El pasado lunes, cuando se supo que el ministro José Manuel Soria iba a comparecer a las 16:30 horas para dar explicaciones sobre su aparición en los papeles de Panamá, algunos llegaron a pensar que iba a dimitir. Incluso lo barruntamos en nuestra redacción, pero es que el que espera, desespera y, con la hora de retraso que tardó en aparecer Soria, da tiempo para pensar muchas tonterías.

Semejante falta de respeto, la de llegar tarde a tu propia rueda de prensa, no la cometería cualquiera que supiera que el tiempo es oro. Por suerte, para él, José Manuel Soria no es un hombre que sea capaz de poner precio a las cosas. De hecho, si algo ha demostrado a lo largo de su carrera política es que, cuanto más gratis, mejor.

Veamos. Cuando a Mariano Rajoy se le cuestiona por qué no aparta a los implicados en corrupción, suele contestar que él no es juez -no como su padre, pero esa es otra historia- y que conoce casos de políticos que fueron acusados y luego “todo quedó en nada”. Si se le insiste un poco más, suele poner como ejemplo a José Manuel Soria y su caso Salmón.

Ese asunto, con nombre de disco de Andrés Calamaro, investigó el supuesto cohecho de Soria, cuando presidía el cabildo insular de Gran Canaria y él y su familia fueron invitados por un empresario en 2005 a un viaje a Suecia, Austria y Noruega para pescar salmón a gastos pagados. Lo que Rajoy no cuenta es que la Fiscalía archivó la causa porque habría prescrito, y la jueza porque no “apreció” la consumación del cohecho. Es decir, que no tenía pruebas de que el regalo se compensara con adjudicaciones o viceversa. Pero el regalo existió. Como los trajes de Camps.

Igual que el caso Chalet, en el que se acusó a Soria de intentar beneficiar a otro empresario, el mismo que durante 21 meses le pagó el alquiler de un chalet mientras que le construían su residencia de Tafira. Un caso que se derivó del caso Eolo, el mismo que acabó con la carrera política de Luis Soria, el hermano que también aparece en los papeles de Panamá. En ambos casos, el actual ministro se defendió con las dos mejores estrategias que conoce: mentir sin cesar y amenazar. Y en los dos casos acabó condenado a pagar las costas por denunciar falsamente a los periodistas por injurias y calumnias. Pero eso Rajoy suele omitirlo.

Y estamos hablando sólo de su etapa en Canarias, una región que, por desgracia, recibe menos atención mediática que Portugal. Este mismo verano, eldiario.es desveló que Soria había pasado varios días en un Resort-Spa de lujo en Punta Cana. Por supuesto, gratis total, que para eso el dueño del complejo es colega y, a su vez, también propietario del Hotel Volcán Lanzarote, el mismo en el que el ministro lleva cuatro años veraneando, a pesar de ser una construcción ilegal.

En este último caso, Soria volvió a usar su doble ataque, que da más miedo que la Catapulta Infernal de los gemelos Derrick. Denunció al diario (el juicio se celebra la semana que viene) y tiró de mentiras. En el colmo del ridículo, presentó un ticket chapucero, con fechas erróneas, por 14.341. ¿Euros? ¿Dólares? No, pesos republicanos. Que al cambio son 283 euros. Todo apunta a que el ticket era de una cama balinesa, la única cosa que Soria pagó en esas vacaciones.

Con este historial de gratis total, cuesta creer que Soria no hubiera caído en la tentación de dejar también de pagar impuestos. Ni sorprende que su defensa haya sido la habitual. Amenazar con demandas, y mentir todo lo que pueda y más. Pide comisiones rogatorias a Panamá, cuando su sociedad está en Bahamas. Da órdenes a la Fiscalía de la Audiencia Nacional, cuando no tiene potestad para ello y cuando sería el Tribunal Supremo quien debería investigarlo. Dice que la empresa en cuestión es 100 por 100 inglesa y que él nunca ha estado en Panamá, como si alguno de esos extremos impidiese abrir una sociedad offshore. Miente en la fecha en que entró en política, y en la que dejó los negocios familiares, porque fue en 2004 y no en 1995. Y, al día siguiente de decir que él no tuvo ninguna responsabilidad en UK Lines Limited, se descubre que la empresa fue fundada por su padre y él fue secretario hasta 1997.

Aquí la duda no es cuándo va a dimitir o por qué sigue mintiendo como un niño de cuatro años. Lo que urge saber es por qué Rajoy, después de ascender a Soria y Ana Mato o mandar SMS de apoyo a Luis Bárcenas, tiene esta tendencia a la autodestrucción.

Si no quiere recibir tratamiento psicológico, que se dedique a jugar a la ruleta rusa. Pero, a los demás, que nos deje en paz.