Tras hacerse con el control del país, los talibanes pulen su visión de Afganistán. Al veloz avance hacia la capital le sucedieron una serie de imágenes casi cómicas cuyo único objetivo era blanquear al grupo terrorista. Los fundamentalistas se mostraron ante el mundo como críos: comiendo helado, en los coches de choque, en el gimnasio del palacio presidencial… Entretanto, bregan por imponerse a la fuerza en cada rincón del país y, para ello, ya buscan casa por casa a los colaboradores con países extranjeros y marcan con pintura negra las viviendas de activistas y líderes de la sociedad civil. El objetivo es evitar cualquier disidencia e impedir cierta coordinación entre reductos de la resistencia. Que los hay.

Este jueves cientos de personas salieron a las calles en varios puntos de la geografía de Afganistán, incluida la concurrida y agitada capital (Kabul), para conmemorar el Día de la Independencia del país bajo la bandera tricolor oficial. Los talibán intensifican la presencia de su estandarte blanco, pero la sociedad civil está haciendo lo que no hicieron las fuerzas policiales y del Ejército: mostrar resistencia.

Las mujeres han sido -y son- el ejemplo a seguir. Envalentonadas y conscientes de lo que les espera, han hecho las veces de ariete liderando las protestas ondeando la enseña roja, negra y verde. Según ha recogido la agencia DPA, los manifestantes cantaban "larga vida a Afganistán" y "nuestra bandera, nuestro orgullo”.

Las imágenes de grupúsculos de personas marchando fueron la tónica habitual no solo en Kabul. Las provincias de Nangarhar, Laghman y Kunar vivieron protestas similares. El denominador común en todas las marchas fue la valentía de las mujeres alentando a los vecinos a sumarse.

Como era de esperar, y dinamitando por completo la imagen afable que trataban de proyectar al mundo para conseguir reconocimiento internacional, los talibán han arremetido contra varios manifestantes. En la ciudad de Jalalabad dispararon contra un grupo de personas para dispersar a la multitud que protestaba contra la retirada de la bandera afgana en la localidad. Las informaciones son difusas, pero varios medios y agencias de noticias hablan de al menos dos muertos. Sputnik informa de una cifra mayor, con cuatro decesos y tres detenciones. Durante la jornada anterior, el miércoles, una docena de personas murió por enfrentamientos semejantes. Decenas de personas reivindicaban su derecho a mostrar la enseña oficial del país, en lugar de la blanca esgrimida por la insurgencia.

Estos incidentes no fueron aislados. De acuerdo con vídeos compartidos en redes sociales, algunas de las protestas en varios puntos del país han acabado con los talibán abriendo fuego. De hecho, en la capital se ha extendido el temor a pasar los controles en los accesos al aeropuerto, de tal forma que las potencias extranjeras trabajan en corredores seguros para que las personas que han de ser evacuadas dispongan de caminos sin riesgo. Tarea harto complicada, pues cerca del aeródromo cunde el pánico hasta el punto de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha reconocido que las tareas de evacuación podrían suponer que sus tropas continúen en suelo afgano más allá del 31 de agosto.

Washington ha reaccionado al caos en los aledaños del aeropuerto desplegando cazas F18 para amedrentar a los talibán. No obstante, John Kirby, portavoz del Pentágono, matizó que no volaron bajo (una estrategia común para presionar objetivos), sino que simplemente realizaron labores de “vigilancia”.

El último reducto

De las 34 provincias que configuran el mapa afgano, tan solo una escapa al dominio de los talibán: Panshir. Sito al noreste, cerca la frontera con Pakistán y Tayikistán, la zona es el último bastión de la resistencia que aún cuenta con voces políticas que incitan a desafiar a los talibanes. Uno de los líderes de la comunidad es el exvicepresidente Amrullah Saleh, quien ha culpado a Pakistán del éxito de los fundamentalistas y se ha proclamado presidente ante la huida del anterior responsable, Ashraf Ghani.

En un tuit publicado en su cuenta oficial, ha asegurado que se encuentra “dentro del país” y está “legal y legítimamente cualificado para el cargo”. No obstante, la situación es poco halagüeña y, por el momento, los puntos de resistencia permanecen dispersos.