No es el momento del Partido Socialista. Ferraz entiende que el foco mediático debe recaer ahora sobre Alberto Núñez Feijóo. Asumen que el candidato conduce a España hacia una “investidura fallida”, deslegitimando así sus intentos por armar la alternativa al denostado sanchismo; el mismo al que ahora ruega una “legislatura de dos años”. Los números no cuadran. Tampoco lo harán. De ahí se nutre el argumentario del PSOE, que enmarca la hoja de ruta de los conservadores como una maniobra de su líder para ganar tiempo ante las críticas internas. Para resaltar aún más su debilidad y sus “titubeos”, en el cuartel general de la formación optan por encapsular cualquier titular que ronde los contactos con el independentismo catalán. Al margen, desde la Ejecutiva prometen trabajar para dotar a España de la “estabilidad” de la que carece el proyecto “fake” de Feijóo. Será cuando esta fracase. Hasta entonces, “prudencia y mucha paciencia”.

El PSOE aguardará tras la maleza para dar caza a su presa en cuanto caiga en el más mínimo despiste. Lo hizo tras el 23 de julio y se mantendrá durante este “largo mes de septiembre que le espera” a Alberto Núñez Feijóo. Una estrategia no exenta de unas críticas orientadas a contener el foco mediático sobre el candidato del Partido Popular. Fue él mismo quien sugirió la fecha de la sesión de investidura a la presidenta del Congreso, Francina Armengol. El conservador se dio de plazo un mes para seducir al máximo número de parlamentarios posibles para alcanzar la cotizada mayoría absoluta. Frontera aún lejana, incluso con la escueta distancia que le separa de los 176 ‘síes’.

Desde el minuto uno, Feijóo ha coleccionado ‘noes’ por doquier, a excepción Unión del Pueblo Navarro (UPN), Coalición Canaria (CC) y, por supuesto, la rendición final de Vox tras escenificar una ruptura con los conservadores. El Partido Popular centralizó esfuerzos en desequilibrar la balanza desde el lado del PNV, pero los nacionalistas vascos no sólo cerraron la puerta en las narices del gallego, sino que se jactaron de imposibilitar su investidura; máxime cuando sus opciones pasan sí o sí por apoyarse en el bastón ultraderechista. Por esto, desde Ferraz y Moncloa han intensificado su estrategia de presión, reposando su argumentario sobre la “maniobra dilatoria” de un Feijóo que aboca a todo un país a la paralización a sabiendas de su “fracaso”. De ahí, que distinguidos miembros del Gobierno y del escalafón socialista agreguen el anglicismo fake (falso) a su investidura, manteniendo siempre el “máximo de los respetos” hacia el proceso constitucional.

Máxima discreción

El peso del foco mediático sobre Feijóo permite al PSOE trasladar las negociaciones con Esquerra Republicana de Catalunya y Junts a un discreto segundo plano. El mejor escenario posible para trabajar en pos de unos acuerdos para una investidura que sí aporte “estabilidad” al país. Así se pronunció el miércoles la ministra de Educación y portavoz socialista, Pilar Alegría, que insistió en que el candidato del PP tiene una “mayoría en contra”. Este planteamiento les concede un convencimiento expreso de ser la única fuerza a la que sí le cuadran las cuentas. "Esa es la principal diferencia", justifican. 

Vamos a dar el máximo para que no haya elecciones”, transmiten voces de la Ejecutiva, al tiempo que evitan entrar al fango de las negociaciones con las dos principales fuerzas del independentismo catalán. A pesar de envolver los contactos bajo un manto de prudencia y discreción, socialistas y republicanos trasladaban el mismo miércoles que perfilaban un borrador para regular el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados. Eso sí, nada sobre el horizonte tras la “investidura fallida”. Tampoco en el Gobierno, aunque fuentes de Moncloa no cerraban la puerta del todo a aprovechar este mes para acercar posturas de cara a reeditar la coalición progresista.

En el medio de todo se mantiene la variable Junts. A nadie escapa el talante que despliegan los neoconvergentes, la trinchera en la que se parapetaron durante la pasada legislatura. En Ferraz valoran esa cautela como un signo de voluntad manifiesta a buscar, como mínimo, un entendimiento. El propio Carles Puigdemont, guía espiritual del partido desde Waterloo, ha liquidado este jueves los rumores que dibujaban una “negociación en marcha” con los socialistas, fijando el próximo martes como la fecha en la que avanzará sus “exigencias”. Una intervención que, en parte, está en sintonía con la que exhiben desde el cuartel general del PSOE y que incluso agradecen.

Postura que también comparten por los republicanos, quienes reclamaban a sus colegas la edificación de un frente común independentista a la hora de negociar con el PSOE. El silencio de las dos fuerzas catalanas se contrapone a los acelerones puntuales de Sumar. Los de Yolanda Díaz han llevado el pie a tabla durante estas últimas semanas, especialmente con la amnistía, a la que en el cuartel general del Partido Socialista buscan un encaje legal para dar carpetazo a la “judicialización” del procés.

Los motores rugen en Génova

Todo ello, mientras el Partido Popular se desgaja al llamar a la puerta de Junts. Los conservadores sopesaron la vía Puigdemont, un plato de difícil digestión para algunos de sus miembros. Feijóo y el resto de la cúpula modularon el lenguaje agresivo hacia el expresident catalán, despertando a las fuerzas vivas del conservadurismo orgánico, especialmente en Madrid y Cataluña. Mientras el entorno de una Isabel Díaz Ayuso de vacaciones restaba importancia al posible encuentro con los neoconvergentes, Alejandro Fernández, líder de la sucursal catalana, afeaba el movimiento en público y sin tapujos.

Este conato de rebelión alimenta las tesis de Ferraz. En el PSOE dan por hecho que el Partido Popular “acabará en la oposición”, lo que favorecería el resurgimiento del relato contra el establishment conservador. Isabel Díaz Ayuso, desde Madrid, lleva la voz cantante, a pesar de aparcar sus movimientos de oposición interna. No obstante, el que sería el “tercer fracaso” de Feijóo desde el 23 de julio desata el “ruido de motores en Génova”. Fuentes socialistas se jactaron de ello, amparándose en la actitud “titubeante” del candidato durante la reunión con Sánchez.