Porque dos convicciones hay en estos momentos en la dirección de Génova: una, que van a ganar las elecciones y de manera muy holgada; dos, que Alberto Ruiz Gallardón va a estar en el subsecuente gobierno que formará Mariano Rajoy. Una segunda convicción ésta, que, como es sabido, no es precisamente bien vista por todos los líderes del PP, pero que van asumiendo más o menos disciplinadamente.

El acaba las obras en plazo y presupuesto  
Bueno, a lo que íbamos. A Gallardón todos le preguntan por su futuro… Pero ¿y qué dice él? Pues, y aquí está lo curioso, el aún alcalde de Madrid consistentemente da una respuesta. Y siempre la misma… Primero, modestia obliga, dice “no sé nada, ya conocéis a Mariano”, pero después, entre bromas y veras coloca esta frase con muy pocas variantes: “Yo creo que sería un buen ministro de Fomento”.  Y argumenta, ya decimos, entre bromas y veras: “Lo he demostrado todos estos años como alcalde de Madrid: tengo experiencia en hacer grandes obras y en que se cumplan, dentro de lo razonable, dentro de presupuesto y plazos”.

Claro, que también hay quien no olvida lo que decía el alcalde en 2003, cuando aún estaba por caer el gran dedo designador de Aznar y Mayor Oreja, Rajoy y Rato soñaban con ser el delfín. Entonces Gallardón se expresaba con menos precaución y se atrevía a decir que Rato le había prometido que si resultaba elegido le nombraría… vicepresidente.

La vicepresidencia sería un trago demasiado amargo para sus 'enemigos'
Pero esto, la vicepresidencia, parece ahora menos probable. Sería una jugada muy arriesgada para el hiperprudente Mariano, ya que daría demasiado poder para quien tiene demasiados enemigos en casa. Por cierto, hablando de rivales del alcalde. Es raro que Esperanza Aguirre no diga esta vez nada y acepte quedarse en Madrid mientras ‘Alberto’ después de “la guerra del ascensor” que vivieron en Génova en 2004, logra su viejo sueño de convertirse, por fin, en ministro. Pero la razón para esto puede ser otro rumor que corre entre periodistas y políticos. Y ese rumor no tiene ni la más mínima gracia.