La izquierda se presenta unida y la derecha se fracciona de cara a las próximas elecciones. No se trata de un error ni de una petición a un ente superior, están leyendo bien. Esta rara avis se está dando en Francia, donde el ascenso de la extrema derecha (una de ellas) ha dinamitado el tablero. Marine Le Pen, presidenta de la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés Rassemblement national), ha arrasado en las elecciones europeas y ha empujado al presidente de la república gala, Emmanuel Macron, a convocar elecciones legislativas.

El liberal ha sacado a pasear el manual de resistencia y el órdago puede salirle caro. Su posición al frente de la República no está en peligro, dado que los comicios adelantados no son presidenciales, pero sí su dominio en la Asamblea Nacional (legislativo). Si bien la figural del primer ministro, actualmente Gabriel Attal, no goza de la misma importancia que en España, Francia podría volver a enfrentarse a la situación de tener un líder de la República de una ideología alejada del jefe del Gobierno, fraccionando el Ejecutivo y complicando el desarrollo normativo.

Los comicios legislativos franceses también son a doble vuelta, lo que significa que los dos candidatos más votados de cada circunscripción se juegan a todo o nada el escaño en una segunda votación, salvo mayoría absoluta en primera cita (con más del 25% de votación), que otorga el sillón directamente al ganador. La izquierda ha encontrado en la extrema derecha su enemigo común y han conformado el Frente Popular más amplio de la historia de Francia, confirmándose como principal rival de la ultra. Mientras, las derechas se resquebrajan en cuatro partidos, dos moderados y dos extremistas, para goce de Le Pen.

Le Pen disfruta la detonación del PP francés

La situación se torna aún más dramática para Macron si finalmente es la ultraderecha es la que se lleva el gato al agua en menos de un mes. Le Pen se frota las manos mientras atisba cómo la derecha tradicional ha decidido dinamitarse tras el adelanto electoral. La coalición liberal atraviesa un momento de popularidad muy bajo y Macron no puede presentarse como salvador. La otra opción, que podríamos considerar el PP francés, ha abierto una guerra interna después de que su presidente, Éric Ciotti, defendiese una alianza con la ultraderechista.

Los Republicanos (LR) reaccionaron rápido a esta bomba y salieron en tromba a señalar a su presidente, llegando a proferirle comentarios que aseguraban, en palabras del vicepresidente del partido, que habría sido nazi durante la invasión sufrida por Francia en la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, la sucesión de anuncios no ha parado. Este mismo miércoles, Ciotti era expulsado de la formación, desprovisto automáticamente de su cargo al frente de los Republicanos. Sin embargo, el culebrón no acaba aquí.

La misma noche, las cuentas oficiales del partido compartían un comunicado en el que anunciaban la restitución de Ciotti, justificando que la reunión de la Comisión que había decidido su expulsión “no tenía validez jurídica ni legal”. Esta mañana, la publicación que contenía el comunicado ha desaparecido. Un cambio de manos del dominio de las cuentas entre detractores y favorables. Ahora, las dudas se multiplican: ¿Quién lidera los Republicanos? ¿Habrá pacto con la extrema derecha? La respuesta a estas preguntas marcará el futuro de la formación, herida de muerte tras el harakiri extremista de su líder.

La Ultraderecha fraccionada podría ser absorbida por Le Pen

La extrema derecha también está fraccionada en dos partidos, aunque a uno de ellos podrían quedarle días de vida en la Asamblea Nacional. De un lado, Le Pen se postula como ganadora de las elecciones; del otro, Éric Zemmour capitanea Reconquista, la formación xenófoba y ultraderechista con la que obtuvo 2,5 millones de votos en las últimas presidenciales. La pugna ya estaba muy desigualada, pero los últimos acontecimientos han terminado por acabar con las aspiraciones de Zemmour, traicionado por su candidata a las europeas que, además, es la sobrina de Le Pen.

Marion Maréchal y su formación habían buscado un acuerdo con la Agrupación Nacional, pero recibieron una negativa como respuesta. Como reacción, Zemmour anunciaba que presentarían candidatos en todas las circunscripciones posibles para plantar cara. Esto no gustó a la sobrina de Le Pen que, a través de un comunicado publicado este miércoles, criticó duramente la decisión del número uno del partido y pidió el voto para su tía. Horas después era fulminada del partido junto con otros miembros.

Le Pen salió rápido en su defensa. “Optó, en el contexto excepcional que vive el país, por priorizar el interés nacional sobre las consideraciones partidistas, pidiendo apoyo a los candidatos de Rassemblement National. Saludo esta valiente posición que fortalecerá la dinámica patriótica”, apuntaba la líder extremista de su sobrina. Al mismo tiempo, Marechal era acusada de “mentir” por Zemmour, que asegura que ella tampoco quería pactar con RN.

Las encuestas dibujan una única lucha

Las encuestas francesas después del anuncio de Macron ya han visto la luz y dibujan dos únicos contendientes: Frente Popular contra Agrupación Nacional. Coalición de izquierdas frente a la extrema derecha. Los de Jean-Luc Mélenchon, que concurren con socialistas, comunistas, ecologistas, humanistas y demás agrupaciones, crecen a un ritmo de vértigo en los sondeos y, unidos, se sitúan ya en el entorno del 28%, con entre 150 y 190 escaños (media aritmética de 170).

Por delante se mantiene Le Pen, que se ha deshinchado un poco pero mantiene el 31%, resultado que le otorgaría entre 220 y 270 escaños (media aritmética de 245). Zemmour desaparece y, como mucho, mantendría un escaño, mientras que los Republicanos se quedarían con un escaso 6,5% y entre 30 y 40 escaños. Los de Macron resisten algo mejor, pero queda relegados a la tercera posición con un 18% (90-130), a mucha distancia.

Más allá de quién se lleve la victoria simbólica de conseguir más votos, cometido para la que la mejor posicionada es Le Pen, la clave es si la extrema derecha alcanza la mayoría absoluta. Esta se ubica en los 289 escaños, resultado del que Le Pen aún está algo lejos, y un cordón sanitario del resto de fuerzas evitaría el ascenso de su partido al Gobierno. No obstante, aún queda mucha campaña y, con la derecha fragmentada, Le Pen aún no ha dicho la última palabra. La izquierda se mantiene unida, erigiéndose una vez más como el único dique contra la extrema derecha.