No ha sido un buen espectáculo para España ni para el PSOE. Nadie en su sano juicio puede alegrarse del estallido de una formación política que dio al país cambios, reformas y progreso.

En modo alguno.

Los episodios ocurridos durante la pasada semana en torno a la formación que aglutina la socialdemocracia es la sustanciación final de una crisis que empezó con la caída de José Luis Rodríguez Zapatero y que no pudo reconducir Alfredo Pérez Rubalcaba.

Los dos años de Pedro Sánchez, al que siempre defendí quizá por la proximidad personal, han resultado finalmente un fiasco de proporciones bíblicas para el partido que fundara Pablo Iglesias.

¡Fascistas! ¡Fascistas!

Me interesa aún más lo ocurrido en el exterior de la calle Ferraz que en la catedral interna del socialismo español a partir de lo sucedido el pasado sábado. Que dirigentes que ganan elecciones y tienen una trayectoria inequívoca como Javier Fernández, Susana Díaz, Javier Lambán o Guillermo Fernández-Vara, por citar sólo los más conspicuos, fueran increpados con gritos de ¡fascistas! ¡fascistas! ¡golpistas, golpistas! Teóricamente por propios compañeros de militancia refleja hasta qué punto el PSOE está en llamas y en quiebra total.

El resto casi ni interesa. Porque la caída de Pedro Sánchez es la crónica de algo anunciado desde el mismo día en que Felipe González delató su mentira y la lideresa andaluza convocó a sus huestes en Sevilla para anunciar que no estaba dispuesta a dejar morir el partido sin levantar un dedo.

Sánchez, se lo dije personalmente en alguna ocasión, se ha enterado de bien poco. Un muchacho sensato y con los pies en el suelo que era devino tras detentar el poder socialista en un personaje cambiado y que no atendía los clamores del surco. Despreció a todos y casi todos han terminado por despreciarle a él. Luego, los resultados electorales escribieron el epitafio. Fin de la historia.

Futuro

Tengo para mí que el Comité Federal acertó en la noche sabatina al elegir como presidente de la Comisión Gestora Permanente al presidente asturiano Javier Fernández, persona cabal donde los haya. Frente a los que creen que la quiebra del PSOE no tiene arreglo yo apuesto porque tras un periodo prudencial de tiempo volverá a ser lo que siempre fue: un partido esencial y básico en el entramado democrático y constitucional de España. Porque la socialdemocracia existe y la izquierda moderada al estilo europeo también. El resto son meros arrebatos.

Cierto es que a su izquierda tiene a la muchachada de Iglesias Turrión comiéndole los talones. Y, ¿qué? Una mayoría de la izquierda quiero entender es moderada y no chavista. Es decir, democrática. Dependerá mucho del acierto de los nuevos dirigentes que han heredado los despojos del que fuera la primera fuerza política de España.

Lo dejó escrito Ramón Rubial en su testamento: primero España; luego el PSOE y finalmente los intereses personales. Ha sido el gran error de Pedro. En estos momentos ya debe saber que la victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana.

Amén.