La actualidad internacional durante el mes de julio de 2002 estuvo marcada por la disputa de la soberanía de la Isla Perejil, en lo que fue uno de los conflictos armados más surrealistas que se recuerdan. Esta semana se cumplen 20 años de los acontecimientos y, para entender cuáles fueron los detonantes de lo ocurrido, es necesario mirar un poco más atrás y descubrir el contexto de unos hechos que se ganaron el escrutinio de la comunidad internacional, pero no por su violencia o consecuencias, sino por las particularidades del territorio en disputa y por las formas en las que se llevó a cabo.

¿Qué es la Isla Perejil y dónde está?

La Isla Perejil (oficialmente denominada Isla de Perejil y conocida coloquialmente como Islote Perejil), es un peñasco de aproximadamente 450 metros de longitud ubicado en el Estrecho de Gibraltar, especialmente próximo a Marruecos, ya que solo 250 metros distan entre la isla y las costas africanas. Con respecto a la ciudad española de Ceuta, se encuentra a 8 kilómetros al noroeste del núcleo urbano de la misma.

Cuenta con un relieve muy accidentado: su geografía es rocosa, arenosa y de complicado tránsito, lo que hace que su territorio sea prácticamente inhabitable. El punto más alto de la isla se eleva a 74 metros sobre el nivel del mar, en una cumbre de difícil acceso. Estos datos hacen que este peñasco parezca un lugar de poco interés y beneficio para la vida humana, y así es, pero la cosa cambia cuando se pasa a hablar de su soberanía.

¿A quién pertenece y perteneció la soberanía de la Isla Perejil?

En la actualidad y desde la conclusión del conflicto, la isla se encuentra deshabitada y sin símbolos de soberanía de ninguno de los dos países que reclaman su territorio. Por parte de España, el proyecto de estatuto de autonomía de Ceuta, aprobado en 1995, incluía la Isla Perejil como territorio perteneciente a la ciudad. Sin embargo, tal referencia quedó invalidada ante las protestas de Marruecos, quien sostenía que la soberanía de la isla “no ofrece dudas jurídicas” y que “forma parte de su territorio nacional”. Estos choques jurídicos fueron la razón por la que la isla no estaba adscrita oficialmente a la soberanía de ninguno de los dos países, y supusieron el caldo de cultivo de un conflicto que se materializó mediante distintos mecanismos militares y estratégicos.

¿Cuál fue el contexto y las razones que hicieron estallar el conflicto?

Paralelamente a la irregular situación jurídica del islote, las relaciones entre España y Marruecos comenzaron a deteriorarse desde el ascenso al trono de Mohamed VI en julio de 1999. La Isla de Perejil no era el único frente abierto entre ambos gobiernos: la situación del Sáhara Occidental suponía un punto de tensión entre ambas naciones por las visiones contrapuestas que se planteaban al respecto. A ello, hay que sumar que, en octubre de 2001, Marruecos retiró a su embajador en España, en un gesto que fue tomado como una falta de respeto a la diplomacia de ambos países y que añadió una muesca más para lo que vendría más adelante.

Con el ambiente ya enturbiado por el conflicto saharaui, por la retirada del diplomático marroquí y por la candente situación jurídica de la isla, en la mañana del 11 de julio de 2002, un grupo de marinos marroquíes que seguía órdenes de un suboficial desembarcó en la isla y colocó dos banderas de Marruecos. Una patrullera de la Guardia Civil se percató de los hechos y decidió acercarse para investigar, y al desembarcar en el peñasco y advertir a los agentes marroquíes de que debían retirarse, los marinos se dirigieron a los guardias españoles y les dijeron: "Marchaos de aquí, esto no es tierra española".

Tras el encuentro, tuvo lugar una breve pero tensa discusión que quedó zanjada cuando los marroquíes desenfundaron sus fusiles de asalto y amenazaron con disparar a los agentes españoles “por error”. Los de la Guardia Civil, armados únicamente con sus pistolas reglamentarias, se retiraron al ver que la situación no iba a acabar bien para ellos y comunicaron a su base el incidente.

Las razones de este movimiento siguen sin ser comunicadas oficialmente por las autoridades de Marruecos, a pesar de haber transcurrido 20 años de lo sucedido. Por su parte, los gendarmes involucrados afirmaron formar parte de una operación antidroga, basada en el pretexto de que la Isla Perejil fue utilizada tiempo atrás como refugio de piratas y contrabandistas. Durante la noche del 11 de julio de 2002, se informó desde la capital marroquí que las tropas no iban a retirarse del islote, porque, a su juicio, les pertenecía.

Sin embargo, los expertos en geopolítica y diplomacia internacional han apuntado a que la ocupación pudo haberse debido a otras razones más complejas que una operación antidroga: En primer lugar, a la ya mencionada perspectiva del gobierno español con respecto al Sáhara Occidental, consistente en mostrarse favorable al censo de saharauis realizado por la MINURSO y al plan para solucionar el contencioso del territorio, lo que fue considerado por Mohamed VI como “la traición de Aznar”.

En segundo lugar, a la reclamación marroquí de los territorios españoles en África, tema que siempre ha estado en la mesa de debate de ambos países y, por último, a la cancelación de los acuerdos pesqueros, por los que Marruecos solicitaba la misma remuneración económica por faenar en sus aguas (90 millones de euros al mes) a pesar de haber reducido el 80% de la flota operativa y de haber cambiado la forma de contratación de los buques. Fuera cual fuese el motivo, las fuerzas militares españolas y marroquíes confrontaron, a muy pequeña escala, en este pequeño trozo del Estrecho de Gibraltar.

Cronología del conflicto de la Isla Perejil

Tras los hechos del día 11 de julio de 2002, del día 13 al 14 del mismo mes comenzaron a llegar los apoyos verbales por parte de la Unión Europea, quien mostró su solidaridad con España e instó a Marruecos a retirar de inmediato sus tropas. La OTAN, por su parte, calificó el movimiento marroquí de ‘inamistoso’ y formuló la misma petición a Rabat. Ninguna de las dos surtió el efecto deseado.

El 16 de julio llegaría un ultimátum por parte de España, exigiendo que las tropas marroquíes abandonaran la isla antes de las dos de la madrugada en la hora local. Marruecos volvió a hacer caso omiso y, como consecuencia, España puso en marcha la operación Romeo-Sierra, consistente en un protocolo de reconocimiento de la zona, acompañado de un asalto aéreo a cargo del Ejército de Tierra. El por aquel entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, expresó que el operativo se llevó a cabo “al alba, con tiempo duro de levante, con fuerte levante de 35 nudos de viento” y sostuvo que se trató de una “operación relámpago”.

La acción quedó saldada con la recuperación del control de la isla por parte de España, y la entrega a la Guardia Civil de las tropas marroquíes, que fueron devueltas a Marruecos a través del paso del Tarajal esa misma tarde. Los días siguientes sirvieron para sentar las bases de la negociación: desde España, la titular de Exteriores, Ana Palacio, sostuvo que era conveniente volver al statu quo previo al conflicto y señaló a Marruecos por actuar de “manera hostil”. Desde el reino alauí, el diplomático Mohamed Benaissa sostuvo que aceptarían no volver al islote, pero que para comprometerse a ello, España debía abandonarlo también.

España aceptó y levantó también bandera en la Isla de Perejil, llegando a una situación de statu quo ante bellum: que todo se mantuviera como estaba antes de la ‘guerra’, es decir, llegando a un acuerdo para que el islote permaneciese deshabitado, sin presencia de autoridad civil o militar alguna y sin símbolos de soberanía, que fue firmado el 21 de julio de 2002 y que dio carpetazo al conflicto. Así concluyó un conflicto que duró 11 días y que todavía se recuerda con cierta incredulidad: dejando todo exactamente como estaba.

Todo quedó como estaba… salvo por una cosa

Sobre el suelo del islote no existen casas ni nada que se le parezca, debido a que sus condiciones físicas lo convierten en un terreno inhabitable. Sin embargo, en la isla habitaba un rebaño de cabras cuidado por una anciana de origen marroquí, Rahma Achiri. Tras lo ocurrido, la señora se vio en la desgracia de no poder hacer lo que acostumbraba desde hacía muchos años: ir a la isla y cuidar a los animales.

En una entrevista con el diario ABC realizada un año después de los hechos, en 2003, Achiri declaraba: “En el fondo, la gente de Bel Yunech (el pueblo más próximo al islote) sabe que aquel que ordenara la operación para ocuparlo militarmente fue a los propios habitantes del pueblo a los que perjudicó más directamente. Antes teníamos un barquito y cruzábamos a comer en la isla y pasar allí las tardes. Las niñas iban nadando. Ahora no te puedes ni acercar”, comentaba Rahma Achiri, apenada, pero sin perder la sonrisa ante lo ocurrido.

Al hablar sobre los animales que cuidaba, expresaba: “Tenía un rebaño de doscientas (cabras), pero ahora creo que sólo quedan unas noventa. Unas murieron reventadas cuando aterrizó el helicóptero español para recuperar el islote, muchas otras se ahogaron al caer al mar y otras se las han comido”. Como parte del acuerdo hispano-marroquí, ya nadie podía pisar el islote, ni siquiera una anciana septuagenaria cuyo único objetivo consistía en cuidar su rebaño de cabras.