El interés informativo y el factor histórico conforman una lucha de opiniones eclécticas. Cualquiera de estos motivos es suficiente para explicar la cantidad de noticias que realizan los medios sobre la eutanasia. Observando el aspecto sociológico, podemos darnos cuenta de que dicha terminología carga con la inevitable idea de un acto de piedad, altruismo, solidaridad y humanidad frente al enfermo que no desea pasar los últimos momentos de su vida de forma decadente y padeciendo terribles dolores.   

El futuro incierto de los familiares implica en ocasiones llevar a cabo actos de ‘solidaridad y altruismo’ que nunca antes hubiesen imaginado. Este pasado 17 de diciembre la 122/000020 Ley Orgánica de regulación de la Eutanasia finalmente fue aprobada por una mayoría significativa en el Congreso de los Diputados.

La Asociación Derecho a Morir Dignamente lo tiene claro, cuando hablamos del derecho a la vida como un principio básico, ¿se puede interferir en la libertad de cada uno para decidir sobre ella?: “El Código Penal ya no contempla el suicidio como un delito. Nuestra Constitución considera también la libertad como el bien principal de una democracia. Por todo ello, aquellas libertades que en nada perjudican a terceros de forma directa, no deberían ser obstaculizadas”.

“Generalmente, lo más repetido es la idea de que la vida es un bien superior que no se puede tocar, pero si ese bien superior deja de serlo para el propio titular de la vida, que ya no la considera un bien preciable, sólo a esa persona le compete decidir entonces”, reconocen. 

Es por tanto que consideran que “el encarnizamiento terapéutico, la vulneración de la voluntad del paciente, el mantenimiento de la vida en contra de esa voluntad con medidas extraordinarias que prolongan el sufrimiento, el que no sea respetada su coherencia biográfica, etc… choca directamente con el resto del enunciado de la Constitución que indica que no podemos ser sometidos a torturas ni a tratos inhumanos o degradantes”. 

En una encuesta del CIS realizada a los españoles en 2009, se constató que un 52% de los encuestados habían vivido en su entorno familiar o cercano una muerte con un alto nivel de sufrimiento. “Si no hay calidad en el morir, no puede haber familias que tengan una buena experiencia, dentro del dolor que ya de por sí produce la pérdida. La implicación del entorno puede ser decisiva también para tener una buena muerte y así se lo explicamos”, señala DMD.

La historia llevada al cine 

El paso de los años ha hecho que historias como la Ramón Sampedro se conviertan en leyenda. Este marinero gallego sufrió un accidente en 1968. Su vida como hombre vibrante se troncó en tan solo unos segundos, provocándole una tetraplejia postraumática que le supuso la inmovilidad total del cuerpo a excepción de la cabeza, cuando tan solo tenía 25 años.

Tras 30 años postrado en una cama, en 1993 suplicó ante los tribunales la autorización expresa que le facilitara los medicamentos para “morir dignamente”. Las sucesivas negativas le llevaron a idear un plan que no perjudicara a nadie pero que simplemente le ayudara a llevar a cabo su decisión final.

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A los 55 años de edad, habiendo vivido como un prisionero de su propio cuerpo inmóvil, se convirtió en un icono de lo que hasta el momento era tratado como un tabú: ‘la eutanasia’, tema que continúa siendo controversia para muchos sectores hasta el momento actual.

Su lucha para terminar con la situación que el consideraba intolerable terminó el 12 de enero de 1998 ayudado por once de sus personas más allegadas. En un plan perfectamente urdido por el propio Sampedro, finalmente logró suicidarse ingiriendo cianuro de potasio. Su muerte fue grabada para que ninguno de los implicados pudiera ser culpabilizado.  

Esta historia sirvió para que se abriera el debate de la ayuda al suicidio abiertamente en España. En el año 2004 la vida de Ramón sería llevada al cine de la mano de Alejandro Amenábar en un film que ganó el Óscar a mejor película extranjera, ‘Mar Adentro’. 

“Considero que vivir es un derecho, no una obligación. He sido obligado a soportar esta penosa situación durante 28 años, cuatro meses y algunos días. Pasado este tiempo, hago balance del camino recorrido y no me salen las cuentas de la felicidad. Solo el tiempo y la evolución de las consciencias decidirán algún día si mi petición era razonable o no”, concluyó Sampedro antes del sorbo letal.

La retransmisión de su muerte 

A los 58 años edad se sintió “indignado por tener que morir en la clandestinidad”. Esas fueron las palabras de José Antonio Arrabal López, enfermo de ELA -esclerosis lateral amiotrófica- diagnosticado desde 2015. 

Se suicidó el 2 de abril de 2017 a través de la ingesta facilitada con una pajita de dos frascos de medicamentos que tuvo que adquirir a través de internet. Ejecutó su voluntad delante de una cámara para reclamar el suicidio asistido y para evitar las represalias judiciales que pudiera ocasionar a sus familiares. Antes de morir explicó: “Ya no puedo ni levantarme de la cama ni acostarme, no puedo darme ni la vuelta. No puedo vestirme, desnudarme. No puedo limpiarme. No puedo comer ya solo. Cuando te diagnostican la ELA, te dan la sentencia de muerte tal cual”, afirmó Arrabal en declaraciones para el diario El Mundo

Olvidar es morir 

Es la nada más profunda, ese vacío interior que llegado un punto es imposible llenar. Olvidar querer, olvidar reír, olvidar soñar, olvidarte de lo que eres y de lo que eras. Cuesta comprender lo que la incomprensión transforma.

A sus 75 años, Maribel Tellaetxe, luchó junto a su familia para despenalizar la eutanasia. Durante más de 17 se enfrentó a una de las enfermedades más implacables, el Alzheimer. Una enfermedad degenerativa que acaba con la mente y después con el cuerpo. 

Durante sus últimos años de vida, fue ella misma quien imploró la eutanasia, antes de que dejara de reconocer a sus propios familiares. Pero la ley penal vigente le impidió cumplir su última voluntad consciente. Finalmente, falleció el 6 de marzo de 2019 por causas naturales en el Hospital San Juan de Dios de Santurtzi

Txema Lorente, viudo de Maribel Telletxe, en declaraciones para Europa Press sobre Ángel Hernandez, el hombre que ha ayudado a su mujer a morir

Decidir sobre su vida y su muerte 

Fue a través de su blog -diario en Internet- donde el 21 de marzo de 2006, Jorge León, proporcionaba su dirección y su teléfono para que una persona pudiera de forma desinteresada y magnánima ayudarle a morir. 

Tetrapléjico a sus 56 años tan solo pedía “que alguien le machacase las pastillas tranquilizantes, para disolverlas en líquido y después le acercase a la boca el preparado”, con la única finalidad de no sufrir cuando le retirasen el respirador. Ya que él mismo no podía llevar a cabo esta ardua tarea. 

“Es inadmisible que en la sociedad del bienestar existan personas condenadas a aguantar una situación a su juicio demasiado penosa, personas cuyo sufrimiento es sistemáticamente ignorado por políticos, médicos y juristas que anteponen la vida a valores como son la libertad de cada persona para decidir sobre su vida y su muerte" aseguraba León en declaraciones para el diario El País.

Negarse a recibir tratamiento es legal desde 2002 

Daniel Mateo Martínez, de 35 años, enfermo de ELA, se negó a recibir el tratamiento para esta enfermedad pasando en solo un año de ser profesor de educación física a quedar postrado en una silla de ruedas para siempre. 

Esta enfermedad incurable degenerativa debilita los músculos hasta dejarlos inservibles, pero no impide que el enfermo sea un mero espectador de esta situación tan cruel. Su testimonio quedó recogido para la posteridad en el hospital de La Paz de Madrid con el objetivo de dar de nuevo una visión implacable de lo que es esta realidad. 

Finalmente, Daniel falleció en su casa solo unos días después, el 5 de diciembre de 2008, sedado por la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD).  "Me he dado cuenta de que la vida puede ser muy buena o muy mala según tengas o no salud", reflexiona. "Me gustaba la montaña y la vida. Ahora es difícil soportarla a cada momento. La enfermedad me ha hecho ser más humilde y darme cuenta de que no somos más que esa flor o la hoja que la mantiene", concluía Mateo en declaraciones para El País

La conmoción de un país entero 

Una vez más la polémica suscitada alrededor de la eutanasia puso el foco, el pasado 3 de abril de 2019, sobre la vida de María José Carrasco. La historia de esta enferma de esclerosis múltiple conmovió a todo el país, tras la dura decisión que llevo a su marido, Ángel Hernández, a suministrarle pentobarbital sódico y acabar con una existencia aherrojada por la enfermedad. 

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Llevaba más de 30 años postrada en una cama, luchando contra esta enfermedad degenerativa irreversible. “Vivo echándola de menos, intentando superarlo. Imaginarse cómo estaba María José estos últimos años... era como tener una camisa de fuerza todo el día desde los tobillos hasta el cuello, inmovilizada. Luego vino el dolor. Cuando le trataron con morfina, empeoró. Últimamente no servía para nada, le causaba efectos terribles, no podía respirar”, explicó Ángel al medio previamente mencionado. 

Ahora Ángel vive rodeado de la ausencia de su esposa, a la cual ayudó a morir a los 61 años después de haber pasado una vida entera a su lado. Su mujer, quien había sido secretaria judicial durante la mayor parte de su vida laboral, le acompaña ahora enmarcada desde una juventud repleta de logros. Permanece desde el hueco del sillón rojo en el que Ángel pasaba horas, narrándole las películas que ella no alcanzaba a ver -había perdido la vista-, pues su mirada estaba ya en un abismo desde el que contemplaba la oscura realidad de su presente. 

Durante los últimos minutos de su existencia, su marido, con una mirada truncada por el dolor, ya que solo él conoce el sufrimiento por el que habían pasado, le llevó a prestarle sus manos: "A ver, dame la mano que quiero notar la ausencia definitiva de tu sufrimiento. Tranquila, ahora te dormirás enseguida", le declaraba Ángel Hernández a su esposa antes del último adiós, en unas declaraciones que quedaron recogidas por los medios de comunicación. 

Tras los hechos acontecidos, Ángel fue ingresado en prisión y tuvo que pasar por la dicotomía humana atendiendo a una prensa y a una sociedad que se debatía entre la empatía o la indiferencia de un espectador que se cree con derecho a opinar sobre cómo y cuándo debe morir alguien. 

Una ley que no obliga a nadie 

Nueve de cada diez españoles apoyan el derecho a la eutanasia, según encuestas recientes. Pero esa aspiración ciudadana, recogida como promesa electoral por los partidos de izquierda y desatendida durante años, quedó estancada en el Congreso la pasada legislatura. Ahora, el proyecto de ley presentado por el grupo parlamentario socialista ha sido finalmente aprobado en la Cámara Baja. Esta ley abrirá una puerta a la que se lleva mucho tiempo llamando. La eutanasia será despenalizada y será considerada como el derecho a decidir de las personas sobre su propia vida, como una noción básica que todos deberíamos aprender. La eutanasia apreciada como lo que es, simplemente un derecho.