Después del amor. Así se llama la nueva novela de la periodista Sonsoles Ónega. Una novela ganadora del premio Fernando Lara que narra la complicada historia de amor entre Carmen Trilla y Federico Escocet en el convulso contexto de los años 30 en España. Una historia pretérita pero de candente actualidad, ya muchos de los problemas actuales hunden sus raíces en la época: la cuestión secesionista catalana, los obstáculos de las mujeres… 

Antes de comenzar la entrevista, esta es tu quinta novela. Una nueva historia que contar. Tengo que preguntártelo. ¿Qué te impulsa a escribir esta nueva historia? ¿Qué es lo que te lleva a agarrar la pluma de nuevo?

El hecho de que la historia me la contaran a mí las hijas de Carmen. Me citaron en su casa hace ahora ya tres años, para contarme la historia de amor de su madre. Y yo salí de maravillada con la historia de amor en sí misma. Una historia de amor protagonizada por una mujer que trató de romper con las cadenas de su tiempo, que sometió su propia vida a muchos sacrificios amor. La historia esencialmente me interesó mucho como para convertirla en una novela. Y a raíz de eso fui descubriendo todos los ingredientes que podemos descubrir en esta historia. El personaje del amante era un personaje con una marcada personalidad, y personalidad política. Y luego los distintos escenarios de la historia de amor, que me llegaron como caídos del cielo pero que me interesaron mucho personalmente, como para profundizar en ellos. De tal forma que, sin quererlo y sin buscarlo, me encontré con una historia muy completa que me apetecía contar. Y me apeteció asumir el reto de contarla con el poco tiempo que ahora sabes que tenemos y con una familia y niños pequeños, que es algo complicado cuando las mujeres nos ponemos con este tipo de cosas.

Una mujer, Carmen, que se encuentra con muchos obstáculos en la época. ¿Se han eliminado, han cambiado o siguen vigentes estas mismas cadenas?

Sí. Fíjate que yo creo que Carmen no sería la Carmen que yo retrato en mi libro en pleno siglo XXI, sin ningún género de duda. Sería otra mujer. El tiempo en el que ella vive, crece y sobre todo descubre ese amor, fueron tiempos muy a favor de las mujeres porque la Segunda República dotó de muchos nuevos derechos a la sociedad, pero singularmente a las mujeres. Es verdad que la ley del divorcio no diferencia género, era la ley del divorcio para todos, pero las mujeres que hicieran uso de esa ley para romper sus matrimonios ahí la tenían. No fueron muchas, pero estaba ese instrumento legal. Pero sin duda la capacidad de votar, el derecho del voto que consigue la Segunda República para las mujeres… Esto nos coloca en el mismo punto de salida desde la óptica de la participación política. Carmen no es una mujer que participara activamente en la política, ni mucho menos. Si interés en la política deriva de su amor a Federico. Eso respecto a Carmen. Ahora, no tenemos un problema de derechos y libertad, creo que la arquitectura legislativa creo que es muy completa. Lo que las mujeres seguimos teniendo que pelear es cambiar las inercias de la sociedad que nos siguen penalizando muchos aspectos. El diseño de la sociedad en sí mismo es un diseño hecho por hombres y para hombres. Y con esas reglas del juego las mujeres salimos a pelear y a confeccionar una carrera profesional que nada tiene que ver con tener un trabajo. Todavía hay muchas inercias de la sociedad que tenemos que ir cambiando.

¿Crees que ya se están cambiando?

Se van encauzando. Sobre todo, desde que la mujer asume puestos de responsabilidad y sobre todo asume poder. Empieza a cambiar esa realidad. Pero seguimos necesitando muchas mujeres en puestos de responsabilidad y en puestos poderosos, y no me producen ningún pudor decirlo, para cambiar todo eso. Porque de lo que estoy absolutamente convencida es de que los asuntos femeninos los discutimos nosotras y los incluimos nosotras en la agenda política. Y eso no lo digo yo, lo han dicho históricamente. La defensa que hizo Clara Campoamor en este hemiciclo del derecho al sufragio femenino no sé si lo hubiera hecho un hombre. Lo hizo una mujer de forma impecable, que anteponía su condición de ciudadana antes que su condición de mujer. Pero luego, las mujeres de nuestra constituyente, de la que ahora se cumplen 40 años, te hablan en los mismos términos. Teníamos que estar allí para que se nos viera, para que se nos escuchara y para que lo que decíamos se pudiera trasladar a la legislación. No sé cómo hubiera si no hubiera mujeres, pero la realidad es que, habiéndolas, las cosas cambian.

Ambos personajes, tanto Carmen como Federico, están muy detallados, muy trabajados. ¿Cómo es esta construcción de los personajes?

Ahí es donde más se ve la escritora que la periodista, porque yo tampoco tenía muchos detalles de cómo eran. He dibujado unos personajes a través de los recuerdos de unas hijas y de lo que he leído de Federico Escofet. He tratado de darle la máxima veracidad y realidad a la hora de describirlos para que el lector sienta cómo era esta mujer. Pero básicamente no hay mucho de realidad, sobre todo es ficción. Si había algo que me obsesionaba fue el rigor en los hechos históricos y que la novela tuviera textura. Que se pudiera oler, saborear, tocar. Algunas cosas te pueden parecer menores como la forma en que Carmen se vestía para ir a un concierto o la forma en que ella se divertía, el ocio, o qué leía, qué hacía con sus hijos… Todo eso es lo que da textura a la novela y es una recreación literaria.

La novela es muy completa. Los hechos acaecen en los años 30 pero se tratan temas de candente actualidad. Muchas de las cuestiones actuales hunden sus raíces en esa década: la cuestión secesionista catalana, los obstáculos de las mujeres…

Además, ahí se impone el destino de forma arrolladora. Porque yo no quise escribir sobre el 6 de octubre de 1934 ni de la declaración de independencia de Cataluña, en modo alguno esa era mi intención. Y por eso ahí empezó lo más grande y lo más apasionante, que fue descubrir que el amante de Carmen había tenido participación en estos hechos que, a mí, profesional y personalmente, me interesaban mucho. Pero fue una casualidad. No es una novela sobre Cataluña, es una novela de amor. Algunos capítulos importantes y que condicionan el amor están ahí, como el seis de octubre, la Guerra Civil, el exilio, la Segunda Guerra Mundial.

¿Te los encuentras después?

Claro, porque las hijas de Carmen no me supieron reconstruir realmente la historia de amor porque no la sabían. Ni porque tampoco ellas se han preocupado por conocer el desenlace, su madre tiene el desenlace que tiene, no vamos a revelar un spoiler. Y yo creo que cerraron esa página de su vida y 80 años después la han abierto, conscientes de que podían encontrar cosas que no sabían. Y a lo largo de la novela, de hecho, encontrarán cosas que no sabían. Realmente ellas tenían algunos recuerdos. Fue el biógrafo de Federico Escocet quien me permite trazar el verdadero recorrido de ese amor, dónde están, dónde lo viven, hasta cuándo, qué pasa con Carmen y qué pasa con Federico. 

Eres corresponsal parlamentaria de Tele5 en el Congreso de los Diputados. Para terminar esta 'charla', te voy a dar un minuto como a los políticos en los debates para que nos cuentes por qué hay que leer Después del amor

Yo no gané ningún discurso [risas]. No soy como Albert Rivera o alguno de estos, así que a ver si lo hago bien. Hay que leerla porque lo que me dicen es que te metes de lleno en una historia de amor en la que acompañas a los personajes, porque leer siempre es una aventura apasionante y si en este caso, además, te contagias de la pasión de estos personajes, mejor que mejor. Y segundo, porque te permitirá recrear un momento histórico muy cercano aunque parezca muy lejano, con mucha vigencia aunque parezca que ha caducado. Básicamente es una historia de amor imponente que si yo consigo que al lector lo atrape como me atrapó, seguramente disfrute leyéndola tanto como yo disfruté escribiéndola.