El tablero geopolítico ha dado un giro de 180 grados con cuestiones como la guerra en Ucrania, la invasión en Gaza y, ahora, el consiguiente desplante de Estados Unidos (EEUU.) hacia Bruselas en todos estos espacios.

La situación actual ha obligado a Bruselas a entrar en una nueva era de rearme y en favor de la autonomía frente al que históricamente ha sido su aliado, y que ahora se ha alejado del viejo continente con Donald Trump en la Casa Blanca. Dicho de otro modo, lo que nació como un proyecto de paz después de la II Guerra Mundial, avanza ahora hacia una unión en materia de defensa sin precedentes en democracia para cubrir los fallos en el sistema que pueda provocar la negativa en colaboración del país de las estrellas y barras.

Estamos, pues, ante un cambio de paradigma mayúsculo debido a la mayor guerra que se libra en el continente desde 1945. Si bien, la distancia a la que se libra provoca que para muchos sea algo lejano, por lo que ven la negociación sobre el despliegue de tropas europeas para garantizar la seguridad en el este de Europa, los planes de compra de defensa antiaéreas y la emisión de deuda conjunta para comprar armas como un cambio de paradigma mayúsculo respecto de las intenciones primeras de Europa.

La entrada de Rusia en Ucrania ha traído desde el principio de la misma medidas que ahora pueden experimentar por la posición de Washington y que pasa, entre otras medidas, por financiar armas para el país invadido, la entrada sin control de refugiados que permitió la acogida de cuatro millones de personas o el corte de importaciones desde Moscú.

“Existir por nosotros mismos”

Ahora, las políticas de Donald Trump, su desprecio por la UE, sus dudas acerca de la Alianza Atlántica a pesar de que su país es la columna vertebral de la misma, su afinidad con Vladimir Putin y sus amenazas a Ucrania han provocado el giro europeo. El propio Josep Borrell, alto representante para Política Exterior y Seguridad de la UE decía hace unos meses, tal y como recoge El País, que “si Europa quiere sobrevivir, tiene que avanzar hacia desarrollar, reforzar, un pilar europeo dentro de la OTAN (…), pero existiendo por nosotros mismos”.

Es evidente que Europa no disfruta de las capacidades en defensa que sí tiene Estados Unidos, ni siquiera para reemplazar los 20.000 soldados que la capital del país envió como refuerzo después de la invasión. Tampoco el armamento de los Veintisiete es tan sofisticado. Más allá de la búsqueda de autonomía, afrontar las carencias y desarrollar el pilar europeo no es tarea sencilla, porque pasa por mantener el punto intermedio entre la autonomía y mejorar las capacidades dentro de la OTAN.

Hace un año que la UE presentó su plan de defensa; un paso enorme que pasaba por un sistema de compras conjuntas, la reposición de arsenales y el desarrollo de empresas militares europeas. Si bien el camino está siendo lento, sobre todo porque los informes de inteligencia revelaban que Putin preparaba algún tipo de agresiones en suelo europeo en un espacio tiempo de cinco años para poner a prueba la fidelidad de la OTAN. Los sabotajes, los ciberataques y la guerra encubierta del Kremlin se intensificaron entonces y hoy en día no han cesado.

En las últimas semanas, los movimientos europeos se han intensificado con el agravio de la situación en Oriente Próximo, la asertividad de China y la ruptura no deseada con el territorio de Trump. A raíz de esto, la UE ha dado un paso histórico esta semana al apoyar un plan de rearme que pretende movilizar 800.000 millones de euros y que dará vía libre por primera vez para emitir deuda común (150.000 millones) en forma de préstamos garantizados con el presupuesto europeo para compras conjuntas de armas y grandes proyectos militares panaeuropeos.

En plan del continente en esta materia pasa por desarrollar la industria de defensa después de años de declive e infrafinanciación, así como extender el gasto militar de los Estados miembro, la mayoría de ellos miembros también de la OTAN, que debate acordar un nuevo compromiso de inversión en defensa, un porcentaje situado ahora en el 2% del PIB.

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