sentenciado a dos años de prisión, pendientes de apelación, después de que se llamase “estúpidos” a los oficiales que le negaron su victoria en 2019. El año pasado volvió a ganar las elecciones a alcalde y propulso al CHP a su mejor resultado desde los años 70.
La larga supervivencia de Imamoglu en el panorama político es lo que le ha hecho tan peligroso para el líder turco y tan favorable a los votantes. Durante meses ha disfrutado de una cómoda delantera a Erdogan en las encuestas por sus muchas fortalezas como contrincante a las presidenciales. Imamoglu dirige la ciudad más grande de Europa mientras se presenta como un hombre proveniente del corazón de Turquía.
La democracia turca en peligro
Erdogan ha asumido un enorme riesgo tras destituir a su máximo rival, lo que le puede suponer un alto coste a pagar, destripar la democracia de Turquía. Al menos, Erdogan ha tenido razón en un aspecto: la reacción de Europa ha sido el silencio. Los europeos esperan reclutar a Turquía para que participe en las negociaciones de paz por Ucrania y para jugar un rol de mayor importancia en la futura seguridad del continente. Por su parte, Estados Unidos apenas ha reaccionado. En una entrevista para Fox News el 21 de marzo, Donald Trump consideraba surtir a los turcos con aviones de combate F-35 ante la esperada visita del presidente Erdogan a la Casa Blanca en las próximas semanas. Evidenciadas las pocas preocupaciones que los derechos humanos suponen para Trump, el líder truco podría ver pronto una nueva flota aérea estadounidense a su disposición.
Sin embargo, los mercados sí que han reaccionado al arresto con preocupación. En los tres días siguientes al arresto de Imamoglu, el índice de la bolsa truca cayó un 16,3%. Para evitar un desplome de la lira turca, los bancos principales han tenido que emitir una deuda de 26.000 millones de euros. Con las protestas en las calles, la presión sobre el gobierno está en un momento crítico mientras las nubes de gas lacrimógeno nublan la democracia turca.