Llegó el turno para Santiago Abascal. El líder de Vox ha visitado este martes el Palacio de la Zarzuela para reunirse con el rey Felipe VI en el marco de la ronda de contactos con los líderes de los grupos políticos. Sobre el dirigente ultraderechista recae una cuota importante de protagonismo. De él depende que el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, llegue a su encuentro con el jefe del Estado con más apoyos que su adversario para que éste le designe como candidato en la sesión de investidura. A su llegada a la sala de prensa del Congreso de los Diputados, ha anunciado la plena disposición de su formación a "apoyar" al dirigente conservador, siempre y cuando no colaboren en el "cordón sanitario que se pretende levantar" contra su fuerza, además de "poner en valor" los acuerdos en autonomías y ayuntamientos frente a quienes "los atacan". 

No hay sorpresas. O sí, según se mire. Santiago Abascal ha trasladado al rey Felipe VI que Vox regalará sus votos al Partido Popular en la investidura de Alberto Núñez Feijóo. Así lo ha anunciado el líder de la fuerza ultraderechista en la sala de prensa del Congreso de los Diputados en una escueta declaración de no más de cinco minutos y sin turno de preguntas. “En esta ocasión, por ser absolutamente preciso, no contestaré a ninguna de sus preguntas”, ha concluido tras enumerar brevemente las condiciones que el PP tendrá que cumplimentar para amarrar el ‘sí’ de Vox y llegar a la sesión con 172 votos favorables. Ni rastro del prometido órdago. Camino allanado para el jefe de los conservadores hacia una sesión que, a priori, será fallida.

La decisión de los de Abascal se ampara en la “inmensa preocupación” de que el futuro del país quede de nuevo en manos de “los herederos del terrorismo” y Carles Puigdemont, “un prófugo de la Justicia”. Junts tiene la llave para desbloquear una reedición del Gobierno progresista, lo que a ojos del dirigente de Vox comporta una “posibilidad abierta” de que el “Golpe de Estado en Cataluña” quede sin castigo alguno y lleve a Pedro Sánchez a la Moncloa. En base a estos argumentos, el presidente de la fuerza de extrema derecha ha revestido un movimiento que se lee como una claudicación ante los conservadores. Todo ello, a pesar de la ruptura del pasado jueves y de las amenazas de aislar aún más a un Feijóo al que, aún con los votos de Vox, todavía no le salen las cuentas.

Abascal se lanza al vacío en el momento más delicado de la historia del partido desde su desembarco en las instituciones. El golpe recibido en las generales debilitó a la formación, cuyos resultados impiden, entre otras cosas, invocar una moción de censura, herramienta habitual de los ultras durante la pasada legislatura. A ello hay que sumarle su desaparición también de la Mesa del Congreso, después de romper con el mismo Partido Popular al que ahora le prometen su apoyo para frenar a los “enemigos de España”; además del adiós de Iván Espinosa de los Monteros que consuma el arraigo del ala dura -y con vínculos falangistas- del partido. Por ello, el líder ha establecido como condición que sus socios no participen en el “cordón sanitario a Vox”, además de la exigencia de que éstos respalden “públicamente” los acuerdos bilaterales en autonomías y municipios.

Las cuentas no salen

El apoyo de Vox, sin embargo, no desbloquea una mayoría parlamentaria que acabe por ungir a Feijóo como presidente del Gobierno. Ni tan siquiera con los dos votos que aportan a la ecuación tanto Unión del Pueblo Navarro (UPN) como Coalición Canaria (CC). Las dos formaciones territoriales apenas cuentan con un escaño cada una, que sumados a los 33 parlamentarios que componen el grupo ultraderechista y los 137 del propio PP, dando un total de 172 diputados. Por lo tanto, y a tenor de los posicionamientos actuales, el hasta ahora jefe de la oposición cosecharía un total de 178 noes que imposibilitarían su investidura.

Para que las cuentas cuadren, Feijóo debería de seducir al Partido Nacionalista Vasco (PNV), con cinco escaños, para atraerlos a la abstención en una segunda votación en la que tan solo se necesitan más síes que noes. No obstante, este escenario está descartado. Al menos así lo han trasladado los jeltzales desde el primer minuto. La formación vasca cerró la puerta en las narices del Partido Popular en los primeros compases de las negociaciones, amparándose en que no existe una fórmula de investidura que no requiera de los votos de Vox. “Somos como el agua y el aceite”, ha reiterado este martes el portavoz del Grupo Vasco, Aitor Esteban, quien también confirmaba que ya ha habido contactos con el PSOE.

Este era el escenario que ya manejaban en Ferraz. De hecho, los planes de los socialistas orbitaban en este sentido. En el PSOE no hay ninguna prisa por celebrar la investidura, máxime cuando aún no tiene atados los apoyos necesarios; habida cuenta de que las negociaciones con el independentismo catalán no serán nada fáciles. ERC y Junts han subido el precio y las urgencias de los conservadores conceden un balón de oxígeno a Pedro Sánchez, quien tendrá tiempo extra para contener a los republicanos y suavizar las demandas de los neoconvergentes, tutelados por Carles Puigdemont desde Waterloo, quien ya ha marcado como líneas rojas la “amnistía y el referéndum de autodeterminación”.

Por lo tanto, tranquilidad y prudencia en el cuartel general del PSOE y en el Palacio de la Moncloa. Dejarán que sea Feijóo quien lleve la voz cantante y acelere los plazos hasta fracasar en su investidura. “Nosotros no estamos en una competición con el PP para ver quién va primero a la investidura. Lo que decida el Jefe del Estado siempre estará bien”, comentan voces autorizadas a ElPlural.com. Dicho de otro modo: “No vamos a darnos codazos con Feijóo”. De hecho, en su reunión con el jefe del Estado, Pedro Sánchez le ha trasladado que va a focalizar todos sus esfuerzos en “articular una mayoría parlamentaria de izquierdas”, puntualizando que es la única vía "posible".