La última vez que los republicanos se propusieron cambiar la tributación en Estados Unidos pasaron años estudiando los detalles del Código de Rentas Internas. Viajaron por el país, celebrando audiencias y redactaron las primeras versiones de un proyecto de ley, finalmente aprobado en 2017, que esperaba que transformara un sistema fiscal anquilosado con principios conservadores de larga tradición.

Esta vez, mientras los republicanos se preparaban para otra oportunidad de cambiar la forma en la que se recaudan los impuestos en la mayor economía del mundo, sus ideas centrales no provenían de un think tank de Washington ni de contables de las grandes empresas. En su lugar, según cuenta el presidente Donald Trump, una camarera de su hotel en Las Vegas se quejó de tener que pagar impuestos por sus propinas mientras él cenaba allí durante la campaña de 2024.

Pronto, el comentario aparentemente improvisado se convirtió en una pieza central de la exitosa campaña de Trump para volver a la presidencia. Los republicanos del Capitolio también adoptaron la idea, y el Congreso votó esta semana en favor de crear una nueva exención fiscal para los ingresos por propinas durante los próximos años. En un acto celebrado en la Casa Blanca el mes pasado para promover la legislación, Trump atribuyó a la camarera el mérito de haberle ayudado a ganar en Nevada, donde mucha gente trabaja a cambio de propinas. “Se ha hecho historia”, afirmó Trump. “Ganamos en Nevada por mucho. Nosotros ganamos en Nevada. Los republicanos no ganan en Nevada. Así que quiero dar las gracias a esa joven y hermosa camarera. Muchas gracias”, insistió.

La disposición sobre propinas, aunque en última instancia es solo una pequeña parte del amplio paquete que los legisladores han aprobado esta semana, marcó una importante evolución en la forma en que el Partido Republicano, dedicado desde hace tiempo a bajar los impuestos, ha abordado ese objetivo. En lugar del tipo de revisión sistemática del código tributario que tuvo lugar en 2017, le nuevo proyecto de ley republicano introduce una serie de recortes novedosos, populistas y temporales que el tycoon neoyorquino ideó durante la campaña de 2024 para tratar de ganar el apoyo de electorados clave.

Al mismo tiempo, aunque el regreso de Trump a la presidencia apuntó la agenda fiscal del partido en una dirección más populista, el nuevo proyecto de ley es en muchos sentidos la apoteosis de una filosofía tradicionalmente conservadora del lado de la oferta. Con la firma de Trump de la legislación este viernes, muchos de los recortes fiscales realizados en 2017 serán la ley del país en el futuro, en lugar de ser solo factores temporales.

En general, el código tributario mezcla ahora esta visión republicana clásica de un sistema fiscal más favorable a las empresas y más sencillo con ideas improvisadas de Trump sobre recortes fiscales superficiales y atractivos. Esas dos vertientes se han combinado, de forma a veces contradictoria, para crear un sistema tributario que se espera que aporte muchos menos ingresos públicos de los que muchos expertos creen necesarios, todo ello mientras genera poco crecimiento económico adicional y se sigue destinando el mayor el mayor ahorro a los ricos.

Para satisfacer las exigencias de los legisladores de la derecha más dura que querían limitar el aumento del déficit, la legislación también recorta la red de seguridad social, con cambios que previsiblemente harán que millones de estadounidenses pierdan el seguro médico y las prestaciones alimentarias.

Para los expertos fiscales conservadores y algunos antiguos asesores republicanos, esta nueva ortodoxia del Partido Republicano es incoherente, reflejo de un partido que se aferra a gran parte de su agenda económica tradicional mientras sólo cambia parcialmente para intentar ofrecer beneficios más tangibles a la clase trabajadora, quien representa cada vez más la base de apoyo republicana.

Un deseo reprimido

Durante el segundo mandato de Barack Obama (2012-2016), tanto republicanos como demócratas querían reformular la tributación de los beneficios de las grandes empresas en el extranjero y creían que el tipo de impuesto de sociedades, entonces del 35%, era demasiado alto. Les preocupaba que el sistema dejara a las empresas estadounidenses en desventaja competitiva.

Eso dejó al Grand Old Party bien preparado cuando, para sorpresa de gran parte del mundo, Trump ganó las elecciones de 2016 y el partido se hizo con el control total de Washington. El deseo reprimido de cambiar radicalmente la tributación de las empresas estadounidenses se fusionó entonces con el instinto republicano de recortar siempre los impuestos a los particulares cuando se da la oportunidad.

Uno de los principios para los republicanos de entonces era “ampliar la base y bajar los tipos”, un mantra para los expertos fiscales conservadores. En esencia, el objetivo era eliminar del código tributario tantas lagunas y deducciones especiales como fuera posible, aumentando la cantidad de ingresos gravados a impuestos. Ese mayor volumen de dinero podría entonces gravarse a tipos más bajos, limitando la pérdida de ingresos.

Este planteamiento significaba que los republicanos trataban de reprimir deducciones que, aunque sólo afectaban a sectores relativamente pequeños de la población, podían ser muy valiosas para quienes se acogían a ellas. La principal de ellas era la deducción fiscal estatal y local, que permite a los estadounidenses deducir en su declaración federal los impuestos que han pagado a sus gobiernos estatales y locales, la llamada deducción SALT.

Con el proyecto de ley de 2017, llamado Tax Cuts and Jobs Act, los republicanos limitaron el SALT a 10.000 dólares, enfureciendo a los legisladores de estados con altos impuestos como Nueva York y Nueva Jersey, que votaron en contra del proyecto de ley. El nuevo tope provocó una cruzada de años para restaurar una deducción mayor.

Al mismo tiempo, la ley de 2017 limitó otras valiosas desgravaciones fiscales, como la de los intereses hipotecarios, al tiempo que ampliaba la deducción estándar, a la que pueden acogerse los estadounidenses que optan por no detallar o reclamar desgravaciones fiscales específicas. El resultado fue que muchos más estadounidenses optaron por tomar la deducción estándar; en 2017, antes de que se aprobara la ley, el 69% de los americanos lo hicieron, pero en 2020, la proporción de elevó al 91% de los ciudadanos.

A lo largo del proceso de elaboración del proyecto de ley de 2017, Trump planteó relativamente pocas exigencias, presionando para que el tipo corporativo bajara hasta el 20% en el proyecto de ley, lo que supone un enorme descenso desde el 35%, y al mismo tiempo ofrecer nuevos incentivos fiscales para la inversión de capital y revisar todo el sistema tributario internacional.

En conjunto, el proyecto de ley fue la revisión fiscal más profunda en una generación. Recortó drásticamente los tipos para las empresas, así como para las personas físicas de todos los niveles de ingresos. Era cara y beneficiaba sobre todo a los ricos. Y depuró el código tributario reduciendo algunas deducciones clave. Debido a su coste, los republicanos decidieron que muchos de los recortes fiscales expiraran a finales de 2025 para que el precio de venta pareciera más bajo.

“Tenemos que hacer algo”

Establecer un vencimiento en 2025 ayudó a los republicanos a registrar un coste menor del proyecto de ley en 2017: las estimaciones de entonces lo situaban en 1,5 billones de dólares. Pero creó otro enigma para los republicanos. En última instancia, tendrían que encontrar la manera de mantener los recortes, o arriesgarse a un aumento repentino de los impuestos para muchos estadounidenses en 2026, un posible desastre político antes de las elecciones de mitad de mandato.

“El problema es que no había una gran motivación para otra reforma fiscal” señalaba Erica York, una analista de la Tax Foundation, un think tank que aboga por la reducción de impuestos. “Tenemos este gran plazo, y tenemos que hacer algo”.

En ese vacío llegó la campaña de reelección de Trump en 2024. No solo se postuló para hacer permanentes los recortes fiscales de 2017, sino que también dio rienda suelta a un aluvión de ideas para nuevos recortes fiscales, a menudo dirigidos al público ante el que hablaba. En un mitin de campaña en Long Island, Trump llegó a pedir que se levantara el tope de la deducción estatal y local que él mismo había promulgado.

Versiones de muchas de esas propuestas ―incluido el levantamiento del tope SALT, hacer que los préstamos para automóviles sean deducibles de impuestos y no gravar las horas extras― pronto se convertirán en ley, mientras que varias otras promesas de campaña, como cambiar cómo se gravan los estadounidenses que viven en el extranjero, fueron abandonadas una vez que el Trump asumió el cargo.

Con los republicanos en el Congreso centrados en gran medida en la ampliación de los recortes de impuestos de 2017, las ideas improvisadas y fuera de lo común de Trump fueron una oportunidad para que el partido ofreciera nuevos recortes de impuestos. La esperanza era que los recortes, muchos de ellos dirigidos a los estadounidenses de clase trabajadora, pudieran ayudar a contrarrestar los ataques demócratas de que los republicanos reducían los impuestos solo para los ricos.

No obstante, las numerosas nuevas desgravaciones fiscales de la legislación aprobada esta semana supondrán un retroceso en los avances hacia la simplificación del sistema tributario. Es probable que más estadounidenses tengan que detallar sus impuestos debido al nuevo tope de 40.000 dólares para la deducción fiscal estatal y local, mientras que muchos trabajadores y empresarios tendrán que averiguar cómo reclamar las nuevas deducciones por ingresos por propinas y horas extraordinarias. E incluso si se acogen a la deducción estándar, muchos estadounidenses podrán ahora deducir de sus impuestos hasta 1.000 dólares (2.000 dólares para parejas casadas) en donaciones benéficas.

Y la naturaleza populista de los nuevos recortes fiscales es limitada. Varios de ellos sólo estarán disponibles para los segmentos de la clase trabajadora que trabajen a cambio de propinas u horas extraordinarias, aunque muchos estadounidenses mayores de 65 años podrán acogerse a una nueva deducción de 6.000 dólares. Pero se espera que los beneficios de los recortes fiscales para la clase trabajadora se vean contrarrestados por la pérdida de beneficios derivada de los recortes de la red de seguridad social.

Para compensar parte del coste de los recortes, los republicanos redujeron drásticamente los subsidios de Medicaid y los cupones de alimentos, en lugar de aumentar los impuestos a los estadounidenses ricos, una opción que algunos conservadores de mentalidad populista como el exasesor de Trump, Stephen K. Bannon impulsaron y con la que Trump coqueteó en repetidas ocasiones. La gran mayoría de los recortes fiscales en la legislación son simplemente la ampliación de la última ronda de recortes de 2017.

Súmate a El Plural

Apoya nuestro trabajo. Navega sin publicidad. Entra a todos los contenidos.

hazte socio