Alán Barroso (1997) es politólogo y acaba de publicar su libro Patria Digna, la España que intentaron robarnos (editorial Penguin Libros). Con él, el joven busca defender las ideas con las que en sus apariciones en televisión trata de llenar conciencias y un concepto que, parece, ha ido perdiendo significado con el paso de los siglos. 

Pero siempre ha existido, y todavía hoy, un país insurgente, que no aparece en los manuales de Historia, pero sin el cual esta no habría sido posible. Sobre él y la actualidad del momento -el retorno del emérito, las elecciones andaluzas o la nueva plataforma de Yolanda Díaz- habla para ElPlural.com.

Patria e Historia que no aparece en los libros de texto

 

Pregunta (P): ¿Qué es la patria?

Respuesta (R): En mi militancia más izquierdista solía decir aquella frase que cogí de una canción de La Polla Records: Un patriota, un idiota. Porque era muy sencillo, y sigue siéndolo por desgracia, asociar patria a las peores cosas. Que la patria era aquellos que gritaban muy fuerte cosas contra la gente que se consideraba progresista, que sacaba la bandera para protestar contra el aborto, contra el matrimonio igualitario o contra cualquier persona que no se pareciera mínimamente a ellos. Entonces, la patria, más que una cosa amable o que tuvieses ganas de compartir o de sentirte cercano a ella, era una cosa absolutamente abyecta y un pozo de llantos.

Pero yo defiendo que la patria no es eso. De hecho, si la patria es algo, es algo completamente distinto. En todo caso es la unión de su gente. Lo que pasa es que durante demasiado tiempo la hemos asociado con lo que es la patria de las élites, y las élites nunca han tenido patria, lo que han tenido ha sido patrimonio y lo han envuelto en una patria y con esa especie de engaño cuando le tocaban el patrimonio salían corriendo.

Lo hemos visto con nuestro rey emérito, pero lo hemos visto con toda su familia durante mucho tiempo y con todos los ricos que en el momento en que les tocas un poco el patrimonio, se olvidan rápidamente de la patria.

La patria sí es algo, es cuidar a tu gente, son tus círculos cercanos. Y es una cosa que tiene mucho más que ver con cuidar a la gente humilde que con darse golpes en el pecho gritando muy fuerte en nombre de tu país.

P: El libro está dividido en dos partes. La primera, más histórica, va desde el (mal llamado para algunos) Descubrimiento de América hasta la Transición. ¿Por qué algunos de los capítulos que tú cuentas no aparecen en los libros de Historia, o no de manera tan amplia?

R: Sobre todo porque lo que hacemos a la hora de abordar la Historia de España es hacerlo desde la perspectiva de las élites. Y yo defiendo que una nación no se construye desde sus élites. Su historia oficial tal vez sí, pero lo que es el sentimiento nacional verdadero se construye desde el pueblo.

Y lo que hemos hecho durante demasiado tiempo ha sido fijarnos en los episodios de las élites. Cuando te dicen “esto es la historia de España, no hay otra”, por ejemplo, para poner los nombres de las calles. Es como “claro que hay otra”; mientras había unos aguerridos extremeños que conquistaban América y como Hernán Cortés, Pizarro, etc. Aquí en España también ocurrían cosas.

Lo que pasa es que hemos preferido poner el foco en las cosas que están ocurriendo en América, en una historia de opresión y conquista, en lugar de estar hablando, por ejemplo, de la Guerra de las Comunidades, de la de la Revuelta Irmandiña o de tantas revueltas que había aquí en España contra en aquel momento el despotismo monárquico. La cosa es que hay un montón de ingredientes encima de la mesa a la hora de construir la Historia de un país y lo que tiene que ser cada uno, o por lo menos los que hablamos de historia.

Tenemos que ser chefs y con esos ingredientes que hay encima de la mesa construir una cosa u otra. Tú puedes elegir construir un cierto relato en el que cojas los ingredientes más rancios, más casposos, más antiguos, más oxidados y hacer un plato que sea antiguo y que canse enseguida, que es lo que estamos acostumbrados a hacer.

Sin embargo, también hay un montón de ingredientes populares, frescos, novedosos, que son mucho más aceptables por todo el mundo, pero con los que nunca se ha cocinado, pero están ahí. La cosa es privilegiar unos frente a otros y siempre se ha privilegiado eso.

Los que hablaban de conquista de América, de reconquista del Cid Campeador, de los Reyes Católicos, de Covadonga hasta el momento exacto e incluso privilegiando asuntos como nuestra dictadura, como la franquista, frente a cuestiones que de verdad han tenido más que ver con el orgullo popular de nuestro pueblo que con los episodios más oscuros.

De Fernando VII al emérito: ¿seguimos anclados en "las cadenas"?

 

P: Uno de esos episodios es España a pesar de los borbones. Viene muy a colación del regreso del emérito y los hechos que han acontecido. ¿Crees que de algún modo nuestro país sigue anclado al de las cadenas de Fernando VII?

R: Parece que hoy en día hay una línea directa que une nación española con monarquía borbónica. Y eso no fue así. De hecho, empezó completamente enfrentando a los partidarios realistas de Fernando VII a principios del siglo XIX, los que gritaban a todo pulmón ¡Muera la nación! ¡Viva el rey! Porque en aquel momento la nación española era una cosa progresista, que estaba completamente opuesta a lo que era el sentido de la monarquía, porque la monarquía era una monarquía absoluta que consideraba España no como un país, sino como una corte y por lo tanto una corte privada que pertenecía a una familia, en concreto a la dinastía borbónica.

Lo que hizo la Constitución de 1812 fue privatizar el país de alguna manera. Es decir, España no es una zona reservada para Borbones, ni es un coto privado de su familia, sino que es un país en el que la soberanía no reside en una única persona.

Por lo tanto, evidentemente la idea de soberanía en aquel momento se contrapuso radicalmente en forma de nación contra los Borbones y contra la soberanía única del rey. Por eso se puede argumentar que España empezó de la nada, a nacer como país soberano, a pesar de los Borbones, que la querían como posesión única de una sola persona.  Parece que hemos continuado desde esa identificación y al final fue ciertamente exitoso hacerse pasar por el país que desde el primer momento se les opuso a ellos.

Ahora cuando se habla de monarquía parece que se habla de España. Pero hemos visto que no, porque en cualquier momento, cuando un rey con los bolsillos llenos se ve con problemas, rápidamente sale del país. Y tampoco le cuesta mucho, porque es mucho más sencillo salir cuando tienes un vínculo más bien escaso con tu gente y mucho más potente con tu dinero. Por ejemplo, el rey Juan Carlos llegó a España con diez años, sin saber hablar demasiado bien castellano. En casa de Felipe apenas ha hablado el español y han tenido una vinculación que tiene mucho más que ver entre las clases altas, que es internacional y que se relaciona más por su dinero, por sus contactos y por su historia dinástica que por realmente cómo nos relacionamos la gente normal de a pie, que tenemos nuestros contactos con gente que se parece a nosotros y que efectivamente sí que es española.

P: Asocias el sentimiento nuevo de patria con una frustración por parte de la izquierda y con la apropiación de la derecha. ¿Qué parte de “culpa” tienen en este proceso, y sin equiparar ambas fuerzas, la izquierda a la izquierda del PSOE y la extrema derecha?

R: A la hora de repartir culpas yo prefiero repartirlas sobre todo hacia quien produjo el secuestro, a pesar de que también haya cierta culpa de aquel que permitió hacer ese secuestro.

La culpa no es igual a ambos lados, porque uno sufre una dictadura de 40 años y es evidente que, si una dictadura te reprime con ciertos símbolos los vas a odiar, no vas a ser tan inconsciente como para regodearte en los símbolos que hacía unos años igual mataron un familiar tuyo que todavía sigue en una cuneta.

Por lo tanto, el reproche hacia aquellas personas que sientan aversión por la idea de patria española, por la idea de bandera, es completamente comprensible y en absoluto criticable. Eso sí, es una cuestión evidentemente generacional, que aún tiene sus ecos porque todavía hay gente enterrada en cunetas, por desgracia. Pero al mismo tiempo que se sufría de esa manera por parte de la izquierda a la que te referías; por parte de la derecha no se vivía como una renuncia, como fracaso, sino como la más absoluta de las victorias, porque habían conseguido lo que antes no habían conseguido nunca, porque la nación siempre se les había opuesto a los conservadores.

Consiguieron identificar los símbolos nacionales del país y el país en su conjunto, con las peores ideas, ideas que en principio nunca habían representado a España, pero consiguieron una equiparación completa, así que, evidentemente, la responsabilidad primera es de aquellas personas que, a pesar de no haber construido el país, lo secuestraron a punta de pistola y con ánimo expoliador. Y precisamente aquellos que más se podían permitir no haberlo tenido.

Yolanda Díaz y elecciones andaluzas: entender la política en espacio y tiempo

 

P: Hemos conocido también hace poco la nueva plataforma de Yolanda Díaz, Sumar. ¿Crees que, de algún modo, y paradójicamente, puede llegar a ser de cara a la gente como el primer Pablo Iglesias?

R: Yo creo que hay que huir de voluntarismo y entender en qué momento histórico estamos en cada instante. El momento del primer Podemos fue uno de explosión de las fuerzas progresistas, en un sentido en que las fuerzas conservadoras estaban a la defensiva y en aquel momento lo que tenían que hacer era parapetarse, defenderse de todos los ataques que nosotros constantemente hacíamos. Un momento, podríamos decir ganador de oleaje progresista. Sin embargo, en los últimos dos años, más o menos, ha habido un corrimiento hacia detrás y entonces las olas han dejado de ser progresistas para ser conservadoras.

¿Es posible el mismo tipo de actuación en un momento de oleaje progresista que en un momento del auge conservador? Evidentemente no. A pesar de ello, ¿puede haber liderazgos progresistas emergentes que sean muy útiles? Por supuesto, pero son claramente distintos.

Pablo Iglesias en aquel momento se podía permitir marcar un cierto relato más rompedor respecto al cual todo el mundo, incluso los conservadores, se tenían que posicionar y ahora mismo está siendo un poco al revés. Son los conservadores los que, y creo que de alguna manera debe ser la principal obsesión de los progresistas impedirlo de todas las maneras, imponernos debates y hacernos a nosotros discutir sobre ellos. 

Aun así, creo que el liderazgo de Yolanda se adapta muy bien a estos nuevos tiempos, un poco más fríos para la izquierda y más calientes para las fuerzas conservadoras que consiguen surfear más o menos este ambiente de hastío y despolitización. Y con esa forma de abordar la política, lo que decía ella, sin hablar de politiqueo y lo que vemos cada vez que encendemos la tele vemos una sesión de control, como se tiran los trastos a la cabeza y ella pone un poco de orden en ese ambiente. Es una buena noticia ese tipo de liderazgo.

P: Nos trasladamos a Andalucía, marcando distancias y teniendo en cuenta que estamos viendo cosas que rara vez se ven en campaña, ¿puede ser la antesala de lo que pase en las elecciones generales?

R: No lo sé, pero está claro que se va a leer como eso, porque es la primera marca electoral que se ha fijado y que todos los medios están fijando como lo que va a anteceder a todo lo que venga después, así que evidentemente la lectura que se saque de las elecciones va a condicionar lo que venga.

pero creo que no deberíamos darle más importancia de la que tiene, porque es evidente que ahora mismo la izquierda en Andalucía está absolutamente desmovilizada. No hay un candidato claro en ninguno de los partidos que se presentan que de verdad sea capaz de movilizar la ilusión; o porque son ya demasiado antiguos y conocidos, o porque no acaban de serlo.

La derecha está envalentonada. Las encuestas reflejan eso, así que evidentemente, a Feijoo, por ejemplo, le interesa decir que este es el primer ladrillo de lo que va a venir después.

Tampoco lo tengamos tan claro, porque no es lo mismo un resultado electoral que se pueda dar en Andalucía como el que se puede dar en Valencia si al cabo de unos meses se producen elecciones allí, así que tampoco me apresuraría, aunque si es así, de momento lo tenemos crudo a las fuerzas progresistas.

Las conquistas sociales: una carrera de fondo

 

P: Volviendo al libro, sí que veo una similitud entre ambas partes. Y es que a pesar de que nacen nuevos movimientos, otros cogen fuerzas... hay problemas que siempre han estado y, parece, van a estar (aspectos de la vivienda, laborales, debate sobre la Jefatura del Estado.). ¿Dónde reside la diferencia principal entre épocas?

R: Creo que entre épocas, y por eso es muy sencillo el relato del libro, no hay tantísimas diferencias, porque si nos fijamos en el siglo XIX, cuando se redactó la Constitución de Cádiz los parlamentarios sobre lo que discutían en la Isla de León eran posicionamientos liberales, serviles; y lo liberal se contraponía a lo servil, que eran aquellos que defendían la monarquía absoluta, los privilegios del antiguo régimen y la soberanía única del monarca. En cambio los liberales eran los que defendían la libertad en la Guerra de Independencia contra Napoleón y también contra la dominación interior, de la monarquía. Se posicionaban a favor de la libertad de prensa, de repartir tierras, de acabar con latifundios, con privilegios feudales, etc. Es decir, era una contraposición entre los conservadores, que querían mantener el statu quo del antiguo régimen y los progresistas.

Esta división fundamental se ha mantenido. Parece que ahora liberalismo es defender bajos impuestos de privatizaciones, etc. Pero no, el liberalismo siempre fue una cuestión progresista, pero la idea básica que subyace independientemente de cómo le llamemos es progreso frente a una idea de conservación. Al fin y al cabo -y tampoco quiero decir que esto sea una tendencia histórica- los que defendían la soberanía única del rey quedaron olvidados en el pasado, los liberales se impusieron, aunque las ideas más liberales costaron mucho que llegasen aquí, y unas cuantas dictaduras.

Y ahora mismo el statu quo casi que es pensar en los términos de los progresistas de antaño, y a lo que estamos haciendo es empujar un poquito más adelante. Pero al fin y al cabo la división es muy parecida entre progresistas y conservadores, liberales y serviles.

P: Los diferentes cambios que se han producido (y que tú relatas), han sido capaces de responder a la pregunta que formulas al final, Todo esto, ¿para qué?

R: Sobre todo esta pregunta era para quien habiendo leído el libro y diciendo "vale todo estos Episodios Nacionales y al mismo tiempo populares de nuestra historia, de nuestro país, ¿de qué nos han servido, si al final hemos sufrido todo lo que hemos sufrido?".

Y creo que esta pregunta, siendo muy legítima, también parte de una visión muy propia de las fuerzas progresistas, que es claramente pesimista y yo peco de eso constantemente. Pero la respuesta clara es que la historia nunca es una historia de victorias totales o derrotas totales, sino que es un conjunto de ellas y de otras que nunca están cerradas del todo. Por lo tanto, despreciar todas esas victorias a medias, seguramente - por ejemplo, La Canadiense conquistó la jornada laboral de ocho horas; sin embargo, incluso ahora mismo vemos cómo se vulnera en muchas ocasiones-, pero las conquistas que hay en el pasado no son baldías o no quedan en nada, sino que representaría como una especie de competición en la que te pasas el testigo. Una generación lucha, se deja la piel, come barrotes en prisión y las pasa canutas para dejar un poquito más adelante el testigo y que la generación que viene después lo coja y lo banca un poquito más.

La tarea de nosotros no es decir "bueno, está todo perdido y lo que ocurrió, ocurrió y ahora mismo somos unos herederos de la osa terrible con nuestro pasado y no podemos hacer nada", sino que es aceptar y agradecer todas las conquistas y luchas de la gente que vivió en el pasado y que empujó para que nuestro país es un poquito mejor. Coger ese testigo, agradecerles y no decir que ese trabajo fue en balde, porque eso sería uno de los mayores desprecios posibles y dejarlo un poquito más adelante, si fuese unos metros, unos metros, mejores kilómetros; pero coger el testigo y dejárselo a los pies a la próxima generación para que puedan seguir avanzando.