Lo indultos del procés vienen cargados de dinamita y las derechas españolas ya tienen a punto la mecha. La encrucijada para el Gobierno de Pedro Sánchez es diablólica: ganar Cataluña para España es perder España para el PSOE, pues los catalanes ansían mayoritariamente los indultos y el resto de españoles los reprueban.

El problema con la sentencia del procés nunca estuvo entre los que la consideraban demasiado dura y los que pensaban que era demasiado blanda, sino entre quienes la veían legítima y quienes la encontraban ilegítima. Entre esos dos bloques nunca ha habido entendimiento posible.

En cambio, sí podría haber cierto entendimiento entre los halcones que piden el cumplimiento íntegro de unas penas de cárcel que ellos habrían doblado o triplicado y las palomas que defienden el indulto de los presos por considerar que sus condenas fueron demasiado severas y que rebajarlas favorecería la comprensión entre españoles y catalanes y la convivencia entre catalanes y catalanes.

Nunca jamás (salvo alguna vez)

Pero tampoco entre duros y blandos habrá entendimiento ni aun diálogo porque la derecha, a la cabeza de los halcones, nunca tenderá puente alguno entre ambos ni se avendrá a un acercamiento. ¿Nunca, nunca? Bueno, nunca nunca no.

Cuando el PP vuelva a gobernar dejará de demonizar los indultos, como tantas veces ha hecho con tantas cosas: el divorcio, el aborto, la ley antitabaco, los matrimonios homosexuales, el tajo presupuestario de 2010, el fin de ETA

En la misma línea de alta tensión en que están posados halcones y palomas forman grupo aparte los 12 condenados, aunque también ellos andan divididos en dos subconjuntos. Entre los presos de Lledoners, la denominación es la inversa: los halcones exigen amnistía o nada y las palomas se conforman con el indulto porque para ellas lo prioritario por encima de todo, por encima incluso del honor de la ‘república catalana’, es volver a casa como vuelven los vencidos que han sido derrotados pero no sojuzgados.

Los otros

¿Se parece, como sostienen las palomas, el indulto a los patriotas catalanes al indulto a los golpistas del 23-F o de los GAL? No del todo. Tienen similitudes, pero los diferencia una circunstancia crucial: aunque en su fuero interno estuvieran convencidos de haber actuado correctamente, Armada, Tejero, Vera o Barrionuevo no podían volver a cometer los delitos que les habían llevado a prisión; Junqueras y sus compañeros, sí.

Cuando fueron indultados, Armada o Tejero no tenían tanques con los que tomar Valencia o cercar el Congreso ni Vera o Barrionuevo tenían a su disposición fondos reservados ni policías o guardias dispuestos a cometer horrendos delitos.

En cambio, el ‘armamento’ de los presos independentistas está intacto: está formado por un ejército de entre 1,4 y 2 millones de votantes con una fidelidad a prueba de sentencias y con posibilidades, llegado el caso, de llegar a ser muchos más.

Una de la dificultades añadidas que deben esquivar los inquilinos del palomar del indulto es precisamente la falta de colaboración de los presos en favor de la causa de su propia libertad. Es comprensible: no son delincuentes habituales, su delincuencia es de orden institucional más que propiamente criminal. La verdadera gravedad de su delito fue política y no penal: ciertamente, las penas aplicadas fueron muy duras, pero es lo que ocurre a veces cuando alguien es juzgado por un tribunal y no por las urnas.

Un problema añadido de Pedro Sánchez, hoy palomo mayor de palomar del perdón pero halcón despiadado allá por el año 2019, es que su partido está densamente poblado de rapaces, muy significadamente Felipe González y Alfonso Guerra, todavía escuchados muy atentamente por muchos militantes y muchísimos votantes.

El indulto no es condición suficiente para la normalización política de Cataluña, pero sí es su condición necesaria. Con indulto puede que haya distensión o puede que no; sin él es seguro no la habrá.

Necesidad y virtud

Con sospechoso énfasis ético, el presidente ha dicho esta semana que su posición sobre la conveniencia de indultar a los presos del procés sería la misma si el PSOE tuviera 300 diputados en vez de los 120 que tiene ahora.

Pero es humana y políticamente comprensible la peregrina afirmación del presidente: a fin de cuentas necesita que nos olvidemos de que la estabilidad de su Gobierno depende de los votos independentistas porque, insensatamente, él decidió repetir las elecciones al negarle a Unidas Podemos la entrada en el Gobierno.

La determinación de la Moncloa de indultar a los presos ¿es necesidad o es virtud? ¡Necesidad!, gritan los halcones. ¡Virtud!, pían las palomas. A efectos electorales puede que no dé lo mismo, pero a efectos políticos sí.

Lo relevante aquí no es si el inquilino de la Moncloa es el malvado Sánchez o san Pedro bendito, sino que tenga el coraje de hacer lo que tiene que hacer aunque no le guste hacerlo, es decir, de hacer lo que cree que es mejor para el país aunque el país no se lo agradezca.

Indultar a los presos es mover ficha, y eso solo el Gobierno está hoy en condiciones de hacerlo. Es un movimiento altamente arriesgado, pero quizá menos que dejar que las piezas y el propio tablero se vayan cubriendo de polvo porque los jugadores han dejado de creer en el juego.