Iñaki Rekarte ha pasado prácticamente la mitad de su vida en la cárcel: 21 de los 43 años que tiene. Entró en ETA con 18 años y a los 19 mató a tres civiles (el matrimonio formado por Julia Ríos y Eutimio Gómez, y el estudiante Antonio Ricondo), en un atentado con coche bomba en Santander. Poco después fue detenido y condenado a 203 años de cárcel. En noviembre de 2013 la Audiencia Nacional le dio la libertad después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos anulara el carácter retroactivo de la doctrina Parot. Ahora, vive en Santesteban, el pueblo navarro del que procede su familia materna. Allí regenta una taberna junto a su mujer, Mónica, la trabajadora social gaditana de la que se enamoró en la cárcel.
Fue uno de los primeros presos de ETA que renegó del terrorismo y se acogió a la vía Nanclares, el proceso de reinserción de presos que pasa por su renuncia pública al terrorismo y la petición de perdón a las víctimas, entre otras cosas. Acaba de publicar un libro, 'Lo difícil es perdonarse a sí mismo' editado por Península, del Grupo Planeta en el que relata el proceso que vivió hasta desvincularse totalmente de la banda terrorista. Cuando decidimos entrevistarle, nunca imaginé las horas y horas de debate que provocaría en nuestro entorno la propia entrevista, especialmente en lo que se refiere a si su arrepentimiento es sincero. No importa, con independencia de si te lo crees o no, su discurso es impecable y necesario: no a ETA.
Si pudiera echar la vista atrás, asegura Rekarte, borraría su pertenencia a la banda, a la que entró por fidelidad a un amigo que le había ayudado a salir de las drogas. Lo más lamentable, asegura a este periódico, es que no sabía siquiera por qué luchaba, "ni tampoco lo necesitaba". Era un "peón" a manos de sus jefes de la banda terrorista, subraya.
Llama la atención la frialdad con la que se refiere a su pasado, posiblemente para poder seguir adelante. La pregunta es inevitable: ¿cómo se vive con la muerte de tres civiles a cuestas y tanto daño causado? "Se vive como se puede. Asumiéndolo, siendo sincero contigo mismo y no engañándote, encajándolo en tu vida lo mejor que puedes", asegura para, a continuación, concluir: "Tienes que seguir andando".
Iñaki Rekarte, junto a su mujer, Mónica, a la que conoció en la cárcel, donde trabajaba como educadora
Los 'ocho apellidos vascos' de Rekarte
En este proceso, nos confiesa Rekarte, ha jugado un papel fundamental Mónica, una educadora social a la que conoció en la cárcel. En su libro habla también de esta peculiar historia de amor, una especie de 'ocho apellidos vascos' pero real. Ella encarnaba todo aquello que él repudiaba y ahora se ha convertido en su principal apoyo.
El perdón de las víctimas
"Lo terrible de todo esto es poner nombre y apellidos a las víctimas", asegura en el libro. Hubo un tiempo en el que ni siquiera pensó en ellas pero ahora sí es capaz de ponerse en su lugar y lamenta profundamente el daño causado. Entiende que los hijos del matrimonio al que asesinó en Santander o el padre del estudiante Antonio Ricondo no quieran saber nada de él. Las víctimas son su principal asignatura pendiente. Según nos explicó, para él tendría más valor lograr su perdón que el suyo propio.
Su vida está llena de silencios. Incluso con sus propios padres, con los que apenas habla de ETA. "Hablamos de otras cosas, esto es una cosa mía y de Mónica. De nuestra familia", asegura. Ambos tiene dos hijos pequeños, Iñaki y Hegoa, a los que tendrá que enfrentarse en el futuro para contarles su terrible pasado. No sabe cuándo lo hará pero sí lo que les contará: "Yo maté en nombre de ETA, pero me arrepiento mucho de ello y me arrepentiré toda la vida".