Este martes 8 de noviembre se han celebrado en Estados Unidos las conocidas como elecciones a mitad de término, elecciones de medio mandato o ‘mid-terms’. En ellas, los ciudadanos votan para decidir los resultados de tres planos. En primer lugar, la reconstrucción parcial del Senado, del que se reeligen 35 de sus 100 escaños. En segundo lugar, la composición de una nueva Cámara de Representantes, con sus 435 asientos en juego, y, por último, 36 Estados eligen a un nuevo gobernador. A su vez, también se eligen miles de cargos locales y se votan enmiendas como la legalización de la marihuana o del aborto. 

De esta manera, estas elecciones suponen una reconfiguración muy importante del panorama político del país norteamericano y, sin que los nombres de los candidatos a la presidencia se encuentren en las papeletas, son cruciales para ellos, ya que el tablero bascula a su favor o en su contra. No es fácil asimilar lo que suponen estos comicios para un país como el nuestro, en el que las jornadas electorales se llevan a cabo cada cuatro años y donde si bien se celebran encuestas de manera habitual, éstas no se hacen con el objetivo de cambiar ninguna Cámara, sino con una ‘simple’ intención demoscópica. En el caso de España, la transformación de algunos órganos depende del alcance de ciertos acuerdos entre las formaciones políticas previamente electas. El ejemplo más reciente de esto es el que reside en la lenta y bloqueada renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

Los resultados de las 'mid-terms'

En lo que respecta al Congreso, también conocido como la Cámara de Representantes, los republicanos van ganado de manera no muy holgada -ya que el escrutinio no ha finalizado-, con triunfos en lugares clave como Texas, Florida y toda la zona central del país (Kansas, Arkansas, Misuri, Nebraska, Oklahoma, Louisiana o Tennessee, entre otros Estados), donde reside su masa principal de votantes. Así, los del color rojo han cosechado, por el momento, 198 escaños por 178 de los demócratas, que han resultado triunfantes en California, Nuevo México, Alaska o Nuevo Hampshire, entre otros Estados.

Por otra parte, el Senado se encuentra todavía en el aire y no existe un claro vencedor. Con aproximadamente el 90% del escrutinio completado, los resultados dan un empate a 48, lo que significa que los demócratas obtendrían un nuevo senador que los republicanos perderían. 

Por último, en las elecciones a gobernador, cabe destacar algunos triunfos, como el de los republicanos Ron DeSantis en Florida y Gregg Abbott en Texas respectivamente, éste último perfilado para ser una de las figuras clave del partido en los próximos años. El demócrata Gavin Newsom se ha impuesto en California con un sorprendente 60,4% de los votos, mientras que sus compañeros Kathy Hochul y Josh Shapiro han hecho lo propio en Nueva York y Pensilvania, con un 52,7% y 55,3% respectivamente. Wyoming ha sido el Estado que ha dado la victoria más contundente, con un rotundo 78,8% de los electores en favor del republicano Mark Gordon

La 'ola roja' no se hace realidad, pero la reflexión es necesaria

Vistos los resultados, es cierto que los de Trump se han impuesto en el Congreso, pero se han quedado lejísimos de poder hablar de la famosa 'ola roja' que auguraban. La mayoría en la Cámara Baja se antoja una realidad y puede que también se lleven el Senado, pero ambos triunfos carecen de la holgura de la que se hablaba en los sondeos. Especial hincapié hay que hacer en un dato ofrecido por la agencia Reuters: el grado de popularidad del actual presidente del Gobierno, Joe Biden, se limita a un escaso 39%. Así, que las 'mid-terms' estén tan igualadas cuando los demócratas están liderados por un presidente con un índice de aprobación tan bajo, supone unos resultados pobres para los republicanos, a pesar de la ventaja obtenida. A su vez, cabe destacar que las elecciones estadounidenses siempre están marcadas por los Estados nicho de cada partido, donde en muchas ocasiones, salvo sorpresa, los resultados pueden imaginarse antes de que arranquen las votaciones.

Y es que jugar en casa es clave en Estados Unidos: Texas, Florida, Wyoming, Kansas, Arkansas, Misuri, Nebraska, Oklahoma, Louisiana, Alabama, Tennessee... todos ellos son Estados de arraigo fuertemente republicano. Los candidatos más apoyados por Trump han vencido con comodidad, pero todos ellos lo han hecho beneficiándose de este 'factor cancha'. Sin embargo, en otros Estados más abiertos (o, directamente, de tradición demócrata, donde sus opciones son muchísimo menores) parece haberles lastrado su línea reaccionaria. Por ejemplo, el candidato a gobernador Doug Mastriano, caracterizado por ser nacionalista cristiano y por acudir al asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, ha perdido contundentemente frente al demócrata Shapiro, o en el caso de la carrera al Senado, Mehmet Oz ha perdido frente al izquierdista John Fetterman, ambos en una importantísima Pensilvania que ha hecho bascular el mapa ligeramente a favor de los demócratas.

Los datos de estas 'mid-terms' son, de hecho, los peores de un partido en la oposición desde 2002, en un año que estuvo marcado por el 11 de septiembre de 2001 y por sus consecuencias, circunstancias que provocaron que Bush saliera reforzado de los comicios intermedios. Si se pasa por alto esta fecha por la excepcionalidad del contexto, 1978 es el año en el que hay que pararse para encontrar unas 'mid-terms' con un presidente tan favorecido, en un Jimmy Carter que se enfrentaba al surgimiento de lo que más adelante se conocería como la 'Reagan Revolution'.

De esta manera, cosechar los resultados más pobres de un partido en la oposición en tantos años no es precisamente motivo de celebración para los republicanos. Tampoco lo es para los demócratas, quienes, pese al escaso margen, salen derrotados y ven cómo la popularidad de su presidente está bajo mínimos. Sin un claro vencedor y echando una ojeada a los mapas y a los porcentajes, se puede decir que ambos partidos han perdido al no cumplir con sus aspiraciones iniciales, y rápidamente se viene a la mente una palabra: polarización. Una senda que viene recorriéndose desde 2016 y que tuvo su segundo episodio en 2020, en un país azotado por el fantasma del Estado fallido. Masacres a punta de fusil de asalto, violencia en máximos históricos, supremacismo blanco, racismo institucional y deudas millonarias en el bolsillo de enfermos de cáncer o de los padres de estudiantes unviersitarios. La igualdad de estas elecciones es, simplemente, un reflejo del crispado panorama que reside de fondo, en el que los principales derrotados son los ciudadanos y la propia democracia, que parece diluirse entre tanto ruido.