Fue la mayor conmoción que sufrió el Reino Unido en varias décadas. Diana de Gales había irrumpido en los ajados salones del palacio de Buckingham como elefante en cacharrería: quiso que sus hijos se aproximaran más a la calle que a los oropeles; se fotografió con enfermos de sida y de lepra; participó en una campaña internacional contra las minas antipersona que han destrozado millones de vidas...  Simbolizó, en definitiva, ese espíritu entre compasivo y solidario de millones de británicos que alimenta las tiendas de segunda mano promovidas por las ONG en la High Street, la calle principal, de numerosas localidades.

La crisis de las vacas locas les había asustado y las negociaciones para poner fin al conflicto de Irlanda del Norte les había esperanzado, pero si algo atraía la atención de los ciudadanos aquellos primeros meses de 1997 eran las andanzas de Lady Di. Después de haberse ganado a pulso el título de "la reina de corazones", su confesión pública del maltrato sufrido durante el proceso de separación con el príncipe Carlos fue asumida por sus admiradores como una pequeña declaración de guerra contra los defectos, antes nunca vistos, de la monarquía que encarnaba la Reina Isabel. Hasta los más conservadores aprobaban la venganza que suponía la vida loca en la que se embarcó aquel verano con su novio Dodi Al Fayed, el heredero del rico propietario de los almacenes Harrod´s.

El terreno estaba abonado y la muerte de Diana de Gales consiguió que en él crecieran toneladas de flores, miles de ositos, millones de cartas y centenares de periodistas de todo el mundo que acudieron a Londres al llamado de la noticia más impactante del año.

Lo que queda de Lady Di veinte años después

Solo los tabloides que en aquel momento vendieron millones y millones de copias dedican hoy portadas al recuerdo de Diana. Para los llamados "serios" la noticia del día es el anuncio de la primera ministra, Theresa May, de que pase lo que pase con las negociaciones con la Unión Europea ella tiene cuerda para rato y ya piensa en presentarse a las próximas elecciones.

El Brexit reina ahora en el panorama informativo y sus posibles daños colaterales son los que van a marcar ahora un auténtico punto de inflexión para los británicos. Sin embargo, la división social que generó el referéndum tiene cierto paralelismo con el recuerdo del personaje que dominó con fuerza aquel verano de 1997.

Según un sondeo de la empresa YouGov, los británicos mayores de 50 años recuerdan a la princesa Diana por su reputación mientras que para los jóvenes de entre 18 y 24 años se trata de alguien famoso que murió en un accidente de tráfico en un túnel de París.  Otros datos señalan que quienes superan los 65 años, los que más sufrieron el impacto de la muerte de Lady Di, se decantaron por salir de la Unión Europea en 2016. Frente a ellos, un aluvión de jóvenes de entre 18 y 24 años optaron, en un 75 por ciento, por mantener el país en el entorno comunitario.

La brecha va más allá, porque los de menor edad votaron mayoritariamente al Partido Laborista en las últimas elecciones mientras que los mayores lo hicieron por la opción conservadora más proclive a abandonar la Unión, aun a su pesar.

Dos décadas de pesimismo han transformado a los británicos

La generación de británicos que consiguió modernizar moderadamente la monarquía británica tras mostrarse a favor de Lady Di, y que unos meses antes de su muerte había apoyado mayoritariamente al renovado laborismo de Tony Blair, es la que ha optado dos décadas después por el aislamiento del Reino Unido.

Lo que ha ocurrido entre tanto se puede resumir de la siguiente manera: progresivo desmantelamiento del tejido industrial del norte que ha dejado a millones de personas sin trabajo y sin esperanzas, una creciente desigualdad que afecta especialmente a los más jóvenes; y un encarecimiento de la vida que les obliga a destinar el doble de porcentaje de su salario para la adquisición de una vivienda.

La generación de Lady Di enarboló con orgullo la bandera de los cambios, pero las circunstancias se les volvieron en contra. Empezó a cundir el pesimismo y, al mismo tiempo, a crecer la propuesta populista de quienes culpan de todo ello a la Unión Europeo. Después se supo que mentían, pero ya era tarde.

El resultado de todo ello es que los clubes que surgieron para mantener viva la memoria de Lady Di apenas tienen socios y el Reino Unido tiene por delante un futuro lleno de incertidumbres.