Mariano Rajoy ya es presidente del Gobierno y la legislatura ya ha arrancado. Y, mientras tanto, el PSOE sigue restañando sus heridas y Podemos vive enfrascado en la lucha entre pablistas y errejonistas, con el escenario convulso de Madrid tras las primarias que ha ganado Ramón Espinar. El panorama para el Partido Popular no podía ser mejor. ¿O sí?

Al margen de esta calma que refleja el PP, dentro siguen librándose luchas intestinas con la perspectiva de una sucesión que todavía no llega, pero que llegará. En este marco, la última que ha sufrido las represalias por sacar la cabeza ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.

Pero antes de llegar al meollo, hagamos un pequeño repaso a la trayectoria de Cifuentes. La madrileña siempre ha sido considerada una fiel de María Dolores de Cospedal, con quien coincidió en la Comunidad de Madrid. La hoy ministra de Defensa era consejera de Transportes en la época de Esperanza Aguirre. La hoy presidenta madrileña era diputada en la Asamblea y responsable de la Secretaría Ejecutiva de Política Territorial del PP de Madrid.

El destino les separó durante un tiempo. La una se fue a presidir el Gobierno de Castilla-La Mancha, mientras se encargaba de la Secretaría General del PP nacional. La otra fue nombrada delegada del Gobierno en Madrid, un cargo que depende directamente de la Vicepresidencia del Gobierno, ocupada por Soraya Sáenz de Santamaría. Durante un tiempo, Cifuentes jugó a dos bandas en la guerra que en los últimos años han librado Sáenz de Santamaría y Cospedal.

Con esta situación, Cifuentes fue ganando puntos, impulsada por lo mal que era vista Esperanza Aguirre y, al final, la delegada del Gobierno se convirtió en presidenta de la Comunidad de Madrid, uno de los territorios con más poder para la derecha y un granero de votos para el PP. Y todo mientras Rajoy se tambalea en enero, después de “declinar” la invitación del Rey para intentar ser investido. Lo que coloca a Cifuentes –y a Alberto Núñez Feijóo- como los candidatos con más papeletas para aspirar a una sucesión, dado que Sáenz de Santamaría no tiene poder local con el que auparse.

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 Para colmo, Aguirre, rodeada por la corrupción del PP madrileño, dimite en febrero de este año, y en menos de 24 horas, Cifuentes asciende a presidenta de la Comisión Gestora de la formación. Que no presidenta del PP madrileño.

La diferencia es crucial, porque es lo que no parece haber entendido Cifuentes y lo que ha molestado por partida doble: en Génova, es decir, en el aparato del partido; y en Moncloa, en el despacho de Sáenz de Santamaría, que no tiene poder político –ni regional ni en Génova- pero sí mucho poder gubernamental y serias aspiraciones en la sucesión.

Porque, al igual que ocurre con la Secretaría General que todavía ostenta Cospedal, la Presidencia del PP de Madrid se debe resolver en un Congreso. El primer cargo, en el Congreso Nacional que se celebrará el 10, 11 y 12 de febrero. El segundo cargo, en un Congreso Regional a posteriori.

Pero, como decimos, parece que Cifuentes no se ha enterado, según demostró en una entrevista el día 8 de noviembre, en El programa de Ana Rosa, que sentó muy mal en el PP, porque se autopresentó, en varias ocasiones, como “presidenta del PP de Madrid” para ofrecer su apoyo cerrado a Cospedal como secretaria general. Incluso recurrió al pasado para recordar que Javier Arenas y Francisco Álvarez Cascos fueron ministros y números dos del PP “y no importaba”. Y añadía: “Por esa razón, yo no podría ser presidenta del PP de Madrid siendo presidenta de la Comunidad de Madrid”.

La reacción no se ha hecho esperar. Por un lado, su relación con Soraya Sáenz de Santamaría está rota. Buena prueba de ello se vio en las tomas de posesión de los nuevos ministros. Cifuentes posó para la fotografía con varios de ellos, como Fátima Báñez o la propia Cospedal. Sin embargo, su ausencia fue destacada en otras, pero sobre todo se hizo notar en la entrega de cartera del Ministerio de Administración Territorial, que ha asumido Sáenz de Santamaría.

Pero, sobre todo, se ha notado en la organización del Congreso Nacional antes mencionado. Pese a celebrarse en Madrid, y ser Cifuentes la anfitriona, ha sido totalmente marginada por el aparato de Génova, formado por los vicesecretarios Pablo Casado, Andrea Levy, Javier Maroto, Fernando Martínez-Maíllo y Javier Arenas.

Estos cinco serán los coordinadores de las cinco ponencias que compondrán el Congreso. Y dentro de cada una hay varios ponentes.

En la de política y estatutos, que coordina Martínez-Maíllo, está Mercedes Fernández (presidenta del PP asturiano) e Ignacio Diego (presidente del PP cántabro), además de Alicia Sánchez-Camacho y Pedro Sanz, ex barones de Cataluña y La Rioja.

En la ponencia social, que coordina Maroto, está Juan Manuel Moreno (Andalucía), Pedro Antonio Sánchez (Murcia), Isabel Bonig (Valencia) y Juan Antonio Monago (Extremadura).

En la de economía y administración territorial, innovación y cultura, que coordina Arenas, está Feijóo (Galicia), Alfonso Alonso (País Vasco), Xavier García Albiol (Cataluña) y José Ignacio Cenicero (La Rioja).

En la de educación, innovación y cultura, que coordina Levy, está Juan Vicente Herrera (Castilla y León), Asier Antona (Canarias) y Miquel Vidal (Baleares).

En la de Europa y nuestro papel en el mundo, que coordina Casado, está Valcárcel (ex de Murcia), Pablo Zalba (Navarra), Juan Jesús Vivas (Ceuta) y Juan José Imbroda (Melilla).

Si han seguido la cuenta, habrán visto que todas las ponencias tienen cinco componentes, excepto la de educación, que tiene cuatro. Y, a pesar de haber sitio y haber tirado de antiguos barones, todas las comunidades están representadas por el líder del PP regional. Todas, menos tres: Aragón, porque Luisa Fernanda Rudi es la presidenta de este Congreso; Castilla-La Mancha, que preside Cospedal… y Madrid, que Cifuentes preside, como gestora, por si no se había enterado…