El 31 de diciembre puso el broche al 2024. Un año, en lo político, de crispación, ruido, fango y no demasiada actividad legislativa. La aritmética parlamentaria ha frenado la carpeta del Gobierno progresista, que ha visto reducida su producción a 25 leyes en este primer tramo de legislatura. Un curso político que se cierra con algunas tareas pendientes. No son pocas ni tampoco fáciles, como los Presupuestos Generales del Estado (PGE) o la enquistada reforma de la ley de Extranjería, por el juego de equilibrios que debe hacer el Partido Popular. Pero también se abre un 2025 con otros retos pendientes, como las primarias en el grueso de federaciones del PSOE – con especial atención a Andalucía- o la reestructuración que afrontará Sumar en el próximo mes de marzo para despegarse tanto como pueda de un Podemos puigdemonizado que cada vez se acerca más al espacio plurinacional en las encuestas.
Estas son las turbias aguas en las que navega la política española y de las que parece no querer salir. En parte, por la necesidad de la oposición de persistir en el debilitamiento de la coalición. Una estrategia a la que se ha sumado una nueva pata y en la que el Partido Popular dedicará buena parte de sus esfuerzos en este próximo 2025. Al mensaje de la corrupción le acompasa ahora un camino de redención para Junts. La única manera de agitar la barca de Sánchez pasa por el reconocimiento de quienes en su día “debían estar ilegalizados” por el “golpe a la democracia” de 2017 como un interlocutor válido.
El PP y el encaje nacionalista
Por ahí, de hecho, transitan los objetivos de la formación conservadora, que afronta ahora una suerte de ejercicio de funambulismo para encajar el discurso que bendice a los neoconvergentes como actores políticos en Madrid y el acercamiento con Vox. Y es que el futuro de las alianzas populares pasan por seducir a Junts mientras reconstruyen los puentes resquebrajados con la ultraderecha a raíz de las políticas de inmigración. Aquella tentativa por reformar la ley de Extranjería, que acabó en un acuerdo de mínimos para desoxigenar los centros de menores extranjeros no acompañados de las Islas Canarias, cercenó los gobiernos de coalición de la derecha y la extrema derecha, salvo el de Valencia.
Ahora, Feijóo debe remendar esos harapos para estrechar su margen para una 'mayoría alternativa' sabiendo que, además, Junts y Vox no casan. Un juego de equilibrio al que el Partido Popular renunció de manera sistemática desde 2017, iniciando la persecución a los de Carles Puigdemont y obligándoles a pactar con el PSOE. Un ‘no es no’ que, a su vez, puede hacer mella en el seno de Génova, pues pesos pesados como Isabel Díaz Ayuso ya han alzado la voz contra la nueva alianza con los juntaires.
Al margen de la conjunción Vox-Junts, los de Alberto Núñez Feijóo se marcan como reto para 2025 incidir en la estrategia de acoso y derribo al Gobierno de Sánchez. Arremeter contra los cimientos de Moncloa con el ariete de la corrupción en cada intervención pública, en cada entrevista y en cada pleno. Tal y como ha ido sucediendo en este último tercio del curso político, en un intento por extirpar del debate político cuestiones troncales como la economía o la convivencia del Estado con las diferentes autonomías. Es decir, centralizar la discusión pública sobre el “frente judicial” que ha arrinconado al Ejecutivo y que continuará en este año.
Año frenético para el PSOE
La presión de la ola reaccionaria de la derecha política, mediática y judicial completa los diversos frentes abiertos que se acumulan en Ferraz. En un año en el que la Presidencia de Pedro Sánchez estuvo en entredicho por la “máquina del fango”, el líder socialista ha apuntalado su liderazgo no sólo orgánico, sino también en Moncloa, consiguiendo el cierre de filas de la coalición frente al lawfare y arrastrando a estas posiciones a los sectores más críticos del bloque de la investidura. Pero por el camino se ha dejado a Junts y a un Podemos. Estos últimos reivindican ahora su perfil propio para recuperar el terreno perdido en la pasada legislatura. Dos puntales que han provocado más de un disgusto parlamentario en el Ejecutivo.
De ese verso libre que es Junts nace uno de los principales objetivos del PSOE –y por ende de la coalición- que son los Presupuestos Generales del Estado (PGE). A principios de año, el acuerdo parecía prácticamente hecho, pero las elecciones catalanas lo postergaron hasta el bloqueo total. Sánchez se ha comprometido expresamente a sacar el proyecto presupuestario en el primer tercio del 2025, siendo uno de los retos troncales de este nuevo año y para el que necesitarán recuperar a todas las fuerzas del bloque de investidura. Lo mismo ocurre con otras carpetas legislativas que se han quedado en el tintero, como la reforma de la Ley Mordaza o la de la Ley de Extranjería que torpedea el ‘no’ sistémico del PP; además de enfatizar en la apuesta por la recuperación de Valencia tras la DANA frente un Carlos Mazón a la deriva.
Pero en clave orgánica emerge un frente más para los socialistas: las primarias. Con el proceso interno resuelto en Madrid tras a la dimisión de Juan Lobato y la unción de Óscar López como nuevo secretario general del PSOE-M, Ferraz afronta un complejo primer semestre con el foco puesto especialmente en Andalucía, su federación mayoritaria. La incógnita sobre el futuro del PSOE-A aún permanece, al igual que un Juan Espadas que resiste al menos hasta que se celebre el cónclave andaluz, para el que ya suena otro desembarco ministerial como la vicepresidenta primera, María Jesús Montero. Las federaciones de Aragón y Castilla y León amenazan con una batalla encarnizada que desde Madrid quieren evitar para que la unidad del partido que emanó del Congreso de Sevilla permanezca.
Reestructuración a la izquierda del PSOE
A la izquierda de los socialistas emergen las incógnitas de Sumar y Podemos. Las dos fuerzas progresistas continúan a la gresca, sin visos en el horizonte para reencontrarse y aglutinar parte del voto en este espectro. Los magentas afrontan el nuevo año como un punto y aparte, con el foco puesto en el próximo mes de marzo para iniciar su reestructuración orgánica y el rearme ideológico ante el crecimiento de los de Ione Belarra.
La plataforma ideada por Yolanda Díaz se alejará del paraguas de su fundadora, que renunció este pasado 2024 a liderarla como una suerte de impulso que aún no han notado. Por ello, el cónclave del próximo mes de marzo se antoja crucial y no sólo por una cuestión de organigrama, sino por la composición de todo el frente plurinacional y las fuerzas que lo aglutinan. En consecuencia, una reinvención para poner pie en pared y desligarse de un pasado condicionado en parte también por el caso Errejón, que se encamina hacia los tribunales.
El frente plurinacional dejó de contar con el color morado de Podemos a principios de año y desde entonces, la fuerza gestada por Pablo Iglesias ha cogido algo de fuerza. Los de Ione Belarra han asumido su posición actual en la Cámara Baja, sabedores de su musculatura negociadora para condicionar las políticas del Gobierno y así marcar perfil propio frente a sus hermanastros de Sumar. El objetivo de los de Belarra pasa por continuar en la estrategia de potenciar sus siglas mediante la consecución de hitos sociales que les permitan seguir en la pomada con los de Yolanda Díaz y, así, lograr el sorpasso en las encuestas hasta verlo cristalizado en las urnas.
Vox, ante su espejo
La ultraderecha despide un año marcado por la irrupción de Se Acabó la Fiesta, el partido del agitador Alvise Pérez, en el panorama político. Después de las elecciones europeas, en el horizonte de Vox apareció un nuevo objetivo: el de frenar al nuevo competidor surgido en su costado derecho. El partido de Abascal enfrenta el reto de seguir ejerciendo de contrapeso del PP para garantizar su supervivencia. El último barómetro del CIS, publicado en noviembre, reflejó el pinchazo lento de Vox, que perdió 3 puntos con respecto al mes anterior. Esto demuestra la pérdida de apoyos tras un 2024 en el que se lo jugaron todo, rompiendo con el PP por la cuestión migratoria.
Este hecho marcará también el año del partido ultra en el ámbito autonómico. Vox abandonó los Ejecutivos en los que formaba coaliciones con el PP –Castilla y León, Aragón, Comunidad Valenciana, Murcia y Extremadura-, tras la aceptación por parte del partido de Alberto Núñez Feijóo del reparto de migrantes no acompañados establecido por el Gobierno central. Esto deja a los de Abascal con el reto de reinventarse en 2025, sin ceder por ninguno de los dos lados. Desafío difícil, especialmente en la Comunidad de Madrid, donde la marcha de Rocío Monasterio en octubre les deja sin una de las figuras más relevantes de la corta historia de Vox. Garantizar su supervivencia en la capital, donde el dominio de Isabel Díaz Ayuso en las urnas ya les deja de por sí poco espacio, será una de sus quimeras este año.
Convulsión en el frente vasco-catalán
El año se presenta especialmente convulso para los partidos nacionalistas. La creciente tensión entre Esquerra Republicana de Catalunya y Junts ha marcado el guion durante el final de 2024, algo que se ha reflejado en cada pleno parlamentario. La pugna interna de Esquerra parece resuelta, con la consagración de Oriol Junqueras como líder. La tarea de renacer, no obstante, se antoja ardua después de firmar los peores resultados en unas elecciones catalanas desde hace más de una década el pasado 12 de mayo. Esto deja a Junqueras un doble reto: el de cerrar la etapa Aragonès y tratar de ir al contragolpe en la batalla interna en el independentismo, además de presionar al PSOE con los compromisos firmados. A pesar de sus pobres resultados, en Cataluña lograron condicionar el Govern de Salvador Illa y a nivel nacional siguen siendo una pieza clave en el puzle del Ejecutivo. Para certificar estos desafíos, harán una mesa de seguimiento de sus pactos con el partido del puño y la rosa.
Por el otro lado, el de Junts, la estrategia para este 2025 pasará por continuar en su guerra fría contra el Gobierno central. El partido de Carles Puidgemont ha cerrado el curso apretando las tuercas para lograr sus objetivos, presionados desde Cataluña por su duelo con ERC, en el que por el momento se ven ganadores. La consecución, después de un terremoto político, de la ansiada ley de amnistía, publicada definitivamente en el BOE el 11 de junio, no parece suficiente para Junts, que plantea como objetivo que los beneficios de la norma lleguen a Waterloo. Allí todavía permanece un Puigdemont que trató de recuperar el liderazgo del movimiento independentista en una suerte de ‘performance’ el pasado 8 de agosto, con su fugaz aparición en Barcelona. Tras el espectáculo, Junts cerró el año con la propuesta de que Pedro Sánchez se sometiera a una moción de confianza, y fue más allá llegando a acuerdos con el PP para presionar al Gobierno.
El cisma nacionalista ha llegado hasta el País Vasco, donde el PNV salvó a duras penas las elecciones en abril, pero su brecha con EH Bildu se quedó en apenas 30.000 votos. A pesar de que Imanol Pradales será lehendakari hasta 2028, los jeltzales deberán dar un golpe en la mesa este 2025 si quieren evitar el sorpasso. Ya vienen avisando desde finales de año, enrocándose en la misma estrategia de amenazar al Gobierno con la posibilidad de “mayorías alternativas” que compliquen la legislatura. El primer paso se dio con el pacto entre nacionalistas vascos y catalanes con PP y Vox para derogar el impuesto energético. Tanto el PNV como las fuerzas catalanas tratarán de apretar al Ejecutivo para recoger los frutos en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado para 2025.