Poca gente se acuerda ya de la situación política de hace tres años. No ha pasado tanto tiempo, pero el escenario sí que es bien distinto en muchos sentidos. Así las cosas, el 10 de noviembre de 2019 fue la antesala al primer gobierno de coalición de la historia de España, hecho insólito que llegaría dos días después.

Pero hasta que PSOE y Unidas Podemos firmaran el preacuerdo para que esto fuera posible, el contexto seguía siendo de incertidumbre para el partido vencedor de aquella jornada. Se notó en Ferraz donde la fiesta, pese a producirse, fue menor que la que protagonizó el ambiente primaveral de abril, cuando los socialistas habían logrado tres escaños más que en invierno (123 frente a 120).

La antesala al primer gobierno de coalición en España

La noche se antojaba larga a todas luces, aunque el presidente del Gobierno, consciente de que el país no se podía permitir unas terceras elecciones, pactó con el entonces líder de Podemos, Pablo Iglesias, para trabajar “codo con codo” combinando la “experiencia” de su formación y la “valentía” de los morados. El hecho fue insólito en democracia y, pese a las críticas reiteradas de la oposición y las complicaciones imprevistas en la legislatura, ha supuesto importantes avances en derechos.

Pero estas líneas se centran en la jornada de 2019 y, muy especialmente, en cómo ha cambiado el tablero, y nosotros como sociedad con él. Para empezar, solamente dos de los responsables de los principales partidos del momento siguen al frente de sus formaciones: Pedro Sánchez y Santiago Abascal. Ni Pablo Casado, ni Pablo Iglesias, ni Albert Rivera han aguantado el pulso.

Para los más curiosos

Si nos quedamos en el mismo día, siempre es interesante analizar la jornada de reflexión de los diferentes candidatos. Así, Sánchez presidió en La Moncloa el Comité de Coordinación interministerial que seguía la situación en Cataluña para comprobar que la jornada discurría “por cauces democráticos”. El resto del día lo pasó junto a su mujer y sus hijas, lo mismo que Casado, quien siguió también de cerca la jornada y después fue con su mujer a una celebración familiar. Rivera se centró en “descansar y comer una buena paella”, Iglesias quiso salir a pasear con sus perros y Abascal quedarse asimismo con su familia.

Apartado para los más curiosos aparte, la fecha electoral supuso un antes y un después en la historia política de nuestro país por varias cuestiones y según desde dónde se mire. Por un lado, recordó que sería muy complicado volver a ver gobiernos en solitario, pese a que estos han tenido lugar después pero, sobre todo, enterró -quien sabe si para siempre- el sistema bipartito.

También dejó claro lo complicado que es el mundo de la política y lo trabajoso que resulta en ocasiones llegar a acuerdos y tomar decisiones. A lo largo de la legislatura se ha apreciado, siendo algunas de las ocasiones más reciente el borrador de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) o el camino, todavía también inacabado, sobre la Ley Trans.

No obstante, la noche y la resaca electorales aventuraban lo que serían cuatro años que, pese a todo (y a muchos), se van a cumplir. Y es que desde el momento mismo de los resultados, aunque los socialistas ya venían tiempo atrás pensando en el siguiente movimiento, tuvieron que mirar de frente a la realidad y decidir, en primer lugar, si pactar con la formación a su izquierda y, en segundo, si aceptar la colaboración de los que finalmente serían sus socios y a los que todavía había que convencer.  La resolución final es sobradamente conocida por todos. Vamos ahora pues al contexto. Cómo diría la famosa canción: ¿Dónde estabas (España), entonces?

La política con Rivera y Casado

El marco sociopolítico sería muy amplio de analizar y encontraría su origen en la moción de censura a Mariano Rajoy de 2018. Sin embargo, la vida fue distinta incluso entre los dos comicios de 2019, y eso se notó también en el discurso de los partidos, que tuvieron que lidiar con el riesgo de abstención ante el “hartazgo” generalizado por el pueblo, que había convertido casi en rutina acudir a las urnas y algunos engañados porque consideraban que el pacto pudo haber llegado antes.

También el eje izquierda-derecha moldeó las palabras, tanto los grupos como los, que ciudadanos tuvieron que escoger entre “PSOE y Podemos” o “PSOE y Podemos”.  Mantuvieron una idea de frenar a la extrema derecha los unos y el relato en torno a temas sociales y delicados los otros, pero distintos. Uno de los ejemplos más palpables de esto fue Cataluña, ya que el juicio del procés se resolvió un mes antes.

Vox había entrado ya a las instituciones y, de hecho, conseguiría buenos resultados y se alzaría como tercera fuerza política con 52 escaños. Las encuestas en la actualidad dan resultados bastante diferentes al partido de Abascal y vaticinan poco menos que el desastre, propiciado por las pugnas internas que han alcanzado su máximo esplendor en la salida de Macarena Olona del partido.

Otro caso llamativo es el de Ciudadanos que, por si alguien no se acuerda, fue en su día llave de gobiernos importantes como el de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, el 10 de noviembre los naranjas se desplomaron hasta la sexta posición y lograron tan solo 35 escaños, lo que provocó la dimisión de Rivera al día siguiente. Muchos, por otro lado, comparados con los que disfruta ahora (9). Otro actor a tener en cuenta fue un Pablo Casado que subió 20 escaños (sin suponer esto buenos resultados por parte de su formación) y que no veía peligrar su liderazgo. ¿Quién lo diría, verdad?