Difícil saber quién está hoy más nervioso, si Casado o Mañueco. Seguramente más el primero que el segundo: salvo catástrofe o fallo garrafal tipo Portugal en las encuestas, Mañueco volverá a ser presidente, con Vox pero presidente, y no parece que el castellano sea un político de convicciones civiles tan firmes como para hacerle ascos a gobernar con la ultraderecha.

¿Qué se juega Casado? Todo, aunque él tal vez no lo sabe. La ventaja de políticos como él es que son gente muy experimentada en negar la evidencia, y bien podría suceder que el PP saliera malparado de la jornada electoral de hoy pero Casado ni se diera por aludido. Genio y figura hasta la sepultura: hasta esa misma sepultura que Isabel Díaz Ayuso se afanará en cavarle a partir de esta noche si las cosas pintan mal para Génova.

Desafiar a Ayuso en la mesa de juego castellanoleonesa tal vez no haya sido una buena idea. Si Mañueco no logra la mayoría absoluta, Casado no habrá alcanzado su objetivo estratégico de desacelerar la veloz locomotora de la madrileña, cuya estación término es Génova.

Casado y el Gordo

Con Pablo Casado cuando sale en la televisión me sucede como con los telediarios el día del sorteo de Navidad, que le quito el sonido al aparato. ¿Qué tiene el ctual presidente del PP que al escucharlo le entran a uno unas ganas incontenibles de ser injusto, sectario, intransigente, descaradamente parcial?

El 22 de diciembre acostumbro a sabotear los informativos porque no me ha tocado el Gordo, como un niño malcriado que se enfurruña porque la familia no se pliega al último de sus antojos. El mío de ese día siempre es que me toque el Gordo: el silencio informativo del 22-D es mi venganza contra los premiados, contra el azar y contra la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado, que les vayan dando al azar, al Estado, a las Loterías y a los capullos que salen en pantalla descorchando botellas de El Gaitero, los muy ratas, ¡millonarios y bebiendo sidra!, a 1,84 euros la botella de tres cuartos en Alcampo, menudos cutres.

Mi contencioso con los del Gordo parece personal, pero es más bien abstracto, filosófico, está inspirado por una inquina genérica no contra los premiados en particular sino contra El Mundo en General por no darme lo que merezco, yo sí que sabría gastarlo, Moët & Chandon para toda Sevilla Este, aprended cómo se celebra un Gordo por todo lo alto, cohone.  

La marquesa y el mindundi

No debo ser el único. Seguro que Cayetana Álvarez de Toledo también le quita el sonido al telediario cuando sale Casado. Debe ser duro saberse infinitamente más lista, más culta, más oradora, más borde y más de derechas que ese mediocre que lidera, ¿lidera? ¡ja!, el partido de derechas que tú estabas llamada a dirigir por méritos propios, y no prestados como los de él.

Cuando en Génova le dieron la patada a Cayetana pensamos que ella se lo había buscado por ser demasiado de derechas, pero luego hemos comprobado que Pablo no pudo echarla por eso porque él mismo ha demostrado ser tan de derechas y aun más que Cayetana, solo que él lo es por la puerta de atrás, como a escondidas, sin atreverse a declararlo de frente y sin complejos. Que un partido ponga como jefe a un Casado teniendo en sus filas a una Álvarez de Toledo da una idea bastante aproximada del funcionamiento de la política hoy en día.

La única ventaja de Pablo es que, al contrario que ella, él es capaz de modular a conveniencia y sin escrúpulos su ideología conservadora, ahora soy de centro y machaco a Santiago Abascal pero ahora soy de extrema derecha y me paso por el forro el aplauso de Bruselas a España por su gestión de los fondos europeos o a los letrados del Congreso descartando un error informático en el voto telemático del diputado Casero.

Mentiras temerarias

La gestión del caso Casero retrata a Casado aún mejor que su arriesgada decisión de forzar las elecciones en Castilla y León o que sus temerarias mentiras sobre los fondos europeos. Los políticos son gente que suele debatirse entre la verdad y la utilidad: un exceso de la primera los paraliza, pero un exceso de la segunda los envilece. En el caso Casero Casado ha optado por la utilidad, prima hermana del cinismo, pero lo ha hecho con tal desprecio de la verdad que muchos de los suyos estarán avergonzados de tener que defender en público trolas como que los derechos políticos de Casero han sido conculcados porque no pudo rectificar un error que jamás la Mesa del Congreso ha permitido rectificar a ningún diputado.

El ascenso de Casado a la alta magistratura de la derecha española que hoy ostenta es un caso extremo de la Ley de Murphy según la cual si algo puede salir mal, saldrá mal. Si hoy en Castilla y León las cosas no salen como la impaciencia de Casado había previsto, tal vez los días de éste estén contados. Si es así, las ventajas serán numerosas, como que Moët & Chandon agote existencias en España o que a la hora de comer no tenga uno que estar atento a quitarle el sonido al telediario.

Lo malo sería, sin embargo, que su sustituta al frente del PP no sería la semiultra pero ilustrada Cayetana Álvarez de Toledo sino la ultrapopulista e iletrada Isabel Díaz Ayuso. Hay quien cree que la presidenta madrileña no es muy lista: vale, tal vez sea cierto, pero al menos sabe rodearse de gente más lista que ella. Como demuestra el caso Casero, no es el caso de Casado. Si éste cae, Dios bien podría castigarme por intransigente: si no pude soportar el verbo inverosímil de Pablo, ¿podré soportar el simplón de Isabel? Por si acaso, me aseguraré de que no me falten pilas de repuesto para el mando de la tele.